El actor Daniel Guzmán debuta en la dirección con su abuela como una de las protagonistas.
El intérprete dio el salto a la dirección con el cortometraje Sueños (2003), con el que consiguió un premio Goya, y ahora se estrena en el largometraje con A cambio de nada, una historia «intergeneracional» que pone el foco en la adolescencia y se sirve de los «archivos» personales de su director, aunque él asegura que muestra solo «un porcentaje menor» de lo que ha vivido.
La cinta, que se estrena el viernes 8 de mayo, llega a las salas de todo el país tras haber conseguido la Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga, así como la Biznaga de Plata al mejor actor de reparto, por la actuación de Antonio Bachiller.
A pesar de este éxito, Guzmán confesó que no se siente capaz de leer lo que se ha escrito de la película ni tampoco quiere acudir a los estrenos porque no puede evitar ver fallos. Esta aventura arrancó hace varios años y se ha hecho realidad después de varios intentos, tal y como ha señalado su director, quien pone el foco en la adolescencia y viaja a su propio pasado para conseguir un «mayor contacto con la realidad», algo que, según admitió, supone «mucha exposición», aunque la proporción de los pasajes reales y ficticios finalmente será decisión del espectador.
DANIEL GUZMÁN: «NO HABÍA NADIE MEJOR QUE MI ABUELA PARA HACER EL PAPEL, MÁS AUTÉNTICA»
Eso sí, ha confesado que él era «bastante más» gamberro y travieso de lo que es el personaje de Darío. «Esto es un porcentaje menor de todo lo que he vivido, y de la inquietud y curiosidad que me ha llevado a hacer todo lo que he hecho», dijo.
A cambio de nada narra la historia de Darío (Miguel Herrán), un chico de 16 años que vive en un barrio obrero de Madrid, y que disfruta junto a Luismi (Antonio Bachiller), su vecino y amigo del alma. Mantienen una amistad incondicional, se conocen desde que tienen uso de razón y juntos han descubierto todo lo que saben de la vida.
Ambos venden piezas de moto robadas a Justo ‘Caralimpia’, el dueño de un taller de barrio, un pobre diablo con aires de triunfador venido a menos, que intenta sobrevivir tapando sus propias miserias.
Cuando Darío se escapa de casa, huyendo de su infierno familiar y de la separación de sus padres, comienza a trabajar en el taller de ‘Caralimpia’. Pronto conocerá a Antonia (Antonia Guzmán), una anciana que recoge muebles abandonados con su motocarro y junto a ella descubre otra forma de ver la vida. A partir de entonces, Luismi, ‘Caralimpia’ y Antonia se convierten en su nueva familia.
Para el papel de Antonia, Guzmán recurrió a su propia abuela: «No había nadie mejor que ella, más auténtica, con esa luz, esa verdad, ese sentido del humor y esa empatía que genera». No solo quería hablar de la adolescencia con este film, quería ir más allá.
Para hacer realidad este proyecto ha tenido que recurrir a financiación privada e incluso se ha visto obligado a «reinventar» el modelo de financiación para hacer la película porque «a priori» no había apoyos, algo que se debe, entre otros motivos, a la «crisis» y a los «incentivos fiscales» que hay.
A pesar de las dificultades, Guzmán asegura que no se le han quitado las ganas y de hecho ya piensa en su próximo proyecto, una comedia canalla, muy ácida y muy extrema con un contenido social muy emocionante.