El teatro requiere personajes y situaciones mucho más trabajados que la tele
Una trama enrevesada en las altas esferas del poder económico-político-financiero que parece escrita para la televisión, con un protagonista de cartón, acción trepidante, buenos personajes secundarios y gran despliegue de teléfonos móviles, vídeocámaras, ordenadores portátiles y demás parafernalia del ajetreo social. A los pocos minutos el espectador queda sumido en ese barullo de persecuciones y enfrentamientos típico de las películas de acción. Un texto muy bien documentado se convierte en una avalancha de información sin dosificar cuya mayor parte el público se pierde porque los acelerados diálogos de los actores casi no se entienden. Un esfuerzo ingente que se desparrama en un argumento disparatado desde su planteamiento inicial.
El lugar de los hechos es el despacho del presidente de la multinacional ‘Petresa’, con sala de reuniones anexa, un habitáculo sobre el quela escenógrafa ha colocado tres grandes pantallas donde se proyectan continuamente acontecimientos simultáneos y referentes. No es mala idea, pero las pantallas se comen el escenario y agravan el frenesí histérico de lo que vemos, diálogos atropellados interrumpidos continuamente con conversaciones por el móvil, idas y venidas a toda velocidad por el pasillo del fondo, entradas y salidas incesantes entre ambas estancias, una agitación permanente entre los personajes: Solís, el presidente ejecutivo, su adjunto de confianza David Rozas, y el abogado de la empresa Armando Tudela; un ejecutivo que representa a los intereses bancarios y financieros que van a demandar a la empresa por el impago de su gigantesca deuda; el vicepresidente del gobierno Pedro Riopérez; un un chantajista de altos vuelos disfrazado de noble idealista llamado Pablo Martínez y un informático espía que responde al nombre de Dani Ledesma.
Desde los primeros diálogos se descubre con preocupación que los actores hablan demasiado deprisa y que vocalizan demasiado poco, en algunos casos hasta el punto de resultar ininteligibles. El director les ha caracterizado con rígidos tics que impiden que parezcan reales. Los ademanes son exagerados, gritan todo el tiempo. Tienen que hacer creíble la disparatada trama de que el presidente del gobierno y su esposa han parado de madrugada a llenar el depósito en una gasolinera de la red de ‘Petresa’, y de paso han vivido una escena sexual apasionada que ha sido grabada en las vídeocámaras de seguridad. El dueño de la gasolinera es el chantajista, que quiere mucho dinero a cambio pero sobre todo una reivindicación política muy difícil de cumplir. Las negociaciones a tres bandas, complicadas con los intereses espurios de las partes, son el meollo de la pugna del bueno (y su impensable aliada secreta) contra todos los malos que le rodean.
Las tres grandes pantallas en continuo trajín colaboran a la confusión. Ciertas interesantes observaciones sobre la economía y las finanzas actuales quedan encajonadas en una trama que va enredándose hasta crear un embrollo que resuelve expeditivamente un final peliculero.
El director se ha contagiado de la vorágine en vez de refrenarla a extremos digeribles. El elenco no consigue salvar a esos endebles personajes con los que deben lidiar. Resulta especialmente irritante el héroe de mentirijillas, arrogante mamarracho de los que abundan en estos días. Y rozan el suspenso -teatral, en televisión a lo peor resultaba- los demás actores. Da la impresión de que junto al resto del equipo técnico cumplen órdenes equivocadas y lo hacen con resignación. Los elementos puestos en juego habrían rendido un resultado aceptable en un telefilme de ocasión. En el sólido recinto del Teatro Fernán Gómez parecía un injerto inadecuado. Apenas unas decenas de personas asistían a la representación el último miércoles y cumplieron con los aplausos reglamentarios sin muestras de disgusto ni de entusiasmo. El público teatral madrileño es bastante acomplejado y nunca muestra disgusto por más que lo frustren.
Las obras teatrales de temática actual en torno a la crisis y sus precedentes, son ya abundantes. Siempre es mejor que importar temas y situaciones. Pero la cosecha hasta el momento está resultando mediocre. Se debe, creemos, a una inflación de prejuicios que impide mirar limpiamente a los acontecimientos sin repetir lugares comunes, leyendas urbanas, geniales inventos del tebeo destinados a arreglar el mundo, y esa papilla indigesta a la que llaman opinión pública-
‘Me incliné por un formato de thriller, intentando reflejar los tempos habituales en el mundo de la política/ negocios, con decisiones trascendentes, y que en muchas ocasiones nos atañen a todos, tomadas en cuestión de minutos’, explica el autor Fernando Ramírez Baeza, un economista con vocación literaria que ganó hace cuatro años el Premio de Teatro Carlos Arniches de Alicante para autores contemporáneos con esta obra. Pero ni los personajes sonde carne y hueso ni las situaciones resultan creíbles.
‘Cuando leímos Subprime tuvimos la impresión de estar ante un informe secreto que filtró Wikileaks, un informe que nos desvelaba como es el verdadero día a día entre los máximos responsables de la economía, la política y empresas del mundo’, añade el director Ricardo Campelo y corrobora el productor Salvador Collado, que indignados contra ‘una élite criminal, formada por presidentes de mega corporaciones, banqueros y políticos’, pretenden que ‘el teatro nos haga responsables de las actitudes que debamos tomar en consecuencia, ya que como dice Stephane Hessel “la peor actitud es la indiferencia”. Teatro de ‘agitpro’ aprovechando la inquietud reinante y la impunidad de la demagogia.
Pero el teatro es todavía el templo de la reflexión frente a la impudicia de la pequeña pantalla. Aquí el atontolinamiento de la acción vertiginosa no cuela. ‘Subprime’, que se ha representado anteriormente en siete ciudades y después de Madrid tiene previsto hacerlo en otras tres, demuestra que teatro y cine son géneros bien diferentes. Al menos hasta el momento.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 6
Dirección: 5
Interpretación: 5
Escenografía: 5
Realización: 6
Producción: 6
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 5
TEATRO FERNÁN GÓMEZ
Subprime, de Fernando Ramírez Baeza
Dirigida por Ricardo Campelo
Del 7 de marzo al 7 de abril de 2013
Reparto:
Ángel Solis – Pep Munné
Pedro Riopérez – Chete Lera
Pablo Martínez – Federico Aguado
David Rozas – Daniel Huarte
Armando Tudela – Aitor Gaviria
Dani Ledesma – Aure Sánchez
Carlos – Antonio Salazar
Luis – Jorge Lora
Equipo artístico y técnico:
Escenografía – Mónica Boromello
Audiovisual – Jacobo Saro
Iluminación – José Manuel Guerra
Espacio Sonoro – Miguel Simancas
Escenografía: Mónica Boromello
Realización audiovisual: Jacobo Saro
Iluminación: José Manuel Guerra
Espacio Sonoro: Miguel Simancas
Producción: Salvador Collado, Producciones el Zacatín, S.L. y Subprime Teatro
Colaboran, Gobierno de España Ministerio de Cultura Secretaria de Estado de Cultura, Burger King, Botanic London Dry Gin.