La reconquista del Oeste

Ecos de “Comanchería”

Crítica cinematográfica

Comanchería
Comanchería

Mil veces dado por muerto, el western resiste a desaparecer del todo. Un género cinematográfico que en determinada época era prácticamente el cine generalista en Estados Unidos, e incluso llego a conquistar a medio mundo foráneo que comulgó fervorosamente con cowboys e indios, y que empezó un lento declive de popularidad con la llegada de la década de los 70 y su nueva concepción «pegada a la calle» de la realidad norteamericana. Sin embargo, como buen superviviente presto a resucitar de entre los muertos, puntualmente el añorado por muchos, el «cine de vaqueros» vuelve a mostrar sus bazas en la gran pantalla…aunque en muchas ocasiones lo haga parapetado bajo un «disfraz» de posmodernidad. Este es el caso de «Comanchería» (2016) y su traslación temporal (que no espacial) de los arcaicos paradigmas del western clásico.

La trama gira en torno a dos hermanos, un padre divorciado a cargo de dos hijos y un ex convicto. Ambos se enfrentan a la pérdida de su granja familiar en Texas porque no pueden afrontar el pago. Para intentar salvar la propiedad ponen en marcha un plan: robarán un banco de la zona. Pero no todo es tan fácil como parece ya que en el camino se encontrarán con un par de agentes de los Ranger de Texas que no se darán por vencidos hasta que los atrapen.

Básicamente lo que relata la película dirigida por David Mackensie es el sempiterno duelo entre la Ley y los «outlaws» (palabra que define magníficamente esa condición de «fuera de la ley» de muchos de esos pioneros del Oeste americano). La Ley representada por esa pareja de curtidos rangers tejanos y los «outlaws» personificados en esos hermanos que se dedican al antiguo «oficio» de asaltar bancos. Una doble pareja que de manera oblicua son el reflejo una de la otra. El ranger veterano, Marcus Hamilton (Jeff Bridges), y el hermano delincuente habitual, Tanner Howard (Ben Foster), se erigen como las figuras clásicas del western, puros en su condición de arquetipos. En esencia podrían haber sido cualquier sheriff o cualquier pistolero de finales del siglo XIX.

Un sector de la crítica cinematográfica no ha dejado de comparar esta película con la iconografía «coheniana». No voy a rebatir desde mi humilde condición a mis ilustres colegas. De hecho coincido con ellos en que los ambientes localistas, los rebuscados giros dramáticos y cierta carga de surrealista humor negro emparenta la película de David Mackenzie con la filmografía de los hermanos Cohen más allá de la presencia de Jeff Bridges, el eterno The Dude de «El gran Lebowski» (1998). Yo me decanto por tirar de un viejo término de los tratados cinematográficos: el western crepuscular.

«Comanchería» (2016) huele a fin de una era a la legua. Los paisajes robados a los granjeros por unos bancos depredadores nos hacen recordar inmediatamente a esos terrenos libres que son vallados por el bien de un desarrollo que no conoce de la pureza de los territorios vírgenes; o nos recuerdas también a la exterminación casi total de los nativos americanos por parte de un hombre blanco ávido de expandir no únicamente su «imperio occidental» sino también su cultura.

Además del citado (y extraordinario como siempre) Jeff Bridges «Comanchería» (2016) puede presumir de un cast solido en el que destacan tanto un Ben Foster extraordinariamente humano como un Chris Pine que demuestra que es algo más que un «rostro bonito» ideal para el cine comercial al uso.

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