Desencuentro con Carrillo y Suárez

Desencuentro con Carrillo y Suárez

Ciertamente, hubo una reunión secreta el 27 de febrero de 1977 entre el presidente del Gobierno Adolfo Suárez y Santiago Carrillo secretario general del PCE aún ilegal. Eso es lo único de cierto que contiene ‘El encuentro’, un texto flojo, pobremente puesto en escena y regular interpretado. Otra ocasión fallida de contribuir al conocimiento del pasado reciente con buenas artes y no con prejuicios, halagos a la opinión dominante y falta de respeto por el pasado, por el presente y por el futuro.

La obra supone que la tarde del 27 de febrero de 1977 Adolfo Suárez y Santiago Carrillo acordaron la legalización del Partido Comunista y las líneas maestras sobre las que se asentaría el gran pacto para La Transición. Las cosas fueron más fluidas y complicadas, aunque es lícito el recurso dramático de concentrar el proceso en un punto espacio-temporal determinado.

Pero para hacerlo hay que documentarse muy a fondo, hilvanar una trama creíble, y escribir un texto que parezca verídico. Son al menos seis meses los que llevó el asunto y se concentran en un diálogo de ochenta minutos. Los diálogos teatrales son muy socorridos porque sale barato resumir historias con dos actores y un mueble bar, pero casi ninguno de los que henos visto subir a los escenarios en la última década puede decirse que saliera redondo. Y este no es una excepción sino que agrava la regla.

El planteamiento teórico que se nos presenta es aceptable: ‘Ambos aceptaron pactar un encuentro muy peligroso para ambos, en un momento en que el país era de una inestabilidad extrema, y fueron capaces de reconducir sus intereses partidistas por un bien común. Es un encuentro secreto, mantenido a espaldas incluso de los suyos. Ambos representan las dos caras de la moneda de un país, que hace relativamente poco dirimió sus diferencias, en una guerra civil de triste recuerdo. Discuten, desarrollan estrategias, se interpelan, se recriminan, se ponen a prueba, se amenazan, hablan del pasado, del presente, del futuro… Tienen claro que gane quien gane esta batalla, nunca debe perderla el país’.

Pero en realidad la pieza es un alegato justificador y embellecedor de don Santiago y una injusta caricatura como fascista y oportunista de don Adolfo. Simulando imparcialidad, siempre se lleva agua al mismo molino; se hace de la reciente campaña de agitación y propaganda en torno a los rojos sin enterrar, eje central de la pieza, cuando entonces ni se planteaba; se presenta un Carrillo ennoblecido hasta físicamente y un mindundi Suárez. Y lo que es peor, se presenta aquel pacto de izquierdas y derechas para construir una monarquía parlamentaria como un engaño del que hay que vengarse agitando las calles. Es tal conjunto de insensateces que hemos dudado si ni isquiera merecían comentario.

Pero lo merecen, porque casualmente coinciden con toda una parafernalia desenterrada en los últimos tiempos, mezcla de medias verdades y grandes mentiras, que quiere reescribir la historia reciente en clave de odio y que calcula que la barbarie del 36 ya está suficientemente lejos como para tentarla. El autor del texto, Luis Felipe Blasco Viches juega a lo fácilón de forma irresponsable y por ello tiene nuestro criterio rotundamente en contra. Como autor teatral casi novel, desperdicia tristemente una ocasión de oro de demostrar valía, de aportar valor añadido a la escena española.
 
El director de la pieza, Julio Fraga, no quiere complicaciones y por supuesto se contenta con un mueble-bar y dos sillones en escena -para qué más recursos en un diálogo tan enjundioso-, con cortar la farragosa sucesión de librescas frases con timbrazos pugilistas y fundidos en negro, y con hacer que los interlocutores cambien de asiento, se sirvan sucesivas tantas de variados licores, y como gran aportación suplementaria, amenizar la escena con el ruido de la lluvia y unos focos que simulan coches que pasan. Más grave es su responsabilidad en el hecho de que los actores resulten poco creíbles, náufragos entre atisbos realistas y caricatura: ni son ni dejan de ser aquellos a los que imitan.

No obstante, para ser ecuánimes debemos matizar entre los intérpretes. José Manuel Seda hace un Suárez muy trabajado y cercano al original. Lástima que no se le haya caracterizado diez años mayor, pues lo convierte en un barbián peripuesto e inmaduro, y entonces tenía 45 tacos. Todo lo contrario que Carrillo, que era un señor muy feo, bastante bajito y grueso, con 62 años y mucha mala leche, y Eduardo Velasco le convierte en un maduro galán de brillantes dotes intelectuales, valor heroico y audacia sin par, de aspecto, modales y gestos poco o nada parecidos al original. Pero todo sirva a la coherencia de la pieza: el aspecto de los personajes casa con los parlamentos que se les atribuyen, y aunque disimulado, ya saben, uno es el bueno y otro es el malo.

Íbamos a contarles una breve aproximación a lo que ocurrió realmente entre la detención de Carrillo con peluca el 22 de diciembre de 1976 y la reunión del comité central comunista el 14 de abril de 1977, pero ni andamos sobrados de tiempo ni a lo peor les interesa. El pasado medio siglo se está difuminando a velocidad de vértigo y muchos pronto no van a acordarse ni de la madre que les parió.

El autor nos previene de que El encuentro ‘no es una obra historicista: es un espectáculo que aprovecha un episodio de nuestra historia para hacer una metáfora de nuestros días. Los personajes, aunque inspirados en Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, no lo son, del mismo modo que la reunión representada no es una reproducción de la que en su día se mantuvo’. Pero lo cierto es que pretende ser real y la pieza corre el riesgo de sumarse a ese monumental tsunami de malentendidos y maledicencias, de memorias falsas, reescrituras de los hechos, fabricaciones pseudo históricas y calentones de barra de tasca que inunda internet, atarea a cientos de tribunos y motiva a una vanguardia de agitadores desocupados en la infame tarea de mentir como si tal cosa.

La pequeña sala estaba casi llena, y risitas cómplices no dejaron de subrayar las ocurrencias y los lugares comunes. Los aplausos al final fueron generosos, prolongando en una vez más las tres rituales salidas a escena que demuestran una aceptable respuesta. Pero la programación del Teatro Español está un tanto al pairo: coinciden en sus cuatro salas piezas muy regulares. 

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 5
Texto, 5
Dirección, 5
Escenografía, 4
Vestuario, 6
Interpretación, 6
Producción, 4
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 5

 
Teatro Español – Sala Pequeña
‘El encuentro. La noche más frágil de la transición’
De Luis Felipe Blasco Vilches
Dirección Julio Fraga
Del 25 de febrero al 30 de marzo de 2014  

Intérpretes: José Manuel Seda y Eduardo Velasco  

Equipo artístico: 
Diseño e iluminación  Julio Fraga
Dirección de arte    Gonzalo Narbona
Vestuario     Cristina Simón
Espacio sonoro    Santiago Martínez
Coordinadora de producción Charo J.Grueso
Ayudante producción   Isabel Mendoza Ayudante dirección    Verónica Rodríguez
Idea original    Eduardo Velasco   
Fotografía y vídeo    Julio León
Diseño gráfico   Ana Moliz 
Maquillaje     Lucía Torero
Técnico de iluminación y sonido Alberto Hernández  

Una producción de Avanti Teatro.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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