Las horas vacías bien repletas de Ricardo Llorca

Las horas vacías bien repletas de Ricardo Llorca

Esta obra musical de pequeño formato es un manjar de partitura excelente cuyo estreno escénico -tras haber recorrido en catorce años media docena de auditorios en versión concierto- ha gozado de una brillante puesta en escena y una notable interpretación. Exquisito gusto, elevado nivel estético. Un acontecimiento para la ópera española,

‘Las horas vacías’ es una ópera para soprano, actriz, coro, piano y orquesta de cuerdas, y se presenta como un ensayo sobre una mujer solitaria que vive encerrada en su propio mundo de fantasía; una exploración sobre la soledad, la confusión entre el mundo real y el imaginario, y la creciente sensación de aislamiento en la que la opulenta sociedad occidental se ve inmersa. Pero el argumento, -al parecer una vivencia real, aderezada después con internet- no pasa de anécdota convencional, con un libreto regular escrito en colaboración con el dramaturgo Paco Gámez, introducido por versos de Juan del Enzina -‘Pues que jamás olvidaros puede mi corazón si me falta galardón’-, y usos a veces confusos del lenguaje. Sin embargo y afortunadamente en la ópera es la música la que manda, y en esta pieza -y muchas otras- supera con creces a la historieta de partida que tratas de encuadrar todo el tiempo, buscando mayor trascendencia, una altura al nivel de la partitura, algo más allá que el personaje no alcanza.

Y eso que viene muy ambiciosamente desdoblado para que una actriz interprete las partes en las que habla de sí misma, explica su pasado y su presente a algo que está al otro lado de la pantalla de su silencioso acompañante de las noches del viernes, un ordenador que exhibe impúdicamente todo el tiempo el logo de una marca prepotente. Mabel del Pozo lo hace bien, pero no consigue inyectar realidad a un personaje que nunca llega a ser creíble en tan precioso espacio como ha concebido el director de escena.

José Luis Arellano vuelve a mostrar su buen gusto e imaginación apoyado en un equipo excelente, especialmente la escenógrafa Silvia de Marta, que aunque usa el recurso convencional de la pecera dentro del escenario, lo viste y lo arropa con fineza para que las imágenes de Miquel Àngel Raió nos cautiven en todo su esplendor y la iluminación de Juan Gómez-Cornejo envuelva y empape certeramente el conjunto. Arellano ha descansado la dirección actoral en el coreógrafo Chevi Muraday, valorando la dificultad notable del desdoble permanente del único personaje. Muraday domina la técnica y la expresividad de su oficio, y tiene amplia experiencia teatral, no obstante su trabajo nos parece que excede de manierismo en las poses, de pomposidad en los movimientos y de un enfoque erótico-lésbico que francamente no viene a cuento y que Miguel Ángel Milán refuerza con sus figurines deshabillé.

Nuestra lectura de la pieza diverge de la elegida, pero ello no es óbice ni valladar para que nos centremos en elogios a su componente musical. Alexis Soriano, que afirma que la pieza es una de las grandes aportaciones líricas para cantante sola del siglo XX,- como La voix humaine, de Poulenc, o El diario de Ana Frank, de Grigori Frid-, demuestra conocer muy bien la obra de este compositor de 63 años, con una amplia, aunque dispersa y poco conocida, obra a las espaldas. Las cuerdas adquirieron todas las sutilezas que el compositor deposita en ella, las obsesiones e ironías que demanda el libreto, y hasta ese sutil humor tan poco frecuente en nuestros lares que obliga a una leve sonrisa en algunos momentos. El piano en las manos de Eduardo Fernández tuvo el protagonismo que demandaba y el coro de Máspero estuvo a su máximo nivel, bordando esas coherentes irrupciones con que la partitura agita el rodar musical de la pieza.

Todo el protagonismo fue para esta delicada soprano que es Sonia de Munck, habitual del Teatro de la Zarzuela, y por eso quizás tan bien orientada a los papeles vocales en español. Su menudez tímida representaba la antítesis de la convicción sensual de Mabel del Pozo, y quizás era ese el efecto buscado por el compositor, aunque no estamos nada seguros de ello. En todo caso la soprano clavó su difícil papel, las dificultades de las partituras actuales, esos trinos minimalistas de la voz más aguda de la armonía que pueden fácilmente travestirse en gorgoritos. Debemos decir que aunque sea gran mérito del compositor, Sonia de Munk colaboró ayer a que la voz humana sonara amable en una ópera contemporánea, cosa infrecuente.

Y es que’ Las horas vacías’ es una ópera actual pero anclada en la tradición con mucho mérito. Hemos dejado al autor para el final, porque Ricardo Llorca es uno de los compositores actuales a contracorriente que no frecuenta el trayecto habitual hoy día. Estilísticamente, combina aquí motivos procedentes de la polifonía tradicional española y un lenguaje musical contemporáneo, principalmente minimalista y postminimalista en la línea de compositores como Philip Glass, John Adams y Meredith Monk. El resultado es una síntesis de estilos más próxima al gusto neoyorquino que al de las corrientes dominantes en la vanguardia europea. En la nota autobiográfica incluida en su página personal dice que sin adscribirse a ninguna escuela estética, ha practicado un revisionismo histórico al que se refiere en estos términos: ‘Los compositores nos hemos visto en la disyuntiva de, o continuar por el camino de la experimentación, o bien volver a los esquemas clásicos. Algunos compositores nos hemos encontrado incapaces de seguir adelante bajo los mismos auspicios estéticos que han dominado la música durante las últimas décadas. La mirada hacia atrás es quizás la única salida posible. Revisar el pasado y volver a trabajar sobre las estructuras y sobre los conceptos clásicos (horizontales y verticales) de la música, retomando el concepto de expresividad según los modelos tradicionales’.

Como compartimos totalmente el criterio y tantas veces lo hemos expresado, no podemos por menos de congratularnos y confiar en que perseverando consiga nuevos logros. Ya en 2019, el Teatro de la Zarzuela estrenó su versión musical de ‘Tres Sombreros de copa’ de Miguel Mihura, y entonces ya reseñamos su acierto general y sus desaciertos parciales (ver nuestra reseña).

Las ‘horas vacías’ de la existencia cotidiana, el escapismo individual, y la versión más pedestre del pensamiento positivo (‘todo va bien’), inspiraron a Llorca esta reflexión a la que puso una adecuada música. Ópera de hoy, minimalista y quejosa, para un tiempo de tránsito.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Libreto: 6
Partitura: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Interpretación: 8
Producción: 9
Programa de mano: n/h
Documentación a los medios: n/h

Teatros del Canal
Sala Verde
Las horas vacías
Una ópera para soprano, actriz, coro, piano y orquesta de cuerdas
Ricardo Llorca
9, 10, 12, 13 y 14 de noviembre
Estreno absoluto de la versión escénica

Música de Ricardo Llorca (1958)
Libreto de Ricardo Llorca y Paco Gámez

Reparto:
La Mujer (soprano): Sonia de Munck
La Mujer (actriz): Mabel del Pozo
Agradecimientos: Bea y Pepe Esteve,
Jennifer Cho, Fundación Teatro Joven

Director musical: Alexis Soriano
Director de escena: José Luis Arellano García
Escenógrafa: Silvia de Marta
Figurinista: Miguel Ángel Milán
Videocreador: Miquel Àngel Raió
Coreógrafo: Chevi Muraday
Iluminador: Juan Gómez-Cornejo, AAI
Asistente de iluminación: Jesús Díaz Cortés
Coro y solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real
Pianista: Eduardo Fernández
Director del Coro: Andrés Máspero
Asistente de Dirección Musical: Luis Seguí

Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con los Teatros del Canal y High C Music.
Con la colaboración de la New York Opera
Society.
Encargo original de la New York Opera Society, estrenada en versión de concierto en la XII
Semana de Música Sacra de Benidorm el 31 de marzo de 2007.
Duración: 1h 10min (sin descanso).

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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