Que una compañía de las llamadas alternativas se suba a una de los mejores escenarios de Madrid con un programa teatral doble es noticia. ‘Teatro de la Guindalera’ es una iniciativa ejemplar que merecía ser mejor conocida, y proponer a estas alturas dos obras diferentes en sesión casi continua es de lo más atrevido. Y sin embargo, la experiencia ha funcionado en taquilla. ‘La larga cena de Navidad’ y ‘Odio a Hamlet’ son dos obras muy diferentes, sin conexión alguna. Es como aquellos programas en los cines de barrio de nuestra infancia que juntaban una de miedo y otra de indios. La de miedo nos impresionó realmente. De la de indios no vamos a hablarles.
‘The long Christmas Dinner’ (traducida como ‘La larga cena de navidad’ aunque nos hubiera gustado más ‘Una larga nochebuena’) es una pieza sorprendente, disfrazada de banal entretenimiento pero cargada de trascendencia. Su autor, el norteamericano Thornton Wilder, la estrenó en 1931 y se ha representado mucho desde entonces. Es una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre ese misterio que lo decide todo, esa sustancia intangible de la vida que nos empeñamos en medir mecánicamente pero que no tiene más medida que la muerte. El tiempo pasa deprisa casi siempre, y pasa despacio a veces, y hay ocasiones en que una hora es un pestañeo y otras en las que un minuto es toda la existencia.
Pues bien, se trata de detenerse a contemplar el paso del tiempo en el marco navideño, ese ritual social que en las sociedades occidentales se repite casi intacto desde al menos hace un milenio. Se nos invita a una larga cena de Nochebuena por la que desfilan cuatro generaciones de la misma familia. La cena es la misma siempre porque el ritual, los convencionalismos que la rodean y hasta las frases que se intercambian se repiten a lo largo del transcurrir de todo un siglo. Los niños se hacen adultos, envejecen irremediablemente y un día se despiden sin palabras del resto de los contertulios que siguen cenando eternamente.
La obra parte de una idea genial que como todas las ideas geniales parece simple y al alcance de cualquiera. El texto y la trama son un tictac que primero te intriga y luego te acongoja. En su versión original era una pieza breve de 35 minutos. Teatro de la Guindalera la ralentiza hasta llegar a los 80 minutos, ayudados de un largo prólogo sin palabras y un epílogo cantado que a nosotros nos sobran. Además han escogido quitar dramatismo al drama de la vida, y presentan la pieza en clave jocosa, con los personajes convertidos en marionetas para quitar hierro a la tragedia que con ropajes banales termina enseñoréandose de la escena y del ánimo del espectador sensible.
Sí, la vida es sueño; y es también una larga cena de nochebuena, en la que hace un momento estaba presente la abuela, en la que todavía suenan las voces de nuestros padres desaparecidos, de la que vamos a despedirnos de un momento a otro y en la que en un minuto nuestros hijos serán ancianos y los nietos iniciarán el declive mientras otros niños llegan a darles el relevo. Es posible que para parte del público sólo fuera un espectáculo entretenido. A nosotros nos llegó al alma. Conmovidos por una exposición tan humilde de tema tan supremo no nos sentimos capaces de aguardar una hora de intermedio para enlazar con la segunda parte del programa, por más que la compañía ofreciera un tentador refrigerio a los valientes repetidores.
‘Odio a Hamlet’ fue estrenada en 1991 por el norteamericano Paul Rudnick como una propuesta hilarante sobre la tele basura y lo que le gusta a casi todo el mundo. A Andrew, famoso actor de serie televisivas, le proponen interpretar a Hamlet en un festival teatral de verano y al mismo tiempo, ser el patético héroe con superpoderes en una nueva serie de televisión que se espera sea todo un éxito de audiencia y que le consolidará definitivamente en el estrellato. ¿Qué elegir? ¿La calidad artística, pese a que puede acarrearle penurias económicas, o el fácil enriquecimiento, aún a costa de ser cómplice de una ridícula teleserie?
Es posible que en el doble programa elegido, esta segunda pieza tan actual se complementara con la primera, tan imperecedera, y permitiera así terminar la noche con una sonrisa satisfecha en vez de con un rictus anonadado. Uno de nuestros colaboradores la define como ‘una obra con un planteamiento original, con muy pocos elementos en escena, sin artificios técnicos y bastante divertida. La filosfía de la obra es la superiodad del teatro sobre la televisión y de los valores espirituales sobre los ecónomicos’.
En cualquier caso Teatro de la Guindalera ha demostrado en su incursión en el Canal ser una presencia importante en la vida teatral madrileña. La programación de su sala merece ser seguida con la misma atención que la de los espacios consagrados. El arriesgado experimento ha sido un éxito.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Dirección, 7
Escenografía, 7
Interpretación, 7
Iluminación, 7
Producción, 7
Documentación para los medios, 5
Programa de mano, 5
TEATROS DEL CANAL
La larga cena de Navidad, de Thornton Wilder
Odio a Hamlet, Paul Rudnick
Teatro Guindalera
Director: Juan Pastor
Del 20 de diciembre al 6 de enero
La larga cena de Navidad
Dirección y espacio escénico: Juan Pastor
Ayudante de dirección: José Maya
Vestuario y ambientación: Teresa Valentín-Gamazo
Iluminación: Pablo Jaenicke
Asesora de canto: Noemí Irisarri
Asesor de movimiento: José Troncoso
Fotografía: Manuel Martínez y Manuel Benito
Regidor: David Benito
Reparto: Teresa Valentín-Gamazo, Ana Miranda, Juan Pastor,
Noemí Irisarri, Álex Tormo, Raúl Fernández, María Pastor,
Cristina Palomo, Carmen Gutiérrez, Iria Márquez, José Bustos y José Troncoso
Odio a Hamlet
Dirección y espacio escénico: Juan Pastor
Ayudante de dirección: José Bustos
Vestuario: Guadalupe Estévez
Ambientación: Teresa Valentín-Gamazo
Iluminación: Paco Jaenicke
Música: Pedro Ojesto y Marisa Moro
Coreografía: Elvira Sanz
Reparto: Raúl Fernández, María Pastor, José Maya, Ana Miranda, Álex Tormo y Ana Alonso.