La pareja sentimental y artística formada por el escritor Declan Donnellan y el diseñador Nick Ormerod fundaron en 1981 la compañía ‘Cheek by Jowl’ -algo así como ‘Hombro con hombro’- que a lo largo de tres décadas se ha convertido en una de las más importantes del teatro contemporáneo. Por quinta vez visitan Madrid, la segunda en lengua rusa y dirigiendo equipos moscovitas. Su montaje de Medida por medida (Measure for Measure) de William Shakespeare, es como siempre en ellos innovador y portentoso, aunque el espectáculo tenga redundancias y no consiga levantar un texto y una trama menores dentro de la producción del más importante autor dramático de todos los tiempos.
Puro teatro de enredo, equivalente y equiparable a las mejores piezas de Lope de Vega y otros autores de nuestro Siglo de Oro. Una trama casi perfecta en la que se entremezclan las andanzas de trece personajes que son como un caleidoscopio de la sociedad de entonces y de la de ahora: dirigentes políticos de primera y segunda fila, que dudan en ser más justos que misericordiosos, o más tolerantes que legalistas; fauna de los bajos fondos que es tan sólo el envés de la misma moneda; jóvenes a los que la pasión arrastra a violar leyes absurdas y a los que el amor fraterno desafía en sus convicciones; presos y carceleros; policías y rufianes.
El Duque de Viena decide ocultarse de incógnito para ver las cosas desde otro prisma. Deja en el poder a su subalterno Angelo, el malo de la historia, no sólo porque legisla estrictamente y sin compasión, sino sobre todo como ocurre a menudo ve la paja en el ojo ajeno y es sin embargo capaz de la mayor bajeza. Condena a muerte a un joven que ha mantenido relaciones sexuales ilícitas con una doncella de buena familia sin tener en cuenta que han sido de mutuo consentimiento y sin acceder al indulto. La hermana del condenado, novicia a punto de jurar los votos, intercede ante Angelo y este la exige relaciones sexuales a cambio. En un desenlace largo y prolijo en el que se lucha contra el tiempo para impedir la ejecución, la madeja que aprisiona a todos los personajes se va desenredando en un final feliz en el que prima el perdón y en el que hasta el más malo tiene otra oportunidad.
Declan Donnellan dirige la pieza como un mecanismo de relojería preciso en todos sus engranajes. Ha aceptado la coreografía sorprendente de Irina Kashuba en la que todos los actores están en escena todo el tiempo y se mueven como una hidra asustada soltando personajes. El ingenioso movimiento en escena consigue captar la atención del público y colocarlo en ese estado hipnótico y dependiente que es el climax pocas veces alcanzado en el coitus teatral. Nick Ormerod ha ideado una escenografía mínima en base a cuatro cuadrados rojos de tamaño humano que dejarán ver su interior convirtiéndose en pequeños escenarios que atraigan la atención cuando ya no sirva el impacto de los actores corriendo en grupo por el escenario. La iluminación de sala de fiestas decadente combina con los plásticos rojizos en un ambiente de farsa intemporal reforzado por ese vestuario ecléctico que necesitan los clásicos, en el que hábitos monjiles chocan con atuendos punkies y funcionarios y policías visten al estilo ruso años setenta. Pavel Akimkin aporta una banda musical apropiada en la que destaca la crucial y hermosa intervención del condenado Claudio al violonchelo.
El elenco resulta irreprochable sobre todo porque actúa en ruso en una pieza escrita en inglés renacentista y con subtítulos en español. Todo ello ayuda a crear ese exotismo desconcertante que impide centrarse en la declamación. Pero si como opina con razón Donellan, ‘Las palabras son esenciales pero no lo son todo. Creo que es mentira eso que dice la Biblia de que el principio fue el verbo. Lo primero fueron las circunstancias, el movimiento, la respiración…», defendiendo que el 90% del trabajo de un actor está justamente en lo que no se dice, sin duda estamos ante un conjunto actoral de primera categoría, en el que nadie desentona y los personajes secundarios tienen incluso mayor prestancia que algunos protagonistas. Estamos pensando en los policías, por ejemplo.
Puede pensarse que Donellan adapta bien una reflexión de hace cuatro siglos a la Rusia contemporánea. Y tiene el mérito de que siendo el primer director extranjero que dirige en Rusia, ha captado la esencia y el espíritu profundo del teatro ruso, si es que existe. Y parece que existe: solemne sin pesadez, tragicómico sin estridencias, sentimental sin lagrimeo, veraz sin esperpento. El que nos gustaría también en nuestras tablas, aderezado por supuesto con los picantes ibéricos. Nuestros mayores reproches al montaje son las excesivas maniobras grupales al comienzo y la audiencia retransmitida al final. Nuestro mayor elogio es que la trama resulta perfectamente comprensible. Ota cosa ocurría en el montaje que en 2009, en el Teatro de La Abadía, dirigió Carlos Aladro, que nos permitió entonces (ver reseña) reflexionar largo y tendido sobre el original y sus posibles adaptaciones.
Donellan ha intentado convencernos de que Medida por medida es una de las más grandes obras de Shakespeare. Pero no estamos de acuerdo. El texto es correcto pero carece de los truenos y relámpagos de sus mejores piezas, de esos comentarios sobre la vida y la muerte, sobre los humanos y sus circunstancias que llenan sus mejores dramas de sabiduría perenne.
Quizás nuestros lectores agradezcan un breve resumen del paso anterior de la pareja qiue forman el discreto Ormerod y el locuaz Donellan por nuestras tablas. En 2010 trajeron al festival de otoño un Macbeth extraordinario, de austera ejecución y sobrio planteamiento al servicio de la magnitud de su texto (ver reseña). Ese sí es el mejor Shakespeare. En abril de 2012 pusieron en Las Naves del Español ‘Tis Pity she’s a whore (Lástima que sea una puta) de John Ford, un despliegue sensacionalista de impacto aún mayor (ver reseña). Y en noviembre volvieron con ‘Las tres hermanas’ el mejor Chéjov nunca visto por nosotros, ya en ruso y desde Moscú, como ahora, ya sin su compañía ‘Cheek by Jowl’ suplida y bien suplida por una gran tripulación autóctona (ver reseña). Y justo hace un año cambiaron de registro y de idioma y presentaron el ‘Ubu Roi’ de Alfred Jarry, en la más discutible de sus dos entrega consecutivas al ciclo ‘Una mirada al mundo’ del Centro Dramático Nacional (ver reseña).
Con estos antecedentes sobran los juicios, las calificaciones y los adjetivos. La pareja ya hizo Measure for Measure en 1994 con Cheek by Jowl, o sea que son dós décadas dándole vueltas al material original. Así se saca petróleo. En abril próximo llevarán el montaje a Londres. Sólo nos queda desear volvernos a tener por aquí para 2015. Da lo mismo lo que traigan porque será óptimo.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 8
Dirección, 9
Escenografía, 8
Interpretación, 8
Música y sonido, 8
Iluminación, 8
Producción, 9
Documentación para los medios, 6
Programa de mano, 7
CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL (CDN)
Ciclo Una Mirada al Mundo
Teatro María Guerrero
Medida por medida, de William Shakespeare
Del 18 a 21 de septiembre de 2014
Idioma: ruso con sobretítulos en castellano
Duración: 1 hora y 40 minutos aprox.
Producción: Cheek by Jowl y Teatro Pushkin de Moscú, en coproducción con Centro Dramático Nacional, Barbican (Londres) y Les Gémeaux/Sceaux/Scène Nationale.
REPARTO (por orden alfabético)
Alexander Feklistov, Anna Khalilulina, Nikolay Kislichenko, Andrei Kuzichev, Anastasia Lebedeva, Ivan Litvinenko, Alexander Matrosov, Elmire Mirel, Valery Pankov, Alexey Rakhmanov, Yury Rumyantsev, Peter Rykov, Igor Teplov
EQUIPO ARTÍSTICO
Declan Donnellan (Dirección), Nick Ormerod (Escenografía), Sergei Skornetsky (Iluminación), Pavel Akimkin (Música), Irina Kashuba (Coreografía), Kirill Sbitnev (Asistente de dirección).