El beso que no pudo repetirse

El beso que no pudo repetirse

Es un encuentro fortuito entre un hombre y una mujer, escrito y estrenado en Holanda hace una década, que se escucha y contempla con interés. Una comedia bien escrita, traducida, montada e interpretada, que no pretende nada y esconde bastante, y que por ello es interesante y amena.

Por una vez, el resumen oficial (que escribe muy bien la protagonista, Isabel Ordaz) es verídico y acertado: un paisaje de montaña. Los Países Bajos. En Europa. Dos personas ascienden un sendero. Un hombre, una mujer, la naturaleza. Ella va en busca de unos resultados clínicos al hospital de su comarca. Él, supuestamente, pasea en busca de inspiración. Los dos caminan sin saber que van a encontrarse, es el azar, lo fortuito del destino, el que decide su encuentro en esa fase de la vida en la que los sueños empiezan a caer o el amor se vuelve más agrio, en donde el éxito y el fracaso ya no son una cuestión social sino íntima. ¿Estamos solos? ¿Nos seguimos deseando a pesar de las heridas? ¿Qué significa morirse?

El autor, Ger Thijs, tenía 62 años cuando escribió la pieza. Se nota que sabe de lo que habla y que hay muchas experiencias propias en la trama; construye un texto de diálogos vesosímiles, donde el engarce sucesivo de las conversaciones no es demasiado artificioso -como casi siempre ocurre en las dramaturgias con dos personajes-, con un humor exótico, mezcla de ingredientes británicos y alemanes, un humor holandés bien curioso. Dos desconocidos a los que la vida propone caminar juntos durante un trecho, una mujer desconfiada, algo amargada y muy preocupada, a la que aborda en un solitario paraje un gracioso a la holandesa; un combate dialéctico en el que terminan influyendo los sentimientos, un caer de corazas y un final previsible, aunque lo sería también el contrario.

Con una escenografía modesta y que no molesta tal cual la iluminación, el vestuario y el discreto espacio sonoro, María Ruiz consigue sujetar sin redundancias a los dos personajes en escena durante unos noventa minutos que podían ser demasiados. Es en su dirección actoral y en el buen hacer de los dos protagonistas donde todo pivota para resultar creible. Isabel Ordaz linda la sobreactuación gestual en una señora casi maniática que va cogiendo naturalidad hasta culminar una buena actuación; Santiago Molero hace un lineal señor maduro un tanto intrigante del que nunca sabremos si es un favorecido o un perjudicado por la diosa fortuna, un humorista de éxito o un actuante fracasado.

El beso se deja ver con agrado, y plantea curiosas diferencias culturales que siempre oxigenan: ¿cómo sería la pieza de estar ambientada en el Parque de Monfragüe o en los Picos de Europa? ¿Se parecerían a estos holandeses sus equivalentes españoles? Este viaje a la región holandesa de Limburgo, un reducto provinciano entre Bélgica y Alemania, en esa europa rica y decadente, este viaje -decimos- sin movernos de la butaca, tiene sin duda no pocos alicientes.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 7
Texto: 7
Traducción: 8

Dirección: 7
Interpretación: 8
Puesta en escena: 6
Producción: 6
Información a los medios: 8
Programa de mano: n/h

Teatro Español
El beso, de Ger Thijs
Dirección: María Ruiz
Traducción: Ronald Brouwer

Intérpretes: Isabel Ordaz y Santiago Molero

Diseño de escenografía: Elisa Sanz
Diseño de iluminación: Felipe Ramos
Diseño de vestuario: Sofía Nieto (Carmen 17)
Diseño de espacio sonoro: Augusto Guzmán
Dirección de producción: Eva Paniagua y Javier Moncada
Una producción de Teatro Español, Narea Producciones, Producciones Come y Calla.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

Recibe nuestras noticias en tu correo

Lo más leído