El teatro precedió al psicoanálisis y a finales del XIX arrasó los escenarios con la irrupción de personajes de psicología compleja, con el descubrimiento de que las apariencias engañan, sobre todo en lo referente a aquellas sumisas mujeres de la burguesía que pugnaban por romper la baraja. El noruego Henrik Ibsen ocupó lugar destacado en esta enorme apertura de horizontes y su drama Hedda Gabler es un clásico, aunque hoy haya perdido todo el impacto emocional con que irrumpió en 1890. El director Eduardo Vasco y la protagonista Cayetana Guillén no consiguen superar la gélida lejanía del texto y la artificialidad de la trama. La complejidad de la protagonista permanece inalcanzable y el melodrama discurre romo sin proporcionar aliciente emocional.
Ibsen es uno de los grandes perturbadores que acaban con el siglo XIX, y se le incluye en la estirpe de Fiodor Dostoievski, Friedrich Nietzsche y William Blake, por citar aportaciones en otros ámbitos, aunque podría hablarse también de colegas contemporáneos como Luigi Pirandello o Andrej Chejov sin ir más lejos que avanzaban por el mismo camino: personas de psicología compleja escondidas en personajes sociales estereotipados. Colaboró a renovar el teatro moderno con Casa de muñecas (1879) y Un enemigo del pueblo (1882), por resumir, y luego se volvió más analítico y simbólico con una serie de obras como La dama del mar (1888) y esta Hedda Gabler (1890), prototipo de rica burguesa descontenta con su vana existencia, obsesionada con el aburrimiento en que naufraga su vida («A veces creo que sólo sirvo para una cosa en este mundo […] para aburrirme mortalmente», afirma en el acto II), y que como es habitual entre humanos en vez de hacer frente al problema cambiando su vida, canaliza su frustración haciendo daño al prójimo, especialmente en cuanto detecta algún atisbo de felicidad, de autenticidad, de libertad, de lo que ella no sabe ni puede ejercer.
Un personaje femenino complejo, de refinada maldad, de intelecto brillante, cuya mentalidad nos parece que radica en su absoluta incapacidad de amar. No la enseñaron de pequeña, y no supo aprender de mayor. Los infelices crónicos sufren y hacen sufrir mientras se aturden con simulacros vitales que disimulan una cobardía social malsana («Soy cobarde. Terriblemente cobarde», Acto II). Un personaje al que las más renombradas actrices han querido enfrentarse y frente al que Cayetana Guillén Cuervo naufraga irremisiblemente. Su Hedda Gabler no es lo suficientemente creíble y queda en personaje literario, aceptable en su intrínseca limitación.
Responsabilidad en ello debe tener el director pues el resto del reparto sufre, aunque en muy diferente manera, de parecido encorsetamiento, especialmente el Eilert Lovborg de José Luis Alcobendas y la Thea Elvested de Verónika Moral, una pareja de personajes no menos complejos y no más logrados. Por el contrario, tía y sobrino compensan, y la Julia Tesman de Charo Amador y el Jorge Tesman de Ernesto Arias, nos convencieron; El juez Brack de Jacobo Dicenta queda en el justo medio, correcto.
Yolanda Pallín no cumple la para nosotrtos exigencia mínima a todo versionista, declarar bajo juramento los cambios efectuados sobre el original. La original -bella a la par que sencilla- escenografía de Carolina González es una gran aportación que potencia el majestuoso escenario del María Guerrero con ese gigantesco cortinaje, pero no es acompañada por un atrezzo a su altura y mucho menos por un creativo movimiento escénico, limitado a cambiar sillas de sitio, colocar y retirar objetos sobre el piano y convertir el proscenio en un depósito de vestimenta. Vestuario que en su parte femenina, Thea y Hedda, nos resultó francamente inadecuado, por defecto y por exceso, respectivamente. Corecta la iluminación de Miguel Ángel Camacho y destacable la música de Ángel Galán y la presencia en el escenario del pianista Jorge Bedoya. Una coproducción de calidad al servicio de una pieza que no consiguió motivarnos.
El director incluye un poema alusivo al argumento en el programa de mano, algo no frecuente y de agradecer, aunque el poema resulte prosaico y no ayude a entender. En víspera del primero de mayo, el teatro no estaba lleno y los espectadores quedaron bastante fríos al final del espectáculo.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Texto, 8
Dirección, 8
Escenografía, 8
Interpretación, 8
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 7
Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
HEDDA GABLER
de Henrik Ibsen
Dirección, Eduardo Vasco
Versión, Yolanda Pallín
Del 25 de abril a 3 de 14 de junio de 2015
Reparto
(por orden alfabético)
Eilert Lovborg – José Luis Alcobendas
Julia Tesman – Charo Amador
Jorge Tesman – Ernesto Arias
El juez Brack – Jacobo Dicenta
Hedda Gabler – Cayetana Guillén Cuervo
Thea Elvested – Verónika Moral
Músico – Jorge Bedoya
Equipo artístico
Dirección, espacio sonoro y vídeo – Eduardo Vasco
Versión – Yolanda Pallín
Escenografía – Carolina González
Vestuario – Lorenzo Caprile
Iluminación – Miguel Ángel Camacho
Música – Ángel Galán
Caracterización – Sara Álvarez
Fotos – MarcosGpunto
Coproducción – Centro Dramático Nacional, Mucha Calma y Noviembre Teatro
De martes a sábados, a las 20. 30 h – Domingos, a las 19. 30 h
Encuentro con el público – Sábado 23 de mayo.