Aprendiendo a hacer el payaso (y otras cosas)

Los talleres de circo del Price enseñan técnicas circenses a adultos y niños a partir de 5 años

Aprendiendo a hacer el payaso (y otras cosas)
Una niña practica trapecio en los talleres del Price. EC

Subirse a pelotas gigantes más altas que uno mismo; caminar por la cuerda floja, balancearse en un trapecio o subir por largas telas donde uno puede esconderse, escalar, enredarse y dejarse caer como un mono, saltar en la cama elástica… un auténtico sueño hecho realidad para los niños, cuyas ansias de trepar y colgarse de cualquier objeto cotidiano suelen dar más de un quebradero de cabeza (metafórico y literal) a sus papás. Existe un sitio donde hacer el payaso y el mono no sólo es posible, sino que es el objetivo, y donde uno no tiene que estar preocupado del habitual «Cuidado, que te vas a caer…», porque todo está pensado y preparado precisamente para eso: para caerse y no hacerse daño.

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Los alumnos de los talleres de circo del Price se levantan los sábados por la mañana con una ilusión inusitada y sus padres, al menos con los que hemos hablado, sacrifican una mañana del fin de semana y un poco de la economía familiar (los cursos no cuentan con ninguna subvención y cuestan 25€ por día, aunque hay facilidades y rebajas según el número de clases que se contraten) porque lo vale. Sus hijos disfrutan y también aprenden, y no sólo a mantener el equilibrio. Profesores y padres aseguran ver cambios de actitud y capacidades sociales tangibles y reales con tan sólo un trimestre de clases.

El circo ya no es lo que era. Sus artistas no son esos seres diferentes, un poco marginales, que aparecían por la ciudad durante unos días al año y desaparecían después en sus caravanas. Y acorde con este nuevo espíritu de espectáculo artístico completo, que aúna danza, teatro y deporte, se ha convertido en una disciplina mitad artística mitad deportiva de la que los niños pueden disfrutar y sacar provecho. Los artistas de circo, diplomados en escuelas extranjeras o en algunas de las españolas como la escuela Carampa, de donde son los profesores del Price, reclaman un espacio más reconocido en el mundo de la cultura y de las artes escénicas. Y ahora, al hilo de unos tiempos donde la infancia y sus preparación para el mundo futuro (y su entretenimiento contínuo) preocupan, se han reconvertido también en pedagogos. Y transmiten sus conocimientos circenses a niños a partir de cinco años, y a adultos, con energía y paciencia.

Puede que, de entrada, su hijo no vaya a hacer espectaculares saltos mortales en el trapecio ni a lanzar cinco mazas por los aires con la destreza de un profesional. Los avances son modestos y pequeños, acordes con la edad y las capacidades de cada niño. Pero, lejos de frustrarse y abandonar, estos alumnos se muestran perseverantes y parecen disfrutar de cada pequeño avance. Como colofón que añade una gran dosis de interés a los talleres está «La muestra», el espectáculo conjunto de todos los alumnos que se monta al final de cada trimestre a padres y familiares. Aplausos, diplomas, y una hora de protagonismo compartido durante la que uno es artista de circo, de verdad.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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