El Museo del Prado no sabe muy bien qué hacer con Goya

El Museo del Prado no sabe muy bien qué hacer con Goya

Con independencia de los méritos reales de Velázquez y Murillo, de Zurbarán y El Greco, Goya es el gran señor del enorme caserón que alberga nuestro planetario museo al costado de la plaza de Neptuno, en el culmen de ese paseo del mismo nombre por el que tan solo pasar cada día, no digamos pasear, es como una tarea egregia. A las Majas de Goya las han dado más espacio, porque no serán menos de dos milones los visitantes que vienen a verlas cada año. La presentación de unos bocetos del fresco de San Bernardino de Siena que el pintor realizó para la basílica de San Francisco El Grande, ha servido de motivo para tirar un murete y colocar el ‘Venus recreándose con el Amor y la Música’ de Tiziano desafiando a las Majas. No estamos seguros de que sea una buena idea.

La nueva propuesta de exhibición de la obra de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) en las salas 34-38 del edificio Villanueva quiere ofrecer al visitante ‘un acercamiento más panorámico y sugestivo a la creación artística de Goya’. Además, la modificación arquitectónica de estas salas ha dado más expansión a unas Majas que estaban un tanto embutidas. Pero las que pueden ser las obras goyescas más populares -junto a Los Fusilamientos, por supuesto- han sido flanqueadas por un sensacional cuadro de Tiziano que produce un efecto turbador comparativo quizás no conveniente

Enriqueciendo este nuevo discurso, se expondrán en la sala 34 durante un año los dos primeros bocetos preparatorios que realizó Goya para el cuadro de altar ‘La predicación de San Bernardino de Siena ante Alfonso V de Aragón’ con destino a una de las capillas de la nueva Real Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, donde sigue hoy día. Propiedad de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, el primero de los bocetos se expuso por última vez hace más de cien años, mientras que el segundo se presenta al público por primera vez. Ambos óleos han sido recientemente restaurados en el Taller de Restauración del Prado.

La salida de una significativa selección de obras de Goya, con motivo de la colaboración del Museo Nacional del Prado en la exposición celebrada recientemente en la Fondation Beyeler en Basilea, ha favorecido la reinstalación de sus salas 34 a 38, dedicadas a Goya. Se han abierto los balcones de las salas 34 y 38, dos dirigidos hacia el Paseo del Prado y el último al Jardín Botánico, permitiendo la entrada de luz natural para crear una atmósfera más luminosa y se ha creado una nueva sala de mayores dimensiones al unir las salas 37 y 38 demoliendo el tabique que las separaba, para así alojar más c´pomodamente a la Maja desnuda y la Maja vestida.

Esta nueva ordenación se verá enriquecida, en la sala 34 dedicada a su pintura religiosa, con estos dos bocetos citados. En esta misma sala, presidida por Cristo crucificado de 1780, que le valió al artista su ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se reúnen, además, tres bocetos de cuadros de altar para importantes iglesias, como las catedrales de Toledo y Sevilla, y pinturas destinadas a oratorios o pequeños altares de destacados clientes particulares. El conjunto revela el desarrollo estilístico de Goya durante cinco décadas, así como su concepción original y más realista de los hechos religiosos y de las acciones de los santos y seres divinos, y su novedosa utilización de la luz.

Las salas 35 y 36 continuarán el recorrido por los retratos pintados por Goya a partir de la década de 1780 y hasta la de 1800 mostrando el panorama de clientes que buscaron a este artista convertido pronto en el retratista más importante en la corte de su tiempo. En ellos desaparece ya algo del idealismo y la atemporalidad que hasta
entonces habían sido normas del género y se puede observar la excelencia del artista en analizar con profundidad el carácter de los modelos y de convertir cada una de estos retratos en una obra única en cuanto a la composición y expresividad.

Desde los inicios de su carrera profesional y hasta 1819, fecha de la Última comunión de san José de Calasanz (Madrid, colegio de los Padres Escolapios), Goya se dedicó frecuentemente a la pintura de temas sagrados, que cultivó también en forma de murales para diversas iglesias, y en la que se refleja la presencia que la
religión tenía todavía en la sociedad del último tercio del siglo XVIII. En el Museo del Prado se conservan nueve cuadros religiosos del artista, fechados entre 1772 y 1816.

Goya inició su actividad como pintor de retratos en la década de 1780 y se convirtió en el retratista más importante de su tiempo. Representó a miembros de relevancia de todas las clases sociales, desde reyes y aristócratas hasta burgueses, entre ellos políticos, militares, eclesiásticos, actores, pintores y miembros de su familia. En sus
retratos desaparece ya algo del idealismo y la atemporalidad que hasta entonces habían sido normas del género. Sus modelos, incluso los reyes, parecen más humanos y cercanos y revelan una relación con la realidad contemporánea marcada por el ideario de la Ilustración, pero también por la Revolución Francesa. En sus actitudes y sus rostros se trasluce asimismo su carácter, analizado siempre con sutileza por el artista, que supo crear con cada una de estas imágenes una obra única, en cuanto a composición y expresividad.

La composición de la Maja desnuda, pintada por Goya en torno a 1800, sigue una tradición que se remonta a la Antigüedad, en concreto a esculturas de mujeres reclinadas como la Ariadna de la colección de Cristina de Suecia, que fue frecuentemente copiada. Ya en el Renacimiento son célebres las “poesías” creadas por Tiziano para Felipe II, un conjunto de pinturas de asunto mitológico inspiradas en textos clásicos y protagonizadas asimismo por el desnudo femenino. Este tipo de obras perseguían el deleite de los sentidos y, en casos como Venus recreándose en la música, podían verse como alegorías de estos, aquí en concreto de la vista y el oído, por los que se accedía al conocimiento de la belleza y la armonía. Mientras la Venus de Tiziano rehúye la mirada de su contemplador, las majas de Goya, despojadas ya de toda referencia mitológica, nos miran abiertamente con una sonrisa seductora.

La Maja desnuda se documenta en 1800 en un “gabinete interior” del palacio madrileño de Manuel Godoy, favorito de Carlos IV, junto con la Venus del espejo de Velázquez (Londres, National Gallery), regalo de la duquesa de Alba, una “Venus” de Luca Giordano y otra de Tiziano en una pequeña copia a pastel. Hacia 1802 Godoy embelleció su palacio y encargó a Goya varias alegorías y, seguramente, también la Maja vestida, documentada, como “gitana”, en la colección del valido en 1808. Fue pintada tal vez para tapar o disimular en ciertas ocasiones a la desnuda, que podía
ser objeto de la censura de la Inquisición.

En 1813, cinco años después de la caída de Godoy, los cuadros se trasladaron al Depósito de Secuestros, en cuyo registro la vestida aparece como “mujer vestida de maja”. En 1814 la Inquisición los depositó en sus dependencias y requirió a Goya para que declarara sobre ellos, aunque no se conocen más detalles. Trasladados en
1836 a la Academia de San Fernando, en sus salas solo se expuso la Maja vestida. En 1900 participaron en la primera exposición sobre Goya, organizada en Madrid, y en 1901 ingresaron en el Museo del Prado.

El 20 de julio de 1781 Goya obtuvo el encargo real de realizar uno de los siete cuadros de altar destinados a la nueva basílica de San Francisco el Grande en Madrid, una de las mayores construidas en el siglo XVIII. Los demás cuadros fueron ejecutados por los pintores de cámara Andrés de la Calleja, Antonio González Velázquez, Francisco Bayeu y Mariano Salvador Maella, así como por Gregorio Ferro, académico de mérito como Goya, y por José del Castillo, entonces todavía sin título. Las obras, aún hoy en la basílica, muestran asuntos de la vida de san Francisco de Asís y de sus seguidores, así como temas marianos. Goya representó el sermón que san Bernardino de Siena dedicó a la Virgen en 1444 en L’Aquila, ante Alfonso V de Aragón, rey de Nápoles, durante el cual una de las doce estrellas
marianas descendió del cielo y le iluminó.

Finalmente, una de las salas sala está dedicada a los retratos, con ‘La condesa de Chinchón’, ‘Gaspar Melchor de Jovellanos’, ‘La duquesa de Alba y su dueña’, ‘El pintor Francisco Bayeu’ o ‘El general don José de Urrutia’.

Tras este apaño, Goya sigue estando un tanto deslabazado en el museo del que es virtual presidente honorario, pues es el principal lugar de referencia para estudiar al artista, tanto por la cantidad como por la importancia del conjunto. Con más de un millar de obras suyas, entre pinturas, dibujos y estampas, el Museo guarda más de la mitad de su producción y buena parte de sus obras más emblemáticas. A esto hay que sumarle un importante grupo de documentos, entre los que destacan las 118 cartas escritas a su amigo Martín Zapater, impagable testimonio para comprender la personalidad de Goya. Sus obras se exhiben repartidas en las tres plantas del museo, aunque está previsto agruparlas algo más aunque no del todo

‘Goya es una espectacular galaxia dentro del universo del Prado. Es como un museo dentro del museo y desde luego nuestra obsesión’, decía Miguel Zugaza, el anterior director del Museo del Prado,presentando ‘Goya en el Prado’, una web incrustada en la página institucional del museo que recoge la totalidad de los fondos de la mejor colección goyesca del mundo. Son centenar y medio de pinturas, más de 600 dibujos, todas sus estampas y cientos de documentos accesibles en alta resolución y plenamente contextualizados, mostrando por primera vez en su integridad toda su obra conservada en el Prado.

¿Goya todo junto, Goya entreverado, qué hacemos con tanto Goya?

Aproximación a la propuesta (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 6
Comisariado: 6
Catálogo: 8
Documentación a los medios: 8

Museo Nacional del Prado
Goya, San Bernardino de Siena: Bocetos de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno
Hasta el 19 de febrero de 2023.
Comisaria: Gudrun Maurer, Conservadora de Pintura Española del siglo XVIII y Goya.

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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