"Yalitza se vuelve objeto de lo peor que tiene este país”

Oscars 2019: «Yalitza; la primera mujer indígena en la historia en ser nominada al Oscar a la mejor actriz»

Oscars 2019: "Yalitza; la primera mujer indígena en la historia en ser nominada al Oscar a la mejor actriz"
Yalitza RS

Una realidad palpable ignorada por muchos. Como mexicano residiendo en el extranjero, me gusta contarles a los demás lo bello y diverso que es mi país, según recoge Darío Brooks en BBC News Mundo.

Un México con gente noble y solidaria, afortunada de tener una gran riqueza natural, cultural y gastronómica, así como heredero de una gran y larga historia producto de la mezcla de dos mundos desde hace siglos.

Y ser el país con más hablantes de español del mundo, 130 millones, inclina la balanza cuando hay dudas en BBC Mundo sobre qué palabras usar en los titulares de las noticias.

Pero justamente el lenguaje que han usado muchos mexicanos en los últimos meses sobre la película «Roma» y su protagonista, Yalitza Aparicio, no me enorgullece de mi país.

La joven es la primera mujer indígena en la historia en ser nominada al Oscar a la mejor actriz, pero para muchos en México este logro es lo de menos cuando tienen que decir algo sobre ella.

Desde el actor que la llamó «pinche india», o las críticas por cómo la fotografiaron en las portadas de revistas, o los incontables comentarios en redes sociales sobre cómo se viste, hablar de su trabajo en «Roma» pasa a segundo término.

«Aunque la mona se vista de seda…», decía alguien en Twitter que oculta su identidad.

Incluso muchos mexicanos con nombre y apellido en sus cuentas de redes sociales sacan a relucir su racismo, clasismo, machismo y discriminación.

La lógica de muchas personas dice que la libertad de expresión es el derecho a publicar un comentario tras 10 largos segundos de reflexión en el mejor de los casos.

Y los «likes» que se logren por un comentario «graciosamente» racista valen la pena para «sacar el cobre», como decimos los mexicanos. La peor mentalidad.

Para el director de «Roma», Alfonso Cuarón, la temática de su película abrió la conversación sobre un problema enquistado en México desde hace siglos: el racismo.

«La película ha abierto conversación. Una conversación acerca del racismo que existe en mi país y que lo hemos ignorado», dijo el cineasta a ONU Noticias.

«Y no solo ignorado, el mexicano ha vivido negándolo…la realidad es que es profundamente racista y se ha abierto esa conversación alrededor de los pueblos indígenas, de los pueblos originarios», añadió.

Cada vez que BBC Mundo ha publicado en Facebook y Twitter sobre «Roma» y Yalitza Aparicio, he visto una pila de comentarios racistas, clasistas y hasta misóginos que no me sorprenden.

Y ese es precisamente uno de los problemas de los mexicanos, la normalidad de convivir con el racismo en el día a día que ya no nos causa asombro.

«Es un problema de composición de nación, de cultura, al que el mismo país ha sido sometido con falsas ideas de primer mundo», me dice la socióloga mexicana Areli Ramírez, de la Universidad Iberoamericana.

«La diversidad cultural de México no está integrada ni en una visión de país, ni de ciudadano, ni de raza», sostiene.

A los mexicanos nos sorprenden las noticias sobre el racismo de Estados Unidos, nos molesta la discriminación de su presidente, pero en nuestra realidad no nos importa ser racistas entre nosotros o con otros latinos del sur.

Hemos sido criados y educados para evitar a la clase de abajo, aquella que normalmente es de piel morena y a la que podemos discriminar y hacer sentir menos, si no a placer, sí por descuido y menosprecio.

¿Por qué llamamos a Yalitza por su nombre de pila, y a Cuarón por su apellido?, me pregunto.

En México seis de cada diez personas reconocen que se les insulta por el color de su piel y un 40% cree que es excluido de empleos o al solicitar un servicio por el hecho de ser morenos, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

Y a pesar de eso somos un país que discrimina hasta a los de nuestro propio color de piel.

Para Aparicio, no es problema que hablen de su color de piel, «muy mexicana, oaxaqueña y muy humana. Del color de mi tierra y la diversidad de sus colores», le dice a Vogue.

Pero para otros mexicanos, el color de su piel parece ser un problema.

Se dice que en la casa se educa y en la escuela se aprende, pero tristemente parece que hablar de quiénes somos como nación, una mestiza y pluricultural, es la página que se perdió en el libro de texto.

«Con la exposición mediática a la que se ve sometida, Yalitza Aparicio se vuelve objeto de lo peor que tiene este país, que es una falta de conocimiento de lo que somos, de nuestra composición étnica, genética y cultural», me señala Ramírez.

Porcentaje de población hablante de lengua indígena en México


Fuente: INEGI

Por supuesto que no todos los comentarios de la gente hacia Aparicio son racistas y discriminatorios.

Hay muchas personas que la admiran, que destacan su trabajo y respetan su apariencia. Y si no les pareció buena su actuación ni «Roma» les parece una genialidad, lo expresan sin adjetivos.

Pero ¿qué tanto es en sí la figura de Yalitza Aparicio el objeto de las críticas racistas?

«Al final del día, son mensajes de odio no contra ella, sino contra lo que representa», me explica la socióloga Ramírez en una charla en la que como mexicano me siento en una sesión de terapia.

La especialista resume en tres aspectos las posibles explicaciones a esta conducta que ha sido un tema de grandes pensadores como Octavio Paz en «El laberinto de la soledad», Alfonso Reyes en «México es una nuez» o José León Portilla con «La visión de los vencidos».

«Hay un proceso colonial y de colonización racial y cultural que no está resuelto. Hay un imaginario de un México que no existe, pero que lo refuerza la televisión, internet, donde se supone que todos los mexicanos somos altos y blancos. Y hay un desconocimiento muy grande de nuestra propia historia».

Encontrar respuestas al porqué se nos da con facilidad el racismo y la discriminación no es tan fácil, pero se puede empezar por cosas tan cotidianas como las palabras que usamos en redes sociales.

«Hay que ponernos a reflexionar cómo nos vemos a nosotros mismos, un examen de conciencia de nuestras propias historias. Pero no sécuánta gente está dispuesta a revisar la historia que nos constituye», me dice Ramírez.

Yo por lo menos deseo encontrar cada vez menos comentarios racistas y discriminatorios de mexicanos en las redes sociales.

Porque sé que lo que decimos se proyecta al mundo más que nunca y quiero seguir hablándole a mis colegas de las cosas buenas de México.

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