De monólogos fallidos está empedrado el infierno teatral. Son fáciles de montar y sólo necesitan un actor con gancho. Pero fácilmente pueden deslizarse por el aburrimiento y la artificialidad. Este payaso nos conmina a reírnos pero resulta patético. Este payaso quiere ser tierno pero no pasa de melodramático. Este payaso quiere predicar virtudes pero derrocha gritos y aspavientos un tanto desagradables a tan corta distancia. Este payaso se mofa de ti si no te ríes. Puede que atraiga espectadores conformistas y tenga críticos favorables, pero lo que se oye y se ve no va más allá de un rato incómodo.
El actor Luis Bermejo y el productor Luis Crespo han dado una larga trayectoria a Teatro El Zurdo, con una docena de estrenos, entre ellos una trilogía del dramaturgo José Ramón Fernández que ahora ha escrito este homenaje a los payasos, un oficio otrora venerado en el mundo del espectáculo, hoy desaparecido en su versión clásica: aquellos clowns de nariz roja y cara harinada, zapatones y trompetilla, que entretenían al público entre las grandes atracciones, siempre con los mismos gags, siempre cayéndose, siempre haciendo reír dando pena.
Un payaso que espera su turno para salir a escena, evoca recuerdos mientras trata desesperadamente de hacernos reír con tics faciales, gestos ridículos y movimientos epilépticos, ya sea comiéndose un plátano a dos carrillos o enseñando el calzoncillo, mientras lanza variadas peroratas moralizantes sobre lo bueno que es reírse y el importante papel social que juega su profesión para la buena marcha del mundo. Luis Bermejo, francamente, no nos gustó nada.
Su presencia en el escenario se va haciendo más y más incómoda a medida que aumenta su presión autoritaria por provocar carcajadas en el público con gesticulaciones exageradas y chistes malos, y a medida que entre el público se repiten sospechosamente risitas aisladas que suenan a cómplices. Así, entre un payaso que ridiculiza a quien no se ría de sus payasadas y un público esforzado por seguir la corriente -donde va Vicente, donde va la gente- aumenta la claustrofobia de quien no está en la pomada o de quien, mire usted por donde, sólo se ríe cuando le hacen reír de verdad y no cuando le obligan a ello.
Autor, director y actor confiesan que han construido conjuntamente El minuto del payaso, aportando entre todos hasta llegar a esto. La puesta en escena es pobre y monótona, la producción no podría ser más económica. La Red Nacional de Teatros y Auditorios (Redescena) asegura una potable gira que comenzó en Redondela y tras Madrid llegará a Sevilla y Alicante. ‘¿Dónde está la aventura, el riesgo, el viaje, en definitiva… ¿Dónde está la vida como experiencia?’, nos interroga Fernando Soto. Y nosotros le devolvemos la pregunta.
‘Todos hemos colaborado en proponer y cambiar cosas y esto me da mucha libertad para improvisar cada día pequeños aspectos que hacen diferente la función. La exigencia es alta, hay que estar irradiando permanentemente y abierto a las pequeñas variaciones, intentando provocar esa risa catártica que te defiende del miedo’, ha declarado Bermejo, que dentro y fuera del escenario insiste en descalificar a quien no le ría la gracia
‘Es como si tienes a Fernán-Gómez y le escribes el personaje de El pelirrojo (Los ladrones somos gente honrada). Yo he escrito sobre Luis para dibujar al payaso’, asegura José Ramón Fernández. ‘Luis es un tío comprometido con la realidad. Le he dicho que diga lo que le apetezca. Yo sólo pongo el 25% del payaso. Él lo conoce mejor que yo’. Pues nos parece que se ha equivocado de plano. Ya en 2012 José Ramón Fernández hizo la dramaturgia, Luis Bermejo estuvo a cargo de la dirección, y Fernando Soto hizo de Sancho Panza en ‘Yo soy Don Quijote de la Mancha’, una versión edulcorada del ingenioso hidalgo en el Teatro Español, un trabajo que calificamos de notable raspado (ver nuestra reseña de entonces). Ahora cambian papeles, y Bermejo interpreta y Soto dirige. En 2009, una muy buena puesta en escena de su texto ‘La Tierra’ (ver nuestra reseña de entonces) nos llevó a juzgar a Fernández como un valor contable de la dramaturgia española . Con este payaso tan sentimentaloide y trillado, nos hace dudar.
Al día siguiente del estreno, y con la pequeña sala medio llena, el público venía predispuesto a reír y aplaudir. Y lo hizo. En el programa de mano se incluye un parlamento de la obra, probablemente el que ha parecido mejor a los autores de la propuesta. Aquí está reproducido para que juzguen y vean: ‘En un minuto Charlie Rivel nos hacía llorar de risa. Y Tortell Poltrona nos calienta el corazón. La gente entra con toda Su mierda y con todo Su mundo hijo de puta Y en un minuto Se lo arrancas y lo tiras lejos, Fuera de aquí. Luego salen a la calle Y se tropiezan con él y se lo Vuelven a meter En el bolsillo. Se meten en el bolsillo Su mundo hijo de puta Como si fueran Las llaves de su casa. Pero se les ha quedado dentro La lucecita de una sonrisa. Y cuando menos se lo esperan, En medio de su mundo hijo de puta, Se les mete en el oído La voz de Zampabollos: “Un puentecito, un puentecito” o la voz de Charlie Rivel: “Uhhhhh” o la voz de Pepe Viyuela: “Jodeeer” Ese minuto les puede salvar la vida’.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 5
Dirección: 5
Puesta en escena: 5
Interpretación: 5
Producción: 5
Programa de mano: 6
Documentación para los medios: 6
Teatro Español – Sala Margarita Xirgú
EL MINUTO DEL PAYASO
De José Ramón Fernández
Dirección Fernando Soto
Del 16 de septiembre al 11 de octubre
Actor: Luis Bermejo
Vestuario y escenografía Mónica Boromello
Ayudante de escenografía Alessio Meloni
Iluminación Eduardo Vizuete
Selección musical Fernando Soto
Diseño gráfico Chapo
Producción ejecutiva Luis Crespo
Dirección Fernando Soto
De martes a domingos a las 20:30h.
A partir del 1 de octubre: domingo, 19:30h
Duración aprox. 75 minutos.