Crítica cinematográfica

“Ouija: El origen del mal”

Nos traslada espacialmente a Los Ángeles y temporalmente a 1965

Viendo las fechas de estreno de sus tres últimos largometrajes es evidente su capacidad de hacer películas “como churros”

¿Acaso hay público más fiel en Mundo Cine que el público de las películas de miedo? Extremadamente devotos, el numeroso “fandom” terrorífico siempre está dispuesto a disfrutar de una buena sesión de sustos en celuloide por muy curtidos que estén a base de devorar novedades y revisitar los grandes clásicos. Si su legendaria fidelidad es más que conocida no menos conocida es su búsqueda constante de nuevas maneras formales y nuevos retos estilísticos en los filmes del género al que tanto exigen. El contraste es muy curioso y digno de un análisis en profundidad. Por un lado tienen una necesidad constante de retornar a su “zona de confort” propia. Por otro lado existe la firme búsqueda de esa “joya” que deslumbre más que el resto y que vuelva a reverdecer esas sensaciones adormecidas a base del uso (y no siempre disfrute) constante de este tipo de material. En este aspecto “militante” tiene mucho en común con el heavy metal, además de compartir con este estilo musical elementos éticos, estéticos y filosóficos.

Es evidente que “Ouija: El origen del mal” (2016) no se caracteriza precisamente por ser un filme novedoso. Al contrario, es un ejemplo más de continuismo genérico que parte de un punto de partida que ya marca lo que podemos comprobar fehacientemente con su visionado. El ser una secuela/precuela de “Ouija” (2014) estigmatiza hasta cierto punto el resultado final y su libertad de acción. Tampoco debemos, ni podemos, dejar de lado que el tema de este “tétrico juego de mesa” ha sido muy recurrente a lo largo de los años…no digamos nada de posesiones demoniacas y espectros intrusivos, siempre presentes en el thriller sobrenatural. La leyenda urbana que existe alrededor de este elemento de atrezo de falsos médiums y embaucadores se ha extendido a través del mundo y a lo largo de los años. La necesidad y la curiosidad de conocer lo que nos espera cuando transitemos la “última puerta” están íntimamente ligadas a esta supuesta herramienta de comunicación ultraterrena.

“Ouija: El origen del mal” (2016) nos traslada espacialmente a Los Ángeles y temporalmente a 1965. Una madre viuda y sus dos hijas añaden un nuevo truco a sus sesiones de espiritismo e involuntariamente abren su casa a un auténtico espíritu maligno. Sus juegos interesados con fenómenos desconocidos se vuelven contra ellas cuando el despiadado y cruel espíritu se apodera de la hija más joven. La reducida familia deberá enfrentarse a terrores inimaginables para salvarla y devolver al maligno intruso al lugar al que pertenece.

La dirección de esta película recae en todo un especialista del sector. Mike Flanagan se ha manejado solventemente en la Serie B terrorífica más alimenticia y hemos podido ver su inane labor en títulos como “Oculus: El espejo del mal” (2013), “Hush” (2016) o “Before I wake” (2016). Viendo las fechas de estreno de sus tres últimos largometrajes es evidente su capacidad de hacer películas “como churros”. Su eficacia a la hora de solventar un rodaje según los planes de la preproducción le auguran un gran futuro en una industria siempre necesitada de “obreros” laboriosos.

Incapacitados económicamente para contratar un “cast” de relumbrón, los productores se han visto obligados a bucear en las más ignotas agencias de representación para seleccionar a sus actores principales. Annalise Basso, Elizabeth Reaser y Lulu Wilson conforman el trió femenino que da vida a ese núcleo familiar aterrorizado por presencias extrañas.

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