El ópalo mágico de Albéniz, deslucido

El ópalo mágico de Albéniz, deslucido

Recuperar una opereta prácticamente desconocida, estrenada en Londres hace 128 años por uno de los pocos compositores españoles significativos a escala continental, es cosa a celebrar. Esta producción del Teatro de la Zarzuela evidencia un musical de partitura sólida aunque convencional, con una puesta en escena desastrosa que arruina el evento.

Al año siguiente se trajo a este mismo Teatro de la Zarzuela convenientemente traducida, pero no gustó ni su temática ni su música, y quedó arrinconada hasta nuestros días, dispersados sus componentes y perdida la pista de las diferentes modificaciones que el autor fue introduciendo, con cambio de título incluido. Así que para esta ocasión Borja Mariño la ha reconstruido en una nueva edición crítica a la que nada puede alegarse en una primera audición.

La historia es una fantasía de la época que no pretendía más que entretener, ambientada en una andalucía exótica en la que dos enamorados con la ayuda de esta piedra preciosa sortearán las acechanzas de unos bandidos y las tentaciones de unos banqueros para hacer triunfar su amor puro y verdadero. El autor del libreto, Arthur Law, era un dramaturgo y actor británico bien considerado en su tiempo que hizo un trabajo de aliño para aquella ya pujante industria de teatro musical que comenzaba a abandonar la opereta más concienzuda en pos de la revista más liviana. Pero la operación de cirugía estética a la que le ha sometido el osado Paco Azorín ha resultado en autopsia carnicera, ejemplo paradigmático de esa perversión ‘actualizante’ que nos aflige.

Parodiando los repartos juveniles del ‘Proyecto Zarza’ e inspirándose en la moda de los ‘escape room’, un grupo de cuatro mocitos y cuatro mocitas que esperan el metro consultando sus móviles son introducidos en un juego a dos niveles en el que pasando por nueve salas tienen que resolver acertijos y desafíos diversos por parejas; si se equivocan tres veces quedarán condenados a no conocer el amor real y usar siempre aplicaciones informáticas para ligar. Olympia elige a Trabucos como pareja, pero este quiere emparejarse con Lolika, que a su vez pretende a Alzaga. El juego lo organiza un aplastante narrador llamado Eros XXI que les brinda la ayuda de unos geniecillos llamados opalines a los que pedir ayuda contra los bandidos y contra Carambollas y Aristippus, dos gordinflas que representan las maldades del capitalismo avariento.

Contado así, mejora. Pero con la puesta en escena de Paco Azorín se convierte en una pesadilla fluorescente, de colorines estrambóticos y situaciones delirantes en el interior de un cubículo plagado de puertas en las cuatro caras que lo conforman por donde entran y salen sin parar los ocho jovenzuelos y otros tantos figurantes de bandidos y opalines, más los cuatro acróbatas que bajan del techo. El lío es inenarrable, y al mismo contribuyen agobiantes efectos audiovisuales de sonidos tremebundos e imágenes a gran escala del nefasto narrador, cuyos primeros planos a toda pantalla son una pesadilla.

Resumiendo lo dicho, la adaptación del libreto es una insensatez; la escenografía, una horterada de mal gusto; el movimiento escénico, un batiburrillo a veces tedioso y a veces ininteligible; la iluminación, unos fuegos artificiales a discreción; y en fin, la dirección de escena, un meterse en camisa de once varas, un arrogante ejercicio de imponerse al original, y una ocasión desperdiciada de hacernos rememorar aquel ‘The magic opal’, precedente de los musicales actuales, al que se podía haber puesto en escena en una versión descontextualizada sin más. Que de libretos mediocres está la ópera bien servida (mucho más que la zarzuela, por cierto).

Todo ello va en detrimento del elemento esencial, la música de Albéniz, un resumen de tendencias y gustos de la época, sin pretensiones innovadoras, pero de ejecución puntillosa, una prolija sucesión de 22 números musicales, de orquestación notable, que el director musical Guillermo García Calvo intentó encaminar en medio del tumulto escénico, consiguiéndolo ya avanzados los interminables 125 minutos de la propuesta, tras desajustes diversos que llegaron a sonar desafinados. Cuando pudo oírsela, la orquesta sonó bien a solas y peor con los cantantes, y el coro realmente estuvo muy desafortunado hasta poco antes del final de la pieza.

En el debe del director artístico debiera figurar un déficit en la dirección actoral. El nivel de conjunto fue flojo, retrotrayéndonos a aquellos tiempos penosos de parlamentos destemplados, ademanes caricaturescos, gesticulaciones exageradas y movimientos errabundos que creíamos desterrados para siempre de este teatro y de sus funciones de zarzuela. En el papel de Lolika, la protagonista, Ruth Iniesta apareció necesitada de mucho pulimento actoral, y reconociendo sus méritos vocales, esta vez no nos convenció como lo hiciera en la Ascensión de ‘El manojo de rosas’ en 2020 (ver nuestra reseña)y antes en el programa doble Château Margaux/La viejecita de 2017 (ver nuestra reseña). El nivel general de los cantantes nos pareció adecuarse al desajuste escénico, y con la excepción de los barítonos Luis Cansino y Damián del Castillo, poco convincente. La presencia aplastante de ese Eros XXI, su humor chusco y sus aspavientos, quizás fue el lastre definitivo de una travesía que prometía mucho y quedó en casi nada.

En el estreno de este viernes, el lleno no fue completo como viene siendo habitual. Solo una parte del público pareció sintonizar con el espectáculo, aunque apenas hubo dos ocasiones de escasos aplausos a lo largo de su recorrido, y eso en un teatro que se prodiga siempre en este aspecto. Al caer el telón hubo cierta desbandada, la más poblada que recordamos, como expresión de desacuerdo con lo visto y oído en un ópalo que no fue mágico, que apareció desvaído por no sabemos cuáles efluvios adversos.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 6
Dirección musical: 6
Dirección artística: 5
Voces: 6
Orquesta: 6
Puesta en escena: 5
Producción: 7

THE MAGIC OPAL
Ópera cómica en dos actos de Isaac Albéniz
120 minutos (sin intervalo)
1, 2, 3, 6, 7, 8, 9 y 10 de abril de 2022

Libreto – Arthur Law
Traducción de Javier L. Ibarz y Pachi Turmo
Adaptación de Paco Azorín y Carlos Martos de la Vega

Dirección musical – Guillermo García Calvo
Dirección de escena y escenografía – Paco Azorín
Vestuario – Juan Sebastián Domínguez
Iluminación – Pedro Yagüe
Diseño de audiovisuales – Pedro Chamizo
Movimiento escénico – Carlos Martos de la Vega

REPARTO
Lolika Ruth Iniesta (1, 3, 6, 8 y 10 de abril)
Carmen Romeu (2, 7 y 9 de abril)

Alzaga Santiago Ballerini (1, 3, 6, 8 y 10 de abril)
Leonardo Sánchez (2, 7 y 9 de abril)

Carambollas Luis Cansino (1, 3, 6, 8 y 10 de abril)
Rodrigo Esteves (2, 7 y 9 de abril)

Trabucos Damián del Castillo (1, 3, 6, 8 y 10 de abril)
César San Martín (2, 7 y 9 de abril)

Martina Carmen Artaza (1, 3, 6, 8 y 10 de abril)
Mar Campo (2, 7 y 9 de abril)

Aristippus – Jeroboám Tejera
Olympia – Helena Ressurreição
Zoe – Alba Chantar
Pekito – Gerardo López
Curro – Tomeu Bibiloni
Eros XXI – Fernando Albizu.

Orquesta de la Comunidad de Madrid
(Titular del Teatro de la Zarzuela)

Coro Titular del Teatro de la Zarzuela
Director Antonio Fauró

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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