Teresa o el sol por dentro

Del Quijote a la mística, El Brujo completa su sobresaliente doble propuesta

Teresa o el sol por dentro
Teresa o el sol por dentro - Teatros del Canal

Rafael Álvarez empalma El Quijote con Santa Teresa sin inmutarse, apenas añadiendo unas sillas al escenario y cambiando el atuendo oriental por el traje de etiqueta. Y a palo seco, con los mismos gestos y parecidas bromas, consigue embrujar a un teatro repleto durante dos horas de palique ingenioso y tierno. Puede que posea el carisma más potente de la escena española, el secreto de la empatía por el que actores y autores darían media vida. ‘Teresa o el sol por dentro’ es otro sobresaliente de una cartilla repleta de las mejores notas.

Aunque el espectáculo se subtitula ‘recital con las composiciones poéticas de Santa Teresa más significativas’ es más bien una selección de episodios de la parte menos conocida de su biografía, hasta cuando con 50 años de edad tuvo esa visión que cambiaría su vida ante una imagen ‘de Cristo muy llagado’ que la condujo a la reforma de la Orden del Carmen, a sus carmelitas descalzas.

‘Episodios teatralizados e intercalados con los poemas. Para lograr el equilibrio entre estas dos fuerzas contamos con la inestimable ayuda del Espíritu Santo. Es decir, el humor, que como corriente eléctrica vivifica, despoja, limpia y, puesto en su sitio, conduce hacia otros propósitos’, explica el autor/director/actor, este hombre orquesta que todo se lo guisa y todo se lo come con admirable sencillez, adoptando ese aire improvisado que es su mejor etiqueta junto a ese humor inocente y pacífico, ni satírico ni burlesco, algo irónico, muy paródico, nada sarcástico, lejano de lo grotesco.

Presenta una Teresa de Cepeda y Ahumada -niña traviesa, adolescente vivaracha, joven inquieta, mujer sabia- carnal y humana, como le gusta a la gente representarse a los humanos excepcionales. Vence con absoluta naturalidad el desafío de un hombre mayor haciendo de mujer joven y lo hace sin un sólo ademán ni un tonillo que imite a lo femenino. Sigue una trayectoria cronológica, las fugas infantiles, los trastornos y tentaciones adolescentes, el fiasco conventual y el creciente despegar de una mente ansiosa de trascendencia, que aprende a volar por las altas dimensiones espirituales, de las que muchos niegan su misma existencia, ignotas para la inmensa mayoría de los mortales, pero refugio siempre de una minoría iluminada por ese sol interior que es el alma conectada.

Para entrometerse en tales berenjenales hay que entender un poco la materia a tratar, y lo mejor de Rafael Álvarez es que demuestra entenderla y lo que es más difícil, hablar de ello con tal naturalidad que ni los descreídos más crueles se atreverían a mofarse. Este Brujo entiende de tradiciones espirituales orientales y occidentales, de kundalini y chakras, de psicología transpersonal y otras hierbas que no se fuman, y sólo por sus incursiones en el lado certero del movimiento Nueva Era, merecería que corriera la voz por esos cada vez más poblados lares, y por desgracia, cada vez más desorientados y comercializados.

¡Qué les vamos a comentar de la pieza! Esa sucesión chispeante de chistes y mensajes, de guiños y señales que constituye su original técnica. Largas disgresiones hilarantes a costa del cura de su pueblo, de Pajaristas y Palomistas (PP), de cualquier asunto del momento. Idas y vueltas por el escenario, caprichosas pero dotadas siempre de sentido. Un torrente oral que hace de la extraordinaria capacidad de modulación un arte sugerente. Todo es El Brujo con sus condimentos habituales, la hermosa iluminación de Miguel Ángel Camacho, la música de Javier Alejano (por qué tan escasa y marginada), y una escenografía rica de aire, llena de espacio, con tres sillas, una mesa y un atril sin más secreto que eso tan tonto que es el buen gusto.

Demos pues la palabra a este comediante en el buen sentido, a este juglar aunque suene cursi, porque se explica bien, y cuando se explica se entiende mejor lo que pretende: ‘Hacer un espectáculo sobre una figura prominente no entraña una especial dificultad, a menos que no sea una dificultad estrictamente técnica, cifrada en los pasos habituales de un proceso que para mí ya es bien conocido: documentación, estudio, selección de contenidos, escritura del texto, memorización, ensayos y finalmente la presentación ante el público, a partir de la cual vienen aún más cambios, ya que es ahí donde se encuentra la medida y la decantación final de ese proceso. Este es el camino habitual en la juglaría moderna y en algunos estilos tradicionales como La Comedia del Arte, por ejemplo. Y esta es mi línea de trabajo, aplicada con frecuentes resultados satisfactorios. Pero la verdadera y real dificultad en esta ocasión, consiste en que la figura prominente es una referencia decisiva de las letras del Siglo de Oro español y al mismo tiempo de la mística occidental.

‘¿Qué es la mística para nosotros hoy? ¿cómo podría descubrirse el tesoro perenne de estas «figuras de la gesta», los místicos, para el hombre moderno, posmoderno, forzado a satisfacer perentorias y ficticias necesidades y obligado a reprimir sus instintos, sin imaginar si quiera que cabe la posibilidad de trascenderlos? Esta sí que podría ser una interesante gesta moderna, accesible al trabajo de un moderno juglar: la conmoción del corazón por medio de la belleza de la vida de estas figuras de la gesta espiritual. Esa sería sin duda, una gesta del arte.

‘Todos sabemos por experiencia que retirar la atención de nuestros propios sentimientos, percepciones e ideas obsesivas es sin duda una ascesis que supera con creces las renuncias de tipo físico y no pocas veces conduce a una refrescante e higiénica liberación. De la misma manera con un lenguaje tocado por «la gracia poética» Santa Teresa habla de lo que hoy llamaríamos «tendencia neurótica que busca a toda costa la seguridad», que sacrifica el ideal caballeresco y el sabor de la aventura por la «compulsiva necesidad» de encajar cualquier experiencia en un sistema lógico donde la experiencia pueda ser reelaborada, y en definitiva manipulada. Yo reconozco esta obstrucción de la espontaneidad vital como un síntoma claro de la patología del miedo. Pero ¿existe el miedo a la plenitud? Como diría Hamlet: «…hay muchas cosas…muchas más de las que jamás ni por asomo, soñó nunca nuestra filosofía». Por lo tanto, mente abierta, perspectiva infinita y valor frente a las rarezas imprevisibles de la filosofía. O sea, caballería andante, una vez más’.

Y lo mejor: ‘Aunque nos parezca algo demasiado elevado, irreal o distante todos tenemos derecho a la mística (¡el camino!) como a la instrucción, la sanidad o la salubridad de las aguas. Aún más si cabe’. Este sí que es teatro comprometido y programa drástico para la revolución pendiente, la interior, la de las conciencias.

Programa doble, aunado por el lema ‘Ingenio y mística’. Dos piezas muy parecidas para casar dos lumbreras absolutas. Tras ‘Misterios del Quijote’ (ver nuestra reseña) esta Teresa, la del sol por dentro.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Texto: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 8
Producción: 8
Programa de mano: 5
Documentación a los medios: n/v

TEATROS DEL CANAL
Teresa o el sol por dentro
Recital con las composiciones poéticas de Santa Teresa más significativas
El Brujo
Entre el 14 y el 25 de septiembre de 2016

Rafael Álvarez El Brujo, actor solista
Dirección – Rafael Álvarez

Música – Javier Alejano
Diseño de Iluminación – Miguel Ángel Camacho
Escenografía – Equipo Escenográfico PEB
Diseño gráfico – H&R
Regidor: Juan Bastida
Realización de Vestuario: Talleres Moustellier
Directora de Producción Herminia Pascual
Jefe Técnico Oscar Adiego
Distribución Gestión y Producción Bakty, S.L.
Redes sociales Xatcom.net
Fotografía: Félix Méndez

Sala Verde
Duración: 1h 40min (sin intermedio)
Precios desde 9,40 €.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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