El Teatro Español acoge el último montaje de Miguel Narros, estrenado el pasado junio, tan sólo unos días antes de su fallecimiento a los 84 años de edad. Narros está considerado uno de los nombres principales de la escena española de los últimos 50 años, gracias a que pudo trabajar con aquel régimen, durante la transición y con el régimen actual, algo que cainismo e intolerancia han permitido a pocos de nuestros intelectuales. Desgraciadamente, su ultimo trabajo de dirección procura una versión tan comercial y tan facilona de ‘La dama duende’ que convierte la magnífica comedia de Calderón de la Barca en un conjunto de chirigotas que impide gozar del bello texto y oscurece la perfecta trama. El público debe auparse ante los clásicos, y no los clásicos inclinarse ante el público. Con este equivocado método de versionar, hace tiempo que Shakespeare sería de banal aburrimiento.
Pedro Calderón de la Barca era un ambicioso autor joven que aún no había cumplido los treinta cuando escribió esta obra, una de sus comedias más famosas. Doña Ángela es una joven viuda harta de esta sometida a los dos fantoches de sus hermanos. Quiere el azar que venga a alojarse a la casa donde viven los tres un apuesto tontinaca, que lo haga en una estancia que comunica secretamente con la de la dama ociosa, y que esta por entretenerse inicie el juego audaz de simularse duende. Apariciones, lances, malentendidos y grescas se suceden sin cesar hasta el final feliz imprescindible en el género.
La comedia resiste la prueba del algodón de lo que parece o no verídico. Estando bien urdida la trama, siendo precisa la estructura, y aceptables -aunque tópicos y planos- los personajes, lo verdaderamente soberbio es el texto, en un castellano rimado de belleza deslumbrante e inteligencia suprema. Bastaría recitar con claridad y declamar en forma sobria, resultar inteligibles en suma, y los actores podían quedarse sentados toda la obra sin que desmereciera mucho. Pero al parecer el público es tonto y tonto debe permanecer; no entiende a los clásicos: hay que mascárselos y envasarlos homologados en la industria del entretenimiento. Y así se destroza La dama duende como tantas otras obras de nuestros clásicos, convirtiendo el ingenio en chascarrillo, la sutileza en sal gorda, y una pieza de autor y un texto sagrado en un montaje de carreras y aspavientos, de gesticulación exagerada, de diálogos ralentizados y trufados de tonillos, soniquetes y acentos de la más deprimente actualidad cotidiana.
Calderón para bobalicones, Calderón facilón y resultón, Calderón hortera. Pedro Víllora dice que su adaptación ‘es respetuosa con las ideas de mixtificación, arrojo y comicidad que emanan de un texto igualmente respetado, aunque reducido’ y cree que la obra es ‘una indagación a propósito del azar’. Su contribución parecería correcta, si la lentitud de los parlamentos y las divagaciones escénicas no alargaran la obra hasta el sufrimiento durante el último cuarto de hora. La escenografía también es correcta, pero no resuelve del todo satisfactoriamente la clave del montaje, la alacena que comunica las dos estancias donde transcurre la trama. La alacena está al fondo y en un lateral al mismo tiempo, y no termina de ocupar el centro de la escena. Un escenario giratorio quizás hubiera sido adecuado. De la coreografía también puede decirse que funciona, aunque resulte excesivo el frenesí saltimbanqui de algunas escenas y atrabiliarios ciertos movimientos de los personajes. La iluminación es buena, pero falla en algunos aspectos esenciales, como el encendido y apagado de candiles, y los oscuros totales en las pausas de las dos escenas últimas. Buen vestuario y una música que busca impactar más que seducir completan una producción notable.
Pero siendo buenos los ingredientes, la mezcla no resulta y la salsa se espesa. Y esta es la responsabilidad del director, que quiere divertir por encima de todo, que hace hincapié exagerado en el componente gracioso y desequilibra una obra construida sobre sutilezas y ahora deconstruida en obviedades. Una responsabilidad especialmente decepcionante a la hora de dirigir a los actores y actrices, que interpretan en claves grotescas y burlonas lo que debía ir en serio, pues ya están los diálogos para señalar matices e intenciones sin necesidad de tantos ademanes, tantas inflexiones, tanto gesticular y tanta gracieta que arruinan sus interpretaciones, destrozan sus personajes y convierten a esta dama duende en una carantoña.
Mal, definitivamente, Diana Palazón como Doña Ángela, y mal también el protagonista masculino, Chema León, con un deplorable rictus de sonrisa forzada, que va y viene sin que sepamos por qué. Los dos tienen buenos momentos, pero oscilan continuamente de registro entre tomarse en serio y a broma a sus personajes, con lo cual el público también se confunde y se cansa. Gustó -no a nosotros- Marcial Álvarez en un histriónico Don Luis que hace pareja con un desajustado Don Juan. Mejor los secundarios Iván Hermes y Mona Martínez en esos papeles graciosos a los que les sobra gracejo para resultar redondos. El reparto no casa del todo en edades y apariencias. Los actores han seguido al director y el director les ha llevado por ruta equivocada.
De los últimos montajes del fallecido Miguel Narros, que en paz descanse, no nos gustaron ‘Los negros’ de Jean Genet en enero de 2011 (ver reseña), ni ‘La noche de los generales’ de José Luis Santos en 2009 (ver reseña); y sin embargo nos pareció notable su trabajo en la Yerma que dirigió en enero pasado (ver reseña). Era de admirar que se mantuviera a sus años al pe de un cañón tan difícil de manejar como la dirección escénica. Descanse en paz.
El estreno fue también el de esta nueva temporada madrileña, y si nos arriesgamos a interpretarlo en clave simbólica, sentimos flotar en el ambiente la misma autosatisfacción gremial, la misma vacuidad existencial de siempre, agravada por una deriva cada vez más marcada en sentido contrario a la excelencia. No empezamos con buen pié. Dios lo remedie.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Texto: 8
Adaptación: 7
Dirección: 6
Interpretación: 6
Escenografía: 7
Iluminación: 7
Vestuario: 7
Realización: 8
Producción: 7
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: 6
TEATRO ESPAÑOL
‘La dama duende’, de Pedro Calderón de la Barca
Versión: Pedro Víllora
Dirección: Miguel Narros
Del 4 al 15 de septiembre
Reparto por orden de intervención:
Don Manuel, Chema León
Cosme, Iván Hermes
Doña Ángela, Diana Palazón
Isabel, Mona Martinez
Don Luís, Marcial Álvarez
Don Juan, Emilio Gómez
Doña Beatriz, Eva Marciel
Clara, Paloma Montero
Rodrigo, Antonio Escribano
Equipo Artístico
Coreografía, Marta Gómez.
Vestuario, Almudena Rodriguez.
Música, Luis Miguel Cobo
Iluminación, Juan Gómez Cornejo
Escenografía, Mónica Boromello
Producción, Producciones Faraute.
Comentar desde Facebook