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Pasión y ruina del ‘Conde Pocoyó’: «Ahora vivo en Vallecas de la caridad de mis hermanos»

Pasión y ruina del 'Conde Pocoyó': "Ahora vivo en Vallecas de la caridad de mis hermanos"
Pocoyó EFE

Una historia muy triste. En la cresta de su ola, en 2011, José María Castillejo abrió en su blog personal una sección titulada ‘La Pata del Cid’.

Hacía referencia a su propio pedigrí «ya que desciendo de Rodrigo Díaz de Vivar».

Se atribuía también parentesco con el conquistador Hernán Cortés, subrayando después la alquimia en el linaje de sus seis hijos con su entonces esposa, Ana María Chico de Guzmán March, biznieta del banquero Juan March:

«Casi 600 años después, la sangre del Cid, de Hernán Cortés y del Gran Emperador Moctezuma se han reunido por primera vez fuera de los campos de batalla y corre por las venas de nuestros seis hijos. ¿Interesante o no?».

Interesante era desde luego en aquellos tiempos, cuando Castillejo viajaba por todo el planeta con Pocoyó debajo del brazo, cuando vivía a caballo entre sus exclusivas propiedades en Madrid y Mallorca, navegaba por el Mediterráneo en su barco y se presentaba allá donde fuese como un emprendedor de apabullante éxito.

O cuando conjugaba con soltura el rancio abolengo con las nuevas tecnologías. Por aquel entonces, su principal activo, Zinkia, rozaba los 40 millones de euros en valor bursátil y en su entorno fantaseaban con convertirse en la semilla de un Pixar europeo con sede en España, según recogen Ángel Villarino y Alfredo Pascual en elconfidencial.

Siete años después, José María Castillejo tiene todas sus cuentas y propiedades embargadas y jura que sobrevive de la caridad de sus hermanos en un piso «pequeño como la suela de un zapato» que le han alquilado en Vallecas.

«Me dan en un sobre cada mes lo justo para vivir y doy gracias porque sin su caridad estaría en la calle, pidiendo limosna».

Asegura que lo último que le quedaba se lo gastó en Panamá hace un año intentando montar otro negocio.

«Ahora tengo unas deudas de más de veinte millones de euros».

Desde que lo abandonó su mujer, lamenta, solo ve a sus seis hijos -todos menores de edad- algunos fines de semana.

Ha perdido la confianza de la mayoría de sus amigos y de muchos de sus parientes cercanos, en ocasiones con pleitos de por medio. Su pedigrí, el mismo que le permitió compartir mantel con el presidente José María Aznar en Becerril durante los años dorados del aznarismo, ya no da más de sí, ni le abre a estas alturas puerta alguna.

Se ha convertido en un apestado en casi todos los despachos, agotando el crédito reputacional de sus cinco títulos nobiliarios (dos veces grande de España: conde de Floridablanca y marqués de Aldama).

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