Retorno al hogar de mister Pinter

Retorno al hogar de mister Pinter

Se diría que el que fuera premio nobel de Literatura de 2005 se crece en la distancia, siempre que lo revise alguien con la autoridad de Daniel Veronese. Una versión muy acertada de una pieza muy difícil en la que las apariencias engañan incluso cuando se pretende desvelar lo que supuestamente ocultan.

Al hogar de una familia disfuncional avant la lettre -un padre viudo que vive con dos de sus hijos, ya adultos, y un hermano- retorna el hijo mayor, aparentemente el triunfador de la familia, aparentemente con la mejor de las intenciones, aparentemente para presentarles a su buena esposa y madre de sus tres hijos. ‘Harold Pinter sabe cómo aportar tensiones. Un clan movilizado por la envidia y el desprecio mutuo recrea este hipnótico juego de infidelidad, abuso y proxenetismo. Algo incomprensible e inaceptable pero revestido de cotidianidad, sobreviviendo a fuerza de una moralidad particular, a fuerza de instinto, nos dice quien la ha adapta y dirige.

En los años sesenta del pasado siglo Inglaterra descubría las miserias ocultas por su pasado imperial. En los años sesenta, el teatro -como el resto de las otrora bellas artes- descubría la otra cara de la vida, los subconscientes e inconscientes individuales y colectivos ocultos bajo el ordenado sistema social. Harold Pinter (Londres, 1930-2008) está considerado el máximo exponente del prestigioso arte dramático inglés de la segunda mitad del siglo XX, heredero del teatro del absurdo de Samuel Beckett, Eugène Ionesco y Jean Genet, y sus obras, ‘aderezadas con fantasías eróticas y obsesiones, celos y odios, han sido calificadas como “teatro de la inseguridad”’.

Pues bien, en este retorno al hogar ni los que retornan son lo que parecen ni los que les reciben se distinguen tanto de sus vecinos. Esa amoralidad corrosiva, que luego se ha extendido por otras culturas como la nuestra, es el caldo de cultivo donde han crecido las visiones podemitas ‘sin dios ni patria ni rey’ que ya condicionan los gobiernos, la destrucción del viejo orden, las viejas coordenadas de la familia, la ley y el orden. Las santas madre y las buenas esposas son putas de campeonato, los hermanos se odian, los profesores son proxenetas; los jóvenes, infelices desgraciados; y los viejos, miserables perturbados. Ese es el hogar ahora.

El enfoque de Veronese tiene el acierto de no cargar las tintas formales y presentar este alegato tremendista con aire inocente, ligereza formal y aspecto pacífico, como si no pasara nada; al contrario de la versión que en 2009 hiciera Ferrán Madico por encargo del Teatro Español (ver nuestra reseña de entonces). Es que parecen dos obras diferentes. O a lo mejor, lo son, porque sin repasar el texto original de Pinter -como sería nuestra obligación-, y sin que Veronese detalle qué modificaciones de fondo y forma ha introducido -como sería la suya- no acertamos a explicar y explicarnos por qué esta vez la pieza nos ha casi fascinado y aquella vez estuvo a punto de horrorizarnos.

Ciertamente, la escenografía y el vestuario de Lua Quiroga son correctos, como lo es la iluminación de Aníbal López; más ocurrente es el espacio sonoro del mismo Veronese, con unas discutibles risas enlatadas a modo de suavizante de tensión. Ciertamente, el reparto está centrado, y no tanto por la presencia del cotizado Miguel Rellán como Max, ese protagonista renqueante en cotidiano derrumbe, sino por lo verídico del resto del reparto, en el que Alfonso Lara hace de su hermano -el chófer Sam- todo un personaje, y David Castillo y Fran Perea de hijos poco teatrales y mucho reales. Sobresalientes la pareja que retorna al hogar real -el Teddy de Juan Carlos Vellido- y al hogar figurado -la Ruth de Silma López-, sobresalientes en una ambigüedad que es la clave de la obra, esa moraleja o mensaje que tantos críticos bien sesudos se han esforzado en precisar y que bien puede ser simplemente truco de oficio, èpater le bourgeois, sorprender al espectador, responder con ambiguas respuestas a las preguntas del público. Más que buscar significados ocultos, destaquemos sus logros evidentes en reflejar la sociedad británica de entonces y la nuestra de ahora en esa escena descomunal en la que los protagonistas organizan al detalle los aspectos contractuales y empresariales del que va a ser el negocio de su vida, instalar a la zorra en el gallinero.

Daniel Veronese (Buenos Aires, 1955) ha hecho una vez más un gran trabajo, que llega a Madrid bien rodado después de pasar al menos por Málaga y Bilbao. La producción cumple todas las exigencias y el Centro Cultural de la Villa y Corte se apunta un tanto, y bien que lo necesita. Gran expectación en el estreno de este viernes, y la ausencia del director a la hora de los aplausos.

Este retorno al hogar ha perdido acritud y ha ganado cotidianidad. Puede ser su mayor acierto y es lo que le hace actual. Solo le faltaba que los personajes se españolizaran en Maxi, Leo, Samu, Edu y Rut, y que en vez de citar al Soho o al castillo de los Windsor, hablaran de la calle Desengaño o de los jardines de Aranjuez.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Texto, 8
Dirección, 8
Escenografía, 7
Interpretación, 8
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, n/h

Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa – Sala Guirau
RETORNO AL HOGAR
The Homecoming (1964), de Harold Pinter
Dirección y adaptación Daniel Veronese
Del 12 de enero al 5 de febrero de 2023

Reparto
Max – Miguel Rellán
Joey (su hijo menor )- David Castillo
Lenny (su hijo intermedio) – Fran Perea
Sam (hermano de Max) – Alfonso Lara
Teddy (su hijo mayor) – Juan Carlos Vellido
Ruth (mujer de Teddy) – Silma López

Ayudantes de dirección Maite Pérez Astorga y Nacho Redondo
Escenografía y vestuario Lua Quiroga
IluminaciónIon Aníbal López
Espacio sonoro Daniel Veronese
Fotografía y diseño gráfico Javier Naval
Jefe de producción Carlos Montalvo
Producción ejecutiva Olvido Orovio
Dirección de producción Ana Jelin
Distribución Producciones Teatrales Contemporáneas SL

Horario de funciones:De martes a sábados, y festivos:20h.Domingos:19h

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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