Las secuelas de un capítulo poco conocido de la historia de EEUU, el terrorismo post-años 60
Uno de los grandes autores dramáticos actuales, estrena su última obra simultáneamente en Broadway y en la plaza madrileña de Santa Ana, cada día más en el candelero. Atento a los temas más vidriosos, en ‘La Anarquista’ se ocupa del arrepentimiento de una terrorista, de lo profundo y sincero que pueda serlo, de hasta qué punto se necesitan pruebas fidedignas del mismo para concederla el perdón de la libertad condicional, y cómo de fiables son los funcionarios de prisiones encargados de decisión tan trascendental para la vida del preso en cuestión. Un temazo, y más en la España de estos días. Un tenso diálogo de presa y carcelera durante 75 minutos. No es lo mejor que ha escrito Mamet, no conoce el complejo tema a fondo, y deriva por territorios colaterales que complican el asunto, como la fe y el lesbianismo. Pero presenta un dilema moral de altura y es un plato imprescindible del menú cultural de estas navidades. Se agotarán las localidades.
Acabamos de reseñar otro diálogo teatral en cartelera -‘El veneno del teatro’- y lo hacíamos insistiendo en que siendo el formato más frecuente y fácil en los escenarios, suele dar lugar a pláticas artificiales, a dualismos prefabricados y a personajes que sólo sirven como sostén de un argumento. La experiencia de Mamet, su exigente evolución personal, evita que sus dos personajes sean de cartón piedra, esa irritante pareja del bueno y el malo defensores de una postura a machacamartillo, combate en el que gana aquel al que el autor ha hecho defender sus propias preconcebidas tesis. El enfrentamiento entre la enemiga y la defensora del Estado es lo suficientemente real y matizado como para que sea difícil tomar partido claro, lo cual es excelente y hace pensar, aunque no sabemos si es lo que prefiere el pobre y manipulado público, carne de cañón de nefastos medios de comunicación que contaminan sus mentes con la basura peor que existe.
Pero suponiendo que usted prefiere dilucidar, cavilar y ver la vida como un prisma de verdades incompletas, esta obra le va a dar juego. Mamet la construye en un contexto, el yanqui, bien diferente al nuestro, un contexto de leyes y tribunales quizás demasiado duros, de sentencias que en este caso llegan a 75 años de cárcel, de penas que se cumplen y de apoyo mayoritario al Estado y sus instituciones, de defensa individual y colectiva de los valores democráticos sin olvidar la defensa del orden y de la legalidad cuando entra en contradicción con opiniones y actos de minorías que tienden a erigirse en supuestos representantas de mayorías silenciosas cuya voz usurpan.
Siendo sutil el argumento, matizados los planteamientos y medido minuciosamente el pulso entre los dos personajes, todo pasa a depender del director y de que sea fiel al autor y no tome partido. Esta es la cuarta obra de Mamet que dirige José Pascual y en la anterior, Oleanna, no tuvimos pegas que ponerle. Pero esta vez confiesa que ha tomado partido y lo ha hecho -cómo no- por la presa: ‘La obra enfrenta a un personaje encerrado en prisión, pero libre mentalmente, con un personaje que vive en libertad, pero que es prisionera mentalmente de sus prejuicios y de su misión punitiva. Incluso encerrada en la cárcel, la prisionera ha sido capaz de llevar una vida más rica que su guardiana, que se ha limitado a vigilarla obsesivamente. La obra enfrenta también la inteligencia de la prisionera con la mentalidad burocrática de la funcionaria’. Pascual hace trampa y nos presenta más atractiva a Cathy que a Ann, con lo cual nos parece que estropea el debate y tergiversa la intención del autor, que no es hacer un panegírico de la figura del revolucionario sesentayochoista, y menos de la vía armada y de las peregrinas ideas que la impulsaron, ni presentar en fin a Cathy como la buena de la película: sería demasiado fácil.
No, Cathy es desenmascarada porque simula un arrepentimiento que no siente, y siendo intelectualmente superior a la funcionaria Ann, y queriendo envolverla en su maraña de psicologismos trasnochados, no puede impedir que esta en su simple sentido del deber termine descubriendo la verdad. Momento en el que hay que entrar a juzgar la segunda parte del problema, la utilidad o no de la cárcel para rehabilitar al criminal, y la necesidad o no de tamizar la justicia implacable y ciega con la misericordia humana y generosa, tal como aconsejaba Don Quijote a Sancho.
Bien por las dos actrices. A Magüi Mira le ha tocado lo más fácil, por eso felicitamos a Ana Wagener. Ser duro no es más fácil que ser blando. Ser intransigente con el deber, firme en las convicciones, es más censurable hoy día que practicar el buenismo sin costes. La pieza deja en el aire la decisión final de la funcionaria del Estado, deja abierta la posibilidad en cuya certeza cree la prisionera de que al final la conceda la libertad provisional.
Dos personas frente a frente en un despacho dan poco de sí teatralmente, pero se hubieran agradecido detalles de oficio más allá de levantarse y sentarse de las sillas, moverse sin ton ni son por el habitáculo, iluminación fija de tubos de neón y llamadas telefónicas de simple pausa.
Los Weatherman o The Weather Underground fueron una organización de izquierda radical de Estados Unidos que actuó desde finales de los 60, deriva trágica de aquella década. Se crearon a partir de una facción de la Students for a Democratic Society (SDS) y tomaron su nombre de una canción de Bob Dylan. En su ataques más espectaculares lograron colocar bombas en el Capitolio, el Pentágono y el Departamento de Estado. También realizaron varias asaltos a bancos, atacaron estaciones de policía y edificios judiciales. El grupo se desintegró después del fin de la Guerra de Vietnam pero algunos miembros siguieron en la actividad armada y colaboraron con el Black Liberation Army. En 1981 asaltaron un furgón blindado y mataron a los dos guardias que lo escoltaban. El escritor George V. Higgins (1939-99) publicó en 1987 “Outlaws” basado en la historia de una de las componentes del grupo, Judith Clark, que aún sigue en prisión: sin las razones políticas con las que justificó sus actos, ya estaría libre desde hacía mucho debido a su buena conducta en prisión.
Se produce su estreno mundial en Madrid gracias a las artes de Natalio Grueso, el nuevo responsable del teatro municipal. «Desde nuestra llegada al Español uno de nuestros objetivos ha sido darle dimensión internacional. Supimos que una de los citas más atractivas de la temporada en Broadway iba a ser este estreno, nos pusimos en contacto con los representantes de Mamet y lo conseguimos. Queremos que Madrid se consolide como una de las grandes capitales internacionales de las artes escénicas’.
Una obra interesante, que dice más que lo que cuenta, que no consigue emocionar por lo distante del contexto, y que sin embargo plantea un problema de enorme trascendencia en este país donde el terrorismo ha sido una grave enfermedad que aún espera cura. Tal como se presenta, sin ninguna adaptación, es probable que los espectadores salgan del teatro y ni se acuerden de ETA. No sabemos si considerarlo un mérito.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 7
Dirección, 5
Escenografía, 5
Interpretación, 7
Iluminación, 5
Producción, 5
Documentación para los medios, 5
Programa de mano, 5
Teatro Español – Sala Pequeña
La Anarquista, de David Mamet
Del 4 de diciembre de 2012 al 27 de enero de 2013
Versión, dirección y dramaturgia de José Pascual
Cathy, Magüi Mira
Ann, Ana Wagener
Una producción del Teatro Español
Martes, miércoles y jueves: 25 % descuento
Viernes, sábado y domingos: 22 €
De martes a sábados a las 20.30 h
Domingos 19.30 h.