Francia nos ha vuelto a dar una lección. Un centenar de artistas e intelectuales francesas encabaezados por la actriz Catherine Deneuve lanzó un manifiesto en el que critican el «puritanismo» de la campaña contra el acoso desatada a raíz del caso Weinstein, y defienden la «libertad de importunar» de los hombres, que consideran «indispensable para la libertad sexual».
«La violación es un crimen. Pero el flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista», dicen personalidades como la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la editora Joëlle Losfeld o la actriz Ingrid Caven en la tribuna, publicada este 9 de enero de 2018 en el diario «Le Monde».
En España nos tenemos que conformar con los Goya y esos millonarios rojetes del Sindicato de la Ceja que convierten la ceremonia «en un mitin políticamente correctísimo», como dice Antonio Burgos en el ABC: «Echamos en falta a la mamá de Javier Bardem, que hubiera quedado muy resultona».
Espero que esto sea el inicio de un enfrentamiento femenino contra el chantaje feminista: “Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo, que más allá de denunciar el abuso de poder adquiere un odio hacia los hombres y hacia la sexualidad». Cat Deneuve y otras 100. BRAVO https://t.co/NLaOism6ns
— Cristina Seguí (@CristinaSegui_) 10 de enero de 2018
Así fue como convirtieron los premios Goya «en tiempos de la guerra de Irak fue convertida en bronca contra Aznar y el PP por los actores y directores progres de caviar, Sicav, casoplón y Visa Oro» o el mitin de la actriz Candela Peña contra los recortes en 2013.
La misma gala en la que Maribel Verdú, ganadora del Goya 2013 a la Mejor Actriz Protagonista por su papel en ‘Blancanieves’, recordó «a todas esas personas que han perdido sus casas, ilusiones, futuro, hasta sus vidas por culpa de un sistema quebrado, injusto y obsoleto».
Ella, que rodó un anuncio publicitario en 2010 de la financiera Unión de Créditos Inmobiliarios (UCI), vinculada al Banco Santander y dedicada a la concesión de créditos hipotecarios.
Pero las actrices francesas no están dispuestas a tragar con la hipocresía del #metoo y de las amigas de Oprah y Mery Streep (She Knew….). Aclaran que «no se sienten representadas por ese feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, adquiere el rostro de un odio a los hombres y su sexualidad», en alusión al movimiento «#metoo» («yo también»), que surgió para denunciar en las redes sociales casos de abusos machistas.
Las firmantes denuncian que «esta liberación de la palabra se convierta hoy en su contrario: nos intimidan a hablar como se debe, a callar lo que molesta, y las que se niegan a plegarse a tales exhortaciones son miradas como traidoras, como cómplices».
También se refieren a ese movimiento como «justicia sumaria», que juzga a hombres «cuyo único error fue haber tocado una rodilla, tratado de robar un beso» o «hablar de cosas ‘íntimas’ en una cena profesional».
Pedro Narváez lo explica como nadie en La Razón:
«El #Metoo puede transformarse en un monstruo que nos causará pavor dormir con la luz apagada. En sus carnes lo paga ya Meryl Streep, la peor actriz del mundo según Donald (y Truman Capote), musa del ala más liberal de las colinas, a la que también acusan de callar lo que sabía. Tal vez lloraba hacia adentro mojándose a sí misma de contradicciones. También los que argumentan que no puede tratarse a las mujeres como a niñas indefensas porque es proseguir con el patriarcado por otros medios. Hollywood ha hecho la película del año y la ha interpretado de manera tramposa».