La importancia de llamarse Ernesto (con a intercalada)

La importancia de llamarse Ernesto (con a intercalada)

The Importance of Being Earnest’ ( La Importancia de Ser Serio) tiene más de un siglo pero sigue funcionando como el primer día, en pleno agosto y con la sala llena de un público que solo busca pasar un buen rato. La versión y la producción son discutibles pero el resultado es aceptable.

Se estrenó en 1895, eso es lo primero que hay que tener en cuenta, y fue la última comedia de Oscar Wilde tres meses antes de que fuera condenado a prisión por indecencia grave. ‘Comedia trivial para gente seria’ la subtituló el autor, y un crítico de la época dijo: ‘Introdujo en Inglaterra la fórmula moderna del teatro contemporáneo. Se acabaron las groseras adaptaciones francesas o alemanas, se acabaron los melodramas vulgares que abrumaban la escena británica. La sátira se mezcla con un diálogo deslumbrante en el que brotan las frases ingeniosas y las paradojas’.

Representa la quintaesencia de lo que llamamos humor inglés, que no es otra cosa que humor sutil, irónico, inteligente. Siempre lo ha habido en España, pero siempre ha sido minoritariio frente al gusto generalizado por lo burdo y faltón, por lo grosero, por un humor chabacano y pasado de rosca. El humor fino está más extendido entre los británicos y el humor grueso entre nosotros. Pero coincidiendo en la senda de Wilde no faltan buenos ejemplos autóctonos teatrales en la segunda mitad del pasado siglo, aunque no sea oportuno enrriollarse con ello. El caso es que dicen que esta es la comedia de la sonrisa. Wilde lo fiaba todo a saber sonreír, a saber hacer sonreir. Su finura literaria se revela en que sabe buscar y hallar la sonrisa. La carcajada en teatro es provocada por un exceso, casi siempre chocarrero, de especias fuertes, ordinarias. La sonrisa, subrayada si acaso con un leve suspiro, es el reflejo con el que acogemos una ocurrencia inteligente que nos agrada y hasta nos desafía un poco.

El caso es que la versión de Ramón Paso es discutible más porque convierte al ingenioso criado Merriman en una doncella respondona enseñando las ligas, que por suprimir al mayordomo Merriman, aunque mucho menos que por cargarse a la institutriz Prism, un papel secundario pero importante. Y su dirección también lo es un tanto, porque no pierde ocasión en convertir las sonrisas en risas mediante excesivas gesticulaciones de los actores.

La puesta en escena es pobre y engañosa porque no distingue los ambientes diferentes en los tres actos, y funde el salón de un piso londinense con el jardín del chalé de Woolton, y este con el gabinete de la residencia campestre. Pero ayudado por el vestuario de época, el escenario conseguido es aceptable como ese simple contexto tal y como nació para el despliegue de ocurrencias ingeniosas de los cinco protagonistas, los petimetres Jack Worthing y Algernon Moncrieff, jóvenes abúlicos, bastante cínicos, mimados por la fortuna, que Jordi Millán y David Degea interpretan regular en el primer acto y un poco mejor posteriormente; las dos mozas casaderas, Güendoline Fairfax y Cecilia Cardew, cuya gazmoñería disfraza no poca astucia a la hora de pescar marido, con cuyos papeles Ana Azorín e Inés Kerzan encajan bien, más convencional la primera, muy ocurrente la segunda (siendo su aparición en escena el rubicón que separa la aburrida primera parte de la más chispeante segunda); y finalmente, el personaje dominante, Lady Bracknell, la arrolladora mamá de Güendoline a cuyo cargo están las mejores ocurrencias acerca del matrimonio y de la vida social, ocurrencias que dan la vuelta a los convencionalismos de la época para demostrar que las sometidas mujeres -novias castas y esposas obedientes- siempre han tenido mucho, pero que mucho bajo la gorra. Paloma Paso Jardiel está en su sitio, el de siempre, en el que está un tanto encajonada. Nos queda Ángela Peirat en esa doncella estereotipada a la que hemos hecho referencia, que luego aparece de acompañante indefinible, y el reverendo Casulla que en la piel de Guillermo López-Acosta contribuye a amenizar el tercer acto y el final felicísimo y brillante con que Wilde liquidó su provocadora propuesta.

Provocadora para la época; ahora una completa antigualla, trivial en buena parte, a la que salva el ingenio del autor con atinadas reflexiones sobre la vida, la social y la personal de aquella clase opulenta, pero por extensión de todas las demás clases hasta nuestros días.

Una comedia de enredo victoriano, podríamos decir, en la que se ha introducido teléfonos móviles y paseos por el patio de butacas como elemento dinamizador. El ex guionista de teleseries pasado a las tablas hace seis años y ya con 18 estrenos en su haber, el señor Ramón Paso, es nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Enrique Jardiel Poncela, y junto a Ana Azorín e Inés Kerzan, son los fundadores de la compañía Paso Azorín Teatro, que quiere ‘radiografiar la esencia de nuestro tiempo, hacer una vivisección de los problemas del ser humano contemporáneo, en una apuesta por desentrañar las razones de la incomunicación, la soledad y los males endémicos de este experimento que llamamos sociedad’. Ahí es nada. Ramón dirige por vez primera a su madre Paloma, hija y nieta de figuras importantes de nuestro teatro. Ya que batallan en el teatro comercial sin subvenciones politizadas, deberían atreverse con Alfonso Paso, la asignatura pendiente en la variopinta cartelera teatral del siglo XXI.

En 2013, Alfredo Sanzol realizó la última versión hasta esta en el teatro municipal Fernán Gómez (ver nuestra reseña de entonces) y no estuvo demasiado brillante con ella a pesar de notarse en la puesta en escena un presupuesto más alto sin duda que el desplegado en el Teatro Lara este verano. En fin, este Ernesto formal y honesto que buscan las mujeres para asegurar su descendencia sigue siendo una fábula bien escrita y razonada que bien merece ir al teatro una de estas veladas tórridas de la villa y corte.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Texto: 8
Versión: 6
Dirección: 7
Interpretación: 7
Escenografía: 6
Producción: 6
Programa de mano: 6
Documentación a los medios: n/e

Teatro Lara
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO
Versión y dirección de Ramón Paso
Del 8 de agosto al 1 de septiembre

Reparto
PALOMA PASO JARDIEL
ANA AZORÍN
INÉS KERZAN
JORDI MILLÁN
DAVID EGEA
ÁNGELA PEIRAT
GUILLERMO LÓPEZ-ACOSTA

Producción: PASOAZORÍN TEATRO
Iluminación: Pilar Velasco
Diseño de vestuario: Inés Kerzan y Ángela Peirat
Vestuario de época: Calabuch Costumes
Arreglos vestuario contemporáneo: Sol Curiel
Jefa de producción: Inés Kerzan
Ayudante de producción: Sandra Pedraz Decker
Jefa de prensa: María Díaz
Diseño gráfico: Ana Azorín
Fotografía: Ramón Paso
Ayudantes de dirección: Blanca Azorín y Laura Auzmendi

 

Duración: 90 minutos.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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