Contra desdén, desdén y medio

Cuatro siglos largos son nada para una comedia genial en un atinado montaje

Contra desdén, desdén y medio
El desdén, con el desdén - Teatro de la Comedia

Siendo Agustín Moreto un maestro de comediantes en aquel siglo XVII en el que en España los había muchos y buenos, y siendo ‘El desdén, con el desdén’ de lo mejor de su repertorio, nos llega convertido en una delicia gracias a versión, dirección, montaje e interpretación certeros. Todo está bien en el último estreno de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Moreto nació en 1618 en Madrid de ascendencia italiana. Se licencia en artes en la Universidad de Alcalá y con 24 años comienza su carrera eclesiástica. Entra al servicio de un arzobispo y trabaja en un hospital curando enfermos hasta su muerte con solo 51 años, siendo su última voluntad ser enterrado con los pobres y repartir sus escasos bienes entre los más necesitados. Una vida poco pródiga en lances y aventuras, propia de un hombre mesurado. Existe cierto paralelismo entre la vida tranquila que llevó Moreto y el tipo de teatro que escribió, en el que habilidad técnica, soltura y naturalidad en la versificación son algunos de los rasgos propios. Fue uno de los autores más destacados de esa segunda generación de dramaturgos que comienzan a escribir cuando Calderón ya ha producido sus grandes piezas y la fórmula de la comedia nueva se ha ido complicando en enredo y culteranismo. Rigurosa arquitectura teatral, gusto por la caricatura y lenguaje gongorino caracterizan su carrera dramática, dicen los expertos. 

El desdén con el desdén está considera lo mejor de su producción junto a El lindo don Diego (ver nuestra reseña del montaje de la CNTC en 2013), y fue imitada por Molière en La princesse d’Élide y Carlo Gozzi en la Principessa filosofa, así como por otros autores europeos del porte de Marivaux. En ella un enamorado galán escarmienta a la mujer esquiva cuyo amor persigue, siguiendo los sabios consejos de su criado y haciéndose igualmente desdeñoso y esquivo, con lo que viene a suscitar su curiosidad y, por fin, su amor. Apenas ocurre nada más en la obra y sin embargo tiene una endiablada trama de engaños y simulaciones, de secretos y apariencias que se apoya en un texto de ingenio y belleza descomunal, un despliegue del idioma que asombra desde el primer momento y subyuga hasta el final.

Siendo la primera versión de un clásico que acomete Carolina África, es más destacable aún su respetuoso trabajo sobre el original, cuyos retoques de términos en desuso, recortes en parlamentos reiterativos, recurso a escenas simultáneas para representar acciones narradas, y mayor definición de los personajes periféricos, se demuestran adecuadas. Todo se entiende como escrito hoy y todo sigue resonando sin embargo a esa deslumbrante prosa castellana que tanto añoramos en su precisión y en su riqueza. Tan solo recordamos una palabra
-hipoteca- cuyo guiño sobresalga sin llegar a chocar.

Junto al director, Iñaki Rikarte, han decidido trasladar la acción de un teórico siglo XIII con temática del XVII a los pasados años sesenta, con personajes de alcurnia que asisten a unas competiciones de hípica y celebran el carnaval en un concurso televisivo. Lo que podía haber salido desastroso, resulta perfectamente viable y creíble, gracias a un sobresaliente trabajo de puesta en escena en el que la sencilla escenografía de Mónica Boromello, y su mucha imaginación, nos ambientan impecablemente, a lo que contribuye el impecable vestuario de Ikerne Giménez y la contundente iluminación de Felipe Ramos, pero sobre todo, el revival musical de Luis Miguel Cobo, con apuntes inolvidables de la discografía de entonces, desde ‘Black is black’ de Los Bravos al ‘The End’ de The Doors.

Rikarte maneja toda la puesta en escena con esa precisión discreta de los buenos directores, que se hacen notar precisamente pasando desapercibidos. Y aplica el mismo baremo a la dirección actoral con la siempre destacable ayuda de Vicente Fuentes, que consigue que el reparto diga el verso de forma ejemplar. Que siga siendo verso sonando a prosa, que mantenga su rima sin soniquetes, que se entiendan los mil enrevesados gongorinos juegos de palabras. Los diez actores forman una unidad de destino en lo universal, que se dijo en un tiempo para calificar una impecable tarea colectiva. Irene Serrano despliega todos los registros necesarios para hacer de Diana esa protagonista arrogante que entre dudas y reveses sabe encontrar lo que le conviene, y Nicolás Illoro labra un magnífico Carlos que aplica la fórmula mágica de responder al desdén con el desdén para salirse con la suya. Una fórmula que procede del ingenio de Polillla, ese sirviente gracioso y perspicaz que es clave en el teatro del Siglo de Oro y que Mariano Estudillo encarna a la perfección sin caer en los reprobables excesos en que muchas veces caen los actores que se pasan de graciosos y no llegan a perspicaces. Y resultan encantadoras las tres damas a las que Diana alecciona en un feminismo ‘avant la lètte’ tan radical e inconsistente como el de ahora; y están en su papel los dos jóvenes aspirantes a la manita de la deseable heredera, y el padre de ella, un Paco Rojas que es el único maduro del elenco. Nos olvidábamos de destacar a Juan de Vera, que va creciendo en sus tres papeles sucesivos hasta terminar en el Cupido más desternillante que se ha visto por aquí.

Nuestro particular templo del teatro clásico, este La Comedia de la calle del Príncipe, en la siguiente representación a la del estreno lucía repleto de ingentes cantidades de adolescentes que disfrutaron a tope de la pieza. Ver a tanta jovencita ovacionar un enredo tan inteligente en base a la atracción entre los dos sexos genuinos del variado muestrario actual, verlas disfrutar con esos malentendidos del ligue de hoy y el galanteo de siempre, y verlo solo unos días después del aquelarre politizado en el que han convertido este año los manipuladores -y manipuladoras- de siempre el 8 de marzo, es un baño de realismo mágico, un antídoto contra las apariencias forzadas y las ruedas de molino. Diversión fundamentada para recobrar el tino y el tono. Pensándolo bien, es interesante eso de responder al desdén con el desdén y no solo en cuestiones amatorias.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Texto: 9
Dirección: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 8
Producción: 8
Programa de mano: 8
Documentación para los medios: 8

CNTC – Teatro de la Comedia
Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico
EL DESDÉN, CON EL DESDÉN, de Agustín Moreto
Del 12 mar al 7 abr 2019
Versión: Carolina África
Dirección: Iñaki Rikarte

Reparto por orden de intervención:
Carlos – Nicolás Illoro
Polilla – Mariano Estudillo
Diana – Irene Serrano
Cintia – Antea Rodríguez
Laura – Alba Recondo
Fenisa – Aisa Pérez
Conde de Barcelona, padre de Diana – Paco Rojas
Gastón, Conde de Fox – Pau Quero
El príncipe de Bearne – José Luis Verguizas
Periodista/Presentador/Cupido – Juan de Vera

Asesor de verso: Vicente Fuentes
Iluminación: Felipe Ramos
Música: Luis Miguel Cobo
Escenografía: Mónica Boromello
Vestuario: Ikerne Giménez

Teatro de la Comedia (C/Príncipe, 14)
Horarios de funciones:
Lunes, descanso
Martes y domingos 19:00 hrs
Miércoles a sábados 20:00 hrs

Precio: 25 €
Descuentos :
Abono Clásico 50%
Jueves, día del espectador 50%
Mayores de 65 años 50%
Carnet joven 30%
Familia numerosa 50%
Situación de desempleo 50%
Grupos 20-29 personas 25%
Grupos 30 o más personas 50%.

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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