Aprender a dibujar con aquellas cartillas

Aprender a dibujar con aquellas cartillas

El Museo del Prado presenta -adelantándose breves días a su esperada primera gran muestra de la temporada- ‘El maestro de papel. Cartillas para aprender a dibujar de los siglos XVII al XIX’, un original y exquisito oasis para amantes del arte y la pintura, y absolutamente imprescindible para todo aficionado al dibujo: una muestra inédita de los álbumes de imágenes con cuya inspiración e imitación comenzaba su andadura todo aquel que quería aprender dibujo en Europa durante toda la edad moderna.

Un centenar de piezas de los siglos XVII a XIX, expuestas con delicadeza, son la propuesta. Proceden en su mayor parte de la Biblioteca del propio Museo del Prado -que en la última década ha conseguido formar una muy importante colección, gracias a la adquisición de los fondos de Juan Bordes, sumados a los de las donaciones de las bibliotecas Madrazo y Cervelló y a otras compras individuales.

Conjuntos de estampas que revolucionaron por completo el sistema de enseñanza del dibujo en los talleres y las academias, en la Corte y los hogares de las clases altas del continente, también conocidas como cartillas de principios, surgieron en Italia en los primeros años del siglo XVII y se expandieron rápidamente por el resto de Europa. Su novedad consistía en el empleo del grabado como medio para compilar diferentes modelos que permitieran a los alumnos aprender a dibujar sin la presencia y la supervisión directa del maestro. El cuerpo humano se convirtió en el principal objetivo a plasmar, y para hacerlo con la mayor corrección se pensó en un método de fragmentación de la figura en múltiples elementos que permitiría a los aprendices progresar desde lo particular a lo general, de lo sencillo a lo complejo y de la línea de contorno al volumen.

Las cartillas comenzaban con las partes del rostro –ojos, boca o nariz–, para continuar con los brazos, manos, piernas y pies, y finalizar con figuras completas. Esta nueva herramienta didáctica revolucionó por completo el sistema de enseñanza del dibujo, capaz de transmitir un método y unos prototipos semejantes en todas las naciones. Su condición material, el papel, unida a su uso intensivo, ha motivado que sean pocos los ejemplares que han sobrevivido; y su consideración como meros instrumentos formativos no ha reconocido su mérito artístico, por lo que frecuentemente han pasado desapercibidos, aun cuando en muchas ocasiones sus autores sean renombrados pintores, escultores y grabadores.

A principios del siglo XVII surgieron en Italia una serie de materiales pedagógicos que modificaron la tradicional metodología del aprendizaje del dibujo que, hasta entonces, consistía, básicamente, en la copia directa del natural o de vaciados en yeso y, en ocasiones, de dibujos facilitados por el propio maestro. Estas cartillas con estampas se basaban en un método pedagógico en el que, a partir de esquematizaciones, proporciones o líneas de contornos y sombreados, el alumno podía guiarse sin la necesidad de la presencia y supervisión del maestro.
A través de la copia continua y repetitiva de los modelos representados en las estampas, el aprendiz lograba memorizar sus gestos y avanzar tanto en la destreza y cualidades de su dibujo como en la comprensión del cuerpo humano. Los modelos fueron muy heterogéneos y diversos. Las figuras masculinas y femeninas fueron predominantes, muchas basadas en ejemplos de la estatuaria clásica; también estudios de niños o de angelotes y, en algunas ocasiones, de animales.

Fue la posibilidad de poder aprender a dibujar sin maestro lo que extendió de una forma amplia la instrucción de esta disciplina permitiendo con ello la enseñanza a distancia. Por consiguiente, la trascendencia de las cartillas ha sido dilatada en el tiempo y su consideración, repercusión y uso evidencian la eficacia de las mismas. Cualquier aspirante a artista, fuera de la disciplina que fuera, inevitablemente debía comenzar sus estudios por la práctica del dibujo. Gracias a algunos escasos ejemplos visuales presentes en singulares estampas de mediados del siglo XVI, en las que se representan distintas escenas de taller, sabemos que los aprendices de más corta edad eran aquellos que empleaban sus horas en memorizar y copiar de forma repetitiva los modelos de principios facilitados por sus maestros –bien fueran en forma de dibujos o de estampas. Y así, a medida que los discípulos avanzaban en destreza y cualidades, pasaban a ejercitarse por medio de la copia de vaciados en yesos y del natural. Con la llegada de las cartillas de dibujo esta praxis se vio parcialmente alterada, puesto que la supervisión por parte del maestro dejó de ser tan directa y presencial y, lo que es más interesante, el número de aspirantes a aprender a dibujar se incrementó considerablemente, ya que el aprendizaje no quedó limitado al entorno de los artistas y los talleres, sino que se extendió tanto a aficionados como a particulares que desde sus hogares podían aprender a dibujar siguiendo tan solo las directrices e instrucciones presentes en las cartillas. De esta manera, la premisa de “aprender a dibujar sin maestro” se vio cumplida.

En apenas una década se publicaron en Italia las tres primeras cartillas de dibujo que dieron origen a este género didáctico. Aunque todas ellas partían del mismo planteamiento, sus metodologías y procedimientos difirieron considerablemente. Odoardo Fialetti apostó por un sistema basado en la línea, en el que mediante la sucesión de los trazos el aprendiz lograba memorizar cada gesto hasta formar el modelo deseado. Por su parte, los Carracci introdujeron una práctica según la cual el discípulo comenzaba por los contornos de las figuras, dibujando tan solo sus formas lineales, para a continuación, una vez dominados sus perfiles, aplicar el sombreado y conseguir los volúmenes deseados. Por último, Giacomo Franco y Jacopo Palma el Joven, propusieron otro método más abigarrado, en el que los modelos se reunían ocupando toda la composición, lo que determinaba que el principiante tuviera que observar detenidamente las figuras y memorizar sus formas hasta conseguir dibujarlas sin la necesidad de la cartilla. Los tres sistemas gozaron de gran éxito, pues las sucesivas cartillas publicadas en Italia imitaron tanto un método como otro, y, aunque tuvieran sus diferencias, las tres coincidieron en establecer y difundir los mismos cánones de proporción y belleza.

Si atendemos a la rápida difusión que tuvieron los modelos italianos por Europa, comprobamos que su recepción se produjo casi de manera inmediata y paralela por los distintos países del continente. Los primeros en comenzar a grabar y editar estos materiales pedagógicos fueron los artistas flamencos y holandeses, seguidos muy de cerca por los franceses. Aunque en todos ellos podemos observar claramente las influencias italianas, las particularidades estilísticas de cada lugar, así como las singularidades de cada artista, también son visibles. Además de la eficacia del método, entre los factores determinantes que favorecieron esta acogida, se encuentra el propagandístico, pues no es de extrañar que desde los distintos lugares de Europa también se quisiera aprender a dibujar a la manera de reconocidos artistas italianos como Guercino, Della Bella o Jacopo Palma, entre otros. Las cartillas de dibujo permitieron generalizar por toda Europa una metodología común que favoreció la internacionalización de un sistema pedagógico basado en el poder de las imágenes.

No tardaron mucho tiempo en llegar a España. La presencia de artistas italianos en la corte, así como los viajes realizados por los jóvenes aprendices españoles a Italia, permitió que estos materiales pedagógicos circularan rápidamente entre los distintos ámbitos artísticos de nuestro país, lo que coincidió con la iniciativa de instaurar en Madrid una academia de arte al estilo de la de San Lucas en Roma. Así, tan solo tres décadas después de la primera publicación italiana de una cartilla de dibujo, en Madrid ya aparecieron los primeros modelos grabados por un artista español. Si bien el número de cartillas españolas editadas entre los siglos XVII y XIX fue reducido, su interés es excepcional, por su carácter autóctono, -y en ocasiones novedoso-, y por la existencia de elementos singulares acordes con las particularidades nacionales.

La colección de cartillas de la Biblioteca del Prado se sitúa entre las más importantes del mundo, y para la exposición se ha completado con ejemplares de las otras más notables, con objeto de dar a conocer al visitante la relevancia de estos fondos, culminación de un plan integral con una metódica catalogación, estudio razonado y digitalización. El catálogo de la muestra, coeditado con el Centro de Estudios Europa Hispánica, recoge cuatro estudios introductorios sobre su origen y utilización en Europa, la metodología didáctica empleada, la historia de las cartillas en España y finalmente el estudio de la colección conservada en el Museo del Prado. La segunda parte incluye las principales cartillas que se hicieron en Italia, Países Bajos y Francia, y la totalidad de las que se produjeron en España entre los siglos XVII al XIX.

Con el siglo XX el uso de cartillas de dibujo en el aprendizaje profesional desapareció, pero se conservaron en la educación hasta su segundo mitad. Todo el que haya estudiado Párvulos y Bachillerato las recordará. Un retrato de Bethoven al carboncillo -final del album obligatorio- fue examen de dibujo para unas cuantas generaciones de españolitos. Todo aquello se desterró porque imitar coartaba la libre creatividad. Pudiera ser pero no está demostrado. Ahora podemos recordar a aquellos ‘maestros de papel’.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: 8
Folleto explicativo: 9

Museo Nacional del Prado – Sala D del Edificio Jerónimos
El maestro de papel. Cartillas para aprender a dibujar de los siglos XVII al XIX
Comisariada por José Manuel Matilla, Jefe de Conservación de Dibujos y Estampas, y María Luisa Cuenca, Jefa de Área de Biblioteca, Archivo y Documentación
Hasta el 2 de febrero de 2020
Actividades complementarias
ITINERARIOS.- Noviembre, los lunes a las 11.00 y 17.00 h. – Diciembre y enero, los Martes a las 11.00 y 17.00 h. Inscripción previa 15 minutos antes del comienzo de la actividad en el punto de encuentro de Educación.
CONFERENCIA:- 4 de diciembre a las 18.30 h, El maestro de papel – Mª Luisa Cuenca.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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