Guido Reni, el ‘divino’ barroco

Guido Reni, el 'divino' barroco
Hipómenes y Atalanta, 206 x 279 cm h., Museo Nacional del Prado

El Museo del Prado presenta una fabulosa exposición antológica sobre Guido Reni con casi un centenar de obras procedentes de más de cuarenta museos, instituciones y colecciones públicas y privadas en Europa y América para ofrecer una completa visión de la trayectoria de este gran artista italiano del siglo XVII y su contribución al universo estético del barroco europeo.

Nunca habíamos podido contemplar la obra de Guido Reni de esta forma tan completa, en base a piezas poco vistas fuera de sus localizaciones habituales, como el imponente Triunfo de Job, procedente de la catedral de Nôtre-Dame de París, junto a otras muy renombradas, como la Inmaculada Concepción del Metropolitan Museum of Art de Nueva York; la Cleopatra de The Royal Collection de Londres; Dibujo y color del Musée du Louvre de París; o Salomé con la cabeza de San Juan Bautista y Magdalena penitente de las las Gallerie Nazionale d’Arte Antica di Roma (Palacios Barberini y Corsini). A estas y otras obras maestras se unen las 18 del propio Museo del Prado, algunas expresamente restauradas para la ocasión como el San Sebastián, tal y como lo concibió el artista, despojado del gran repinte que ampliaba el paño de pureza que cubría su cuerpo. o Muchacha con una rosa y Virgen de la silla. Otras novedades son La predicación de San Juan Bautista perteneciente a las
Madres Agustinas de Salamanca, recién incorporada al catálogo del artista; o la inédita Baco y Ariadna, de una colección particular suiza.

Y sobre todas ellas, la indescriptible escena de Hipómenes y Atalanta por partida doble, en dos cuadros mellizos, dos grandes óleos sobre lienzo majestuosos, el del Museo del Prado de Madrid (1618 -1619)​ y el del Museo di Capodimonte de Nápoles (1620 -1625), hermanados por vez primera para esta importante ocasión. El mito dice que él, hijo de un rey arcadio, se enamoró de ella, una virgen consagrada a Artemisa, y que siendo ella una corredora excepcionalmente rápida, para ahuyentar a sus pretendientes los retaría a una carrera que si perdían les costaría la muerte. Atalanta venció a todos sus pretendientes, a excepción de Hipómenes, quien la derrotó no por velocidad sino con un ardid pues, arrojando sucesivamente tres manzanas de oro a sju paso, consiguió distraerla. Atalanta e Hipómenes vivieron felices durante un tiempo, hasta que fueron convertidos en leones por Cibeles como castigo después de haberse atrevido a tener relaciones sexuales en uno de sus templos, condenándoles a tirar de su carro. Y ahí siguen los dos amantes, los leones en la fuente de Cibeles de la plaza más famosa de Madrid, a unos cientos de metros del Prado. Para profundizar en la historia artística de esta leyenda puede consultarse el ensayo ‘Atalanta e Hipomenes: recreación iconográfica de un mito’.

La exposición, comisariada por David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 del Museo, atiende a las más recientes aportaciones historiográficas, con un mejor conocimiento de su biografía y su personalidad a través de los diversos contextos históricos y artísticos en los que transcurrió su vida, y presta especial atención a su vínculo con España, perceptible tanto en el coleccionismo de la corona y la aristocracia como en la influencia de sus modelos iconográficos en artistas fundamentales del nuestro Siglo de Oro. También dialoga con una selección de pinturas y esculturas de otros artistas que pretende poner de manifiesto las influencias principales que recibió en la forja de su personalidad y las que ejerció en otros creadores de su tiempo. Asimismo, una notable selección de dibujos de Reni permite valorar la riqueza y belleza de su proceso creativo.

Guido Reni (1575-1642) fue uno de los artistas más destacados en la Europa de su tiempo, llegando su fama al nivel de la que alcanzaron Rubens, Caravaggio o Bernini. Desde su Bolonia natal, su obra se difundió no solo por buena parte de Italia, sino que también alcanzó algunas de las principales capitales del continente, como París,
Londres o Madrid, y algunos artistas hispanos decidieron enriquecer su propio lenguaje con la evocación de las
propuestas de Reni, entre ellos varios pintores de especial relevancia, como Bartolomé Esteban Murillo.

Pero, tras acrecentarse su reputación en el siglo XVIII, cuando Reni fue tomado como un ejemplo a seguir en las academias de Bellas Artes, durante la siguiente centuria, y en especial a partir del Romanticismo, su prestigio comenzó a decaer junto al de la escuela boloñesa de pintura, al considerarse entonces que sus métodos creativos lastraban el afloramiento de la personalidad genuina del artista. Será a partir de la década de 1950 cuando de forma progresiva varias exposiciones recuperen su figura al poner de manifiesto la excelencia de su arte, que le valió el apelativo de “divino” por su capacidad para alcanzar una belleza tan sublime que ponía al espectador en contacto con lo trascendente.

Reni dio forma a un clasicismo «accesible», de fácil conexión emotiva, que genera miradas de arrobo. Si hay algo que destacar entre todo lo destacable de este insigne personaje, nos quedaríamos con sus composiciones escénicas, a menudo fascinantes, intrigantes, sugerentes. En él, las características del barroco se muestran exultantes y sus muy pobladas escenas en el tratamiento de algunos mitos paganos, bíblicos y cristianos son de una complejidad inteligente cuya contemplación produce ese bienestar asociado a la belleza que es pura y frágil felicidad.

RECORRIDO DE LA EXPOSICIÓN

I. «Yo Guido Reni, Bolonia»

La próspera y culta ciudad de Bolonia, perteneciente desde 1506 a los Estados
Pontificios, se convirtió a finales del siglo XVI en uno de los centros artísticos más
importantes de Europa, destacando especialmente por la actividad de su escuela
pictórica. Ligada de forma estrecha al espíritu de la Contrarreforma, la pintura
boloñesa de aquel momento se cimentaba en una sólida tradición, al tiempo que vivía
un proceso profundamente renovador de la mano de la familia Carracci. Estos artistas
propusieron superar el manierismo imperante por el estudio del natural y la
reinterpretación de grandes maestros como Rafael, Correggio, Tiziano y Veronese.
Con ello forjaron un lenguaje bello y novedoso capaz también de transmitir los más
profundos sentimientos religiosos.

En aquella atmósfera nació Guido Reni (1575-1642), quien llevaría el arte pictórico de
Bolonia a unas cotas de perfección nunca antes alcanzadas. Hijo de un músico, de
personalidad virtuosa y reservada, se encaminará en su adolescencia hacia la
formación como pintor. Guiado por los mismos principios que defendían los Carracci,
Reni recibirá el apelativo de «divino» por su talento para representar lo sobrenatural.
Tal capacidad nunca la consideraría un don innato, sino el resultado de su
descomunal esfuerzo en la búsqueda de la belleza, tarea en la que el dibujo y el
colorido se unían en una armónica simbiosis. Desde su Bolonia natal, la fama de
Guido llegará a Roma, y de allí al resto de Italia y a buena parte de Europa. España
también fue partícipe de su gloria, recibiendo por la vía del coleccionismo
importantes obras suyas, al tiempo que se le consagraba como un modelo para los
artistas hispanos.

II. El camino de la perfección

Reni realizó su primer aprendizaje del arte de la pintura con Denys Calvaert (h. 1540-
1619), maestro flamenco asentado en Bolonia que practicaba una elegante versión con
resonancias nórdicas del manierismo tardío. Calvaert le sometió a una dura disciplina
y sacó un gran provecho del talento de su discípulo. Tras adquirir un pulcro dibujo y
un colorido llamativo y sensual, Reni hará suya la visión comercial del maestro,
especialmente hábil en introducir en el mercado artístico pequeñas pinturas al óleo
sobre cobre. Insatisfecho con su situación, en 1594 proseguirá sus estudios con los
Carracci, Ludovico, Annibale y Agostino, quienes habían creado hacia 1582 una
academia destinada a la formación práctica y teórica de los jóvenes artistas, la
llamada Accademia degli Incamminati. Además de adentrarse en el dibujo del
natural, Reni aprendió las técnicas del grabado y del modelado en terracota. En aquel
contexto, comenzó a producir sus primeras obras del todo autónomas, en ocasiones
como parte del equipo de Ludovico y en otras de forma por completo independiente,
trabajando para clientes particulares, el clero o atendiendo encargos oficiales de la
ciudad de Bolonia.

III. En Roma entre Rafael y Caravaggio

Tras el año jubilar de 1600, y tal vez a causa de algunas desavenencias con su maestro
Ludovico Carracci, Guido Reni viajó por primera vez a la ciudad de Roma, por
entonces la indiscutible capital artística de Europa. Su biografía quedará unida desde
entonces a la Urbe, en la que descubrirá el gran legado de la Antigüedad, al tiempo
que conocerá las obras de su admirado Rafael de Urbino. Pero el episodio más
singular de aquellos años fue su empeño por emular el arte de Caravaggio, el artista
más radical y rompedor activo en Roma. Guido, tras conocer su pintura, modificó su
propio estilo, intentando superar a Caravaggio mediante la imitación de su quehacer.

Tal actitud le convirtió por un tiempo en una especie de «anti-Caravaggio». En aquel
interés coincidió con quien llegaría a ser otro de los grandes protagonistas de la
escena artística del siglo, el español José de Ribera. Pero tal experimentación no fue
más que una fase transitoria en su arte, un peldaño más en la forja de su propia
identidad, como demuestra el excepcional lienzo de altar de la Matanza de los
inocentes.

IV. La belleza del cuerpo divino

La capacidad de Guido para acercar al espectador a la divinidad fue un valor
unánimemente reconocido a su arte ya en su época. Su biógrafo, Carlo Cesare
Malvasia, le comparó por ello con un «águila generosa» que tras su «vuelo a las
esferas» traía a la tierra las «ideas celestiales». El escritor Francesco Scannelli
consideró que su pintura fue «más allá de lo humano» para conducir a lo divino. El
mismo Malvasia aludía a sus personajes sagrados como «divinidad humanizada»,
refiriéndose con ello a la fuerza de alguna de sus obras para hacer partícipe al
espectador de lo trascendente. Es por ello que Reni fue un extraordinario intérprete
de la vida y Pasión de Jesús, al presentar a Cristo como poseedor de una gran belleza
física, capaz de albergar un alma divina. Al mismo tiempo, ciertos temas evangélicos,
como los protagonizados por la joven figura del Bautista, le permitieron experimentar
sobre un momento esencial de la condición humana, el de la transición del cuerpo
adolescente al adulto.

V. Héroes y dioses de sobrenatural anatomía

En Roma, Reni conoció y estudió algunos de los principales referentes artísticos que
representaban una visión grandiosa y monumental de la anatomía humana, como el
célebre Torso del Belvedere y, de forma muy especial, los frescos de Miguel Ángel en
la Capilla Sixtina. Reni afrontó así con maestría la realización de ciertas obras, de
temática mitológica, que partían de una interpretación del cuerpo masculino en clave
análoga, pintando anatomías que, si bien resultaban verosímiles, rozaban lo
sobrenatural. Tal concepto corporal era adecuado para figurar ciertos episodios de la
mitología clásica, como la caída de los gigantes o los trabajos de Hércules. Las obras
de Guido con aquellas iconografías fueron encargadas o coleccionadas comúnmente
por miembros de la aristocracia, que las asociaron a sus deseos de exaltar la grandeza
de sus propias estirpes. De forma semejante, la Monarquía Hispánica se valió de
obras de arte con la plasmación de esos mismos mitos para sus fines
autorrepresentativos, para lo que se sirvió de autores como Francisco de Zurbarán o
Alessandro Algardi, escultor boloñés que sería recordado como «Guido en mármol».

VI. El poder de los santos y la hermosa vejez

En la sociedad del Barroco se asignó a los santos un papel primordial como
protectores e intercesores de los fieles católicos. Haciéndose eco de aquel sentir
religioso, Reni desarrolló una enorme capacidad para mostrarlos a ellos y sus
episodios biográficos de forma bella y conmovedora, tanto cuando se trató de
composiciones complejas como cuando los abordó como figuras aisladas. Su acierto
en la construcción de relatos hagiográficos se pone de manifiesto en el impresionante
lienzo del Triunfo de Job, en el que la riqueza de los elementos secundarios exalta al
santo protagonista sin restarle relevancia. Pero fue en las representaciones
independientes de apóstoles, evangelistas o ascetas donde el artista supo proyectar
toda su sensibilidad, al tratar un concepto en el que brilló especialmente: el de la
belleza del cuerpo más allá de la juventud. Los rostros ancianos y las anatomías que
comienzan a denotar flacidez son tratados por Reni con tan primorosa atención y con
tanta intensidad pictórica que revelan un singular encanto. Tal propuesta entronca
con la noción cristiana de la hermosura del alma más allá de la caducidad de la carne,
y coincide con reflexiones análogas de otros grandes pintores del momento.

VII. María o la divinidad humanizada

A finales de la década de 1620, Reni recibió dos importantes encargos destinados a la
Corona española. El primero de ellos fue una representación del Rapto de Helena,
concebida para el principal espacio del Alcázar de Madrid, el por entonces llamado
Salón Nuevo. Por varias desavenencias, la pintura —que fue muy celebrada en su
tiempo— nunca llegó a venir a España.
El segundo fue una Inmaculada, destinada a doña María de Austria, hermana de
Felipe IV, y sucesivamente donada a la catedral de Sevilla, donde permaneció hasta la
invasión napoleónica e inspiró a Murillo en sus creaciones. En esa obra, Reni hubo de
enfrentarse a la controvertida cuestión de la Concepción Inmaculada de María,
defendida fervientemente por la Monarquía Hispánica al tiempo que condenada por
la orden dominica. Su sensibilidad como intérprete de ese tema se muestra en todas
las demás obras marianas a él debidas, reflejo de toda una vida de ferviente devoción
a la Virgen. Con sus pinceles, María se acerca al espectador en su condición divina
desde la más bella idealización humana.

VIII. Cuerpos y deseo: la sensualidad del desnudo

En diversas ocasiones Reni abordó la representación de cuerpos masculinos y
femeninos desnudos, casi siempre en el marco de relatos de la mitología clásica. En
ellos reunió su observación del natural con el estudio de las estatuas antiguas. En su
taller, algunos de sus discípulos le hicieron de modelo para sus creaciones, y también
contó ocasionalmente con posados femeninos. Su concepción de la belleza del cuerpo
desnudo puede apreciarse de manera magistral en obras como Hipómenes y
Atalanta, donde las espléndidas anatomías de los jóvenes se presentan en un instante
de sensual interacción. Más sereno es el caso de Baco y Ariadna, mientras la máxima
expresividad se alcanza en Apolo y Marsias, donde la interpretación del relato
mitológico conlleva la confrontación violenta de un bello cuerpo masculino con otro
más rudo. Reni creó estas obras desde su renuncia a las relaciones sexuales,
suponiéndosele comúnmente virgen. Aunque ese rasgo pueda ser interpretado desde
la mentalidad contemporánea como un síntoma de homosexualidad reprimida, en su
tiempo fue considerado como un ser de naturaleza angelical, un hombre que, como su
arte, no era del todo de este mundo.

IX. En el reino de Cupido: juego, amor y ternura

Dentro del común interés de los artistas italianos del Renacimiento y el Barroco por la
representación del cuerpo infantil, Reni ofreció en algunas de sus obras ejemplos
singulares. En ocasiones lo hizo recreándose en los juegos desenfadados de los putti o
amorcillos, y en otras incluyendo a Cupido, dios pagano del amor y símbolo de ese
sentimiento universal. Sus modelos reflejan una predilección por los cuerpos de niños
«mantecosos y regordetes», como recuerda su biógrafo Malvasia. Hay que destacar
igualmente la estrecha relación que existió entre las propuestas de Guido en este
ámbito y la escultura de su tiempo, como ocurre con algunas obras de Alessandro
Algardi, muy cercanas a los modelos de Guido, o con las de Giovanni Battista Morelli,
autor italiano presente en el Madrid del siglo XVII como estuquista y escultor en
terracota.
La iconografía amorosa en Guido tuvo también plasmaciones femeninas, como ocurre
con la Muchacha con una rosa, obra que colgó en el despacho de verano de Felipe IV
en el Alcázar de Madrid junto a una sensual dama veneciana de Tintoretto,
componiendo un singular dúo de visiones contrapuestas aunque complementarias del
amor.

X. Piel y ropajes

Las pinturas dedicadas por Reni a diosas, santas y heroínas de la Antigüedad tuvieron
gran éxito en la Europa de su tiempo. A la mayor parte las representó de medio
cuerpo o en tres cuartos, como ya había hecho Caravaggio, lo que invitaba al
espectador a una aproximación muy directa a la obra. Con enorme maestría técnica y
gran sensibilidad, el artista recrea a estas mujeres del pasado de un modo ajeno a la
experiencia sensorial directa. Reni elabora un lenguaje sugestivo y único con los
juegos de los paños, que envuelven el cuerpo sin apenas marcar su anatomía —al
contrario de lo que había sido preceptivo en el manierismo— y contrastan con la
blancura y tersura de la piel. Las intensas expresiones de los rostros toman como
punto de partida las cabezas de algunas estatuas clásicas que estudió en Roma,
mientras que las ricas telas probablemente aluden a los tejidos de Bolonia, que era
por entonces un gran centro de producción sedero. Con todo ello, una enigmática, fría
y cautivadora sensualidad se desprende de estas pinturas, repetidas en numerosas
ocasiones por el mismo Reni con ligeras variantes para atender a la alta demanda del
mercado.

XI. Dinero, materia y espíritu: los últimos años y el non finito

En los últimos años de su vida, el arte de Reni experimentó un cambio tan radical que
hasta sus más fervientes admiradores tuvieron dificultades para entenderlo. Desde
una marcada búsqueda del esencialismo en el lenguaje pictórico, sus formas se
deshicieron, casi desapareciendo el dibujo y difuminándose los contornos. Al mismo
tiempo, su brillante y variado colorido se apagó y redujo drásticamente, adaptándose
a un concepto cercano a la grisalla. Buena parte de aquel proceso de simplificación
estuvo relacionado con el hecho de dejar conscientemente numerosas obras
inacabadas, bien por falta de tiempo o energía, bien por la intención de mantenerlas
en ese estado en su taller hasta encontrar un potencial comprador para el que
concluirlas. Surgió así el «non finito» de Guido Reni, una etapa en la que el cansancio
propio de la vejez se mezclaba con el agravio de los problemas económicos derivados
de su ludopatía, que le hacían producir rápidamente para poder así afrontar sus
deudas de juego. Pero más allá de ser consecuencia de su necesidad, estas obras
traducen una búsqueda autocomplaciente de la belleza de lo inacabado, dando cierta
idea de espiritualización del arte que coincide con el propio fin del creador. Reni
fallecería en Bolonia el 18 de agosto de 1642, siendo despedido con gran y sincera
emoción por sus conciudadanos.

Aproximación a la propuesta (del 1 al 10)
Interés: 9
Despliegue: 9
Comisariado: 9
Catálogo: 9
Documentación a los medios: 9
Programa de mano: n/h

Museo del Prado
Salas A y B del edificio Jerónimos
Guido Reni
Del 28 de marzo al 9 de julio de 2023
Comisariada por David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800.
Patrocinada por la Fundación BBVA
Con la colaboración del Städel Museum

ACTIVIDADES EN TORNO A LA EXPOSICIÓN
–El Prado ha invitado a los especialistas en este autor y a los jóvenes investigadores de su figura a presentar las
novedades y descubrimientos que hayan logrado últimamente sobre el gran maestro boloñés en un encuentro científico previsto para los días 15 y 16 de junio de 2023.
–CICLO DE CONFERENCIAS
3 de mayo – David García Cueto, MNP
Guido Reni y su obra en la España del Siglo de Oro
10 de mayo – Fernando Loffredo, Stony Brook University
Guido Reni y la escultura de su tiempo
17 de mayo – Rafael Japón, Universidad Autónoma de Madrid
El Guido Reni español: la recepción de la pintura italiana en el estilo de
Bartolomé Esteban Murillo
24 de mayo – Gloria Antoni, Beca BE-MNP
«A hombros de gigantes»: Guido Reni y el arte del siglo XVI
31 de mayo – Gonzalo Redín Michaus, Universidad de Alcalá
Enmendando el natural: Guido Reni y Caravaggio
–MEDIACIÓN
-Conversaciones. un espacio de encuentro y conversación del
comisario o comisaria de las exposiciones temporales o de los itinerarios en colección
permanente con nuestros públicos.
-Salón efímero a media tarde
-(EX)Poner el cuerpo recorre las colecciones del Museo del Prado para abrir
conversación sobre los cuerpos femeninos, su representación y los debates sociales,
religiosos, éticos e incluso políticos suscitados por él a lo largo de la historia.
-Anatomía de una ficción, sobre la construcción social de los cuerpos y su evolución, visitando la sección «el poder de los santos y la hermosa vejez» para dialogar en torno
al edadismo y su evolución histórica, poniendo de relieve la perspectiva del artista,
invitando a la reflexión sobre las vivencias propias y haciéndola dialogar con otras
perspectivas contemporáneas como la investigación la Imagen Corporal de los
Ancianos, de la enfermera geriátrica y doctora en Psicología, Carmen María Sarabia,
la charla Tedx de Ashton Applewhite, Let’s End Ageism, las intervenciones de la
artista contemporánea Orlan o la evolución de la publicidad en esta línea.
–Claves. En esta actividad —que se desarrolla en la sala de Conferencias del Museo— se
explican los detalles y las cuestiones más relevantes de las exposiciones temporales.
Jueves a las 11.00 y 17.00 h.
A partir del 6 de abril en la Sala de Conferencias
Actividad gratuita para los visitantes con entrada al Museo

DOCENTES Y ESCOLARES
–Deslizar 2023. Cuerpo espacio y acción, una red de trabajo
e investigación sobre innovación educativa en torno y a través del arte con equipos
multidisciplinares formados por docentes y alumnado de seis centros públicos de la
Comunidad de Madrid, artistas, investigadores y educadoras de museos.
— Familias: Cápsulas de conexión. Cuerpo y movimiento
–Jóvenes: Detonantes. Visitas de inspiración

ACCIÓN CULTURAL
–La Ribot Ensemble
9 de julio de 2023
La Ribot es coreógrafa, bailarina y artista. Su obra, que apareció a la salida de la
transición democrática en España en los años 80, cambió profundamente el campo de
la danza contemporánea. Desafía los marcos y formatos del escenario y del museo,
tomando prestado libremente de los vocabularios del teatro, artes visuales, actuación,
cine y video para operar un desplazamiento conceptual de la coreografía.
–Concierto Angélico para Guido Reni
Conciertos Dramatizados Grupo Nereydas
19 y 20 de mayo
Dir. Javier Ulises Illán
Con la participación de Martín Llade
–Concierto angélico: Guido Reni y la belleza de lo divino
Con músicas de Andrea Falconeri, Adriano Banchieri, Claudio Monteverdi, Michael
Maier y Adriano Banchieri, entre otros . Con imágenes de Guido Reni.
19 de mayo 19.00h PÚBLICO GENERAL /20 de mayo 12.00h PÚBLICO FAMILIAR.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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