Leonora Carrington sin revelación

Leonora Carrington sin revelación

Imaginó y pintó un mundo de criaturas fantásticas y rituales mágicos queriendo ir más allá de una realidad decepcionante. Su primera exposición antológica en España reúne 188 obras entre las que hay un par de decenas fascinantes. La rica heredera inglesa Leonora Carrington (1917-2011) encontró en México su destino.

La influyeron los pintores florentinos del Quatrocento y sus amigos surrealistas, pero fue su breve estancia en Madrid acudiendo al museo del Prado la que dejó endeleble en su conciencia las obras de El Bosco, Brueghel el Viejo o Patinir. Es frecuente encontrar en sus lienzos pequeños seres híbridos que recuerdan a los del ‘Jardín de las delicias’ y otras obras de El Bosco, esos paisajes extraños y poblados por elementos que parecen haber sido extraídos de los sueños, esos seres entre humanos y otros animales, tan característicos de su obra. También la Alicia de Lewis Carroll la llevó a ese ‘país de las maravillas’ donde reinaban la alquimia, la cábala, los mitos ancestrales o la dislocación de la relación espacio-tiempo, sus asuntos favoritos.

En sus obras se retrata frecuentemente a través de mitos o animales, se vuelve hiena, árbol, caballo o diosa, y en su madurez artística adoptaría la pintura al temple, una técnica para ella dotada con poderes alquímicos. El recorrido expositivo se despliega a lo largo de diez secciones, y comienza cronológico para terminar temático. Las primeras secciones dejan patente lo lento y proceloso de su aprendizaje pictórico, que va suplantando a sus afanes literarios. En 1937 conoce a Max Ernst y escapa con él a París, para recalar finalmente en la localidad de Saint-Martin-d’Ardèche, en el sur de Francia. Gracias a la ayuda económica de su madre, Leonora compra una vieja casa donde la pareja emprende su propia obra de arte total, tanto en el interior como en el exterior de la misma. Pintan puertas, ventanas y muros con figuras híbridas y criaturas protectoras.

Tras el arresto de Ernst por los ocupantes alemanes, huye a España con la intención de cruzar al otro lado del Atlántico desde Lisboa. Se repite sin tino que a su llegada a Madrid en 1940 es víctima de una violación grupal, pero parece algo inventado en sus muy fabuladas ‘Memorias de abajo’, así que los datos biográficos del catálogo no lo incluyen aunque sí lo hace el dossier de promoción de la exposición. El caso es que sufre un episodio psicótico que lleva a que su padre la ingrese en un sanatorio psiquiátrico de Santander, experiencia que supone un punto de inflexión tanto en su vida como en su obra.

En 1941, una Leonora de veinticuatro años desembarca en Nueva York ‒tras un rápido matrimonio de conveniencia para que ella pudiese salir de Lisboa‒ y toma contacto con la comunidad de artistas surrealistas huidos de Europa y su obra adquiere una iconografía cada vez más compleja. Green Tea [Té verde] (1942) remite a un cuento irlandés donde se narra cómo un doctor descubre que el consumo desmesurado de esta bebida genera estados alterados de la conciencia, con un fondo que remite al paisaje inglés, al toscano de la pintura italiana y al parque del sanatorio de Santander. La inmovilidad de la protagonista contrasta con el movimiento de las dos yeguas-perro atadas entre ellas por medio de los árboles que les sirven de cola. Estrecha su relación con Roberto Matta, se reencuentra con Max Ernst, que ha sido liberado, y con intelectuales como André Breton. Si con los dos primeros (junto con Marcel Duchamp) realiza su primer trabajo por encargo, el mural titulado Summer [verano] (1942), con el otro colabora en labores editoriales y exposiciones del grupo surrealista.

En 1943 Leonora se traslada a Ciudad de México, donde se une a otro círculo de exiliados Kati y José Horna, Remedios Varo y Benjamin Péret. En casa de estos dos últimos conoce al que será su futuro esposo, el fotógrafo Emerico Weisz, padre de sus dos hijos, Gabriel y Pablo. La experiencia de la maternidad da
inicio a un período de regresión a su casa de la infancia, con visiones familiares e infantiles cargadas de
melancolía, lienzos en formato horizontal y tonos que recuerdan a  los
maestros toscanos del medioevo, realizados con pintura al temple.

Considera crecientemente las artes adivinatorias y las corrientes esotéricas como una ruta alternativa para acceder al inconsciente y a los enigmas del ser humano y la naturaleza. Con la pintora española Remedios Varo y la fotógrafa húngara Kati Horna se adentra en el mundo de la magia, pues las tres la entienden como una herramienta de recuperación de los poderes femeninos «prohibidos». Los libros sobre magia, alquimia, astrología o tarot ocupan un lugar privilegiado en su biblioteca, además de proporcionarle iconografía que utiliza una y otra vez en su obra.

En 1948 realiza Le Bon Roi Dagobert (Elk Horn) El buen rey Dagoberto (Cernunnos)], la primera pintura donde se representa a sí misma como la Diosa Blanca, que remite sin duda al ensayo homónimo de Robert Graves, que se centra en la recuperación de distintos cultos en torno a deidades femeninas que han desaparecido a lo largo de la historia, pero que han sobrevivido en fábulas y poemas de forma oral. Esta Diosa Blanca, cuyo culto fue destruido por el patriarcado y es recuperada por Graves, es símbolo de la fuerza y el poder femenino.

A su llegada a México, el interés de Carrington por la magia se renueva gracias a su contacto con los indígenas lacandones, para quienes las prácticas y rituales de hechicería forman parte de la vida cotidiana. Con tan solo veinticinco años, le pareció un lugar donde todo es nuevo; los rituales en torno a la muerte, así como las creencias en animales guardianes y entes protectores encuentran resonancia con los mitos y tradiciones celtas que ha absorbido en su infancia. Con la antropóloga Laurette Séjourné y Remedios Varo se dedican a explorar regiones remotas visitando curanderos, brujas y chamanes recuperando testimonios de sus prácticas ancestrales. Paralelamente, se interesa cada vez más por las ideas feministas, en pleno apogeo en Estados Unidos: ‘La mayoría de nosotras, espero, somos ahora conscientes de que una mujer no debería tener que pedir Derechos. Los Derechos estaban ahí desde el principio; hay que recuperarlos, incluidos los misterios que eran nuestros y fueron violados, robados o destruidos’, dirá.

Los animales, a menudo mezcla de reales o mitológicos serán uno de sus motivos más recurrentes en la obra de Carrington. Criaturas mitológicas, híbridas y fantásticas en las que la propia artista se transforma y bajo las que se autor-retrata, hasta el punto de haberse autodefinido como «animal humano hembra». Su conciencia ecológica está a su vez muy ligada a la feminista, pues para Carrington es tan solo a través de la recuperación del poder por parte del matriarcado como se puede salvar el planeta de la destrucción a la que está siendo sometido. Este sentimiento le hizo, asimismo, sentirse atraída por otras religiones y culturas, como la budista, una filosofía que promueve la empatía y la compasión ante cualquier forma de vida.

Fue dejando de pintar conforme envejecía y falleció a los 94 años, al margen de toda actividad pública. Al final se dejó filmar para un documental y le confesó al director: ‘Me da mucho miedo el tiempo, porque no lo entiendo’. Buscó y rebuscó, pero no halló esa revelación que todos querríamos. Ser rica le permitió ser artista, y ser artista la liberó de mirar al mundo de frente. La etiqueta de ecofeminista ha potenciado su actual reconocimiento del que ha sido borrada la impronta más fuerte, la esotérica. ‘El mundo mágico de los mayas’ (1963-64) que ilustra esta reseña puede que sea el mejor colofón de su obra.

Aproximación a la propuesta (del 1 al 10)
Interés: 9
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: 9
Documentación a los medios: 7
Programa de mano: n/h

Fundación Mapfre
LEONORA CARRINGTON. REVELACIÓN
Fechas: Del 11 de febrero al 7 de mayo
Lugar: Sala Recoletos (Paseo de Recoletos, 23. Madrid)
Comisarios: Tere Arcq, Carlos Martín y Stefan van Raay
En colaboración con el ARKEN Museum of Modern Art de Dinamarca

INFORMACIÓN PRÁCTICA
Fundación MAPFRE
Paseo de Recoletos, 23.
Entrada general: 5 €
Entrada gratuita los lunes (no festivos): 14.00-20.00 h
Lunes: 14.00-20.00 h
Martes a sábado: 11.00-20.00 h
Domingos y festivos: 11.00-19.00 h.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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