Valle-Inclán visto por Gómez de la Serna

Valle-Inclán visto por Gómez de la Serna

Un doble retrato, el del retratista y el retratado, los dos Ramones, dos personajes importantes de la literatura española del último siglo. Gómez de la Serna publicó en 1944 una semblanza de Valle-Inclán que Xavier Albertí convierte en monólogo musicado para lucimiento de Pedro Casablanc. Aguda prosa para polémico personaje. Suma de disidentes que se agradece en estos romos tiempos.

Son setenta minutos sin que baje ni un momento el ato voltaje del texto acompañado al piano con muy diversas sugerencias musicales que equidistan, subrayan, separan y prolongan siempre tenuemente la prosa recitada, enfatizada, desdoblada y empujada a las alturas por un buen actor, en el límite permitido de una presencia que no agobie, de unos ademanes y movimientos, gestos y tonos medidos con buen oficio. Un personaje nada actual, con corbata y monóculo, que comienza siendo el Ramón de las Gregerías, apenas inteligible en sus piruetas verbales, y que pronto se trasmuta en el Ramón de los esperpentos, el que se inventó a sí mismo como su mejor personaje.

‘Yo he querido entender que su aproximación a la narración biográfica -género que Gómez de la Serna practicó con gran prolijidad- intenta extraer aquello que constituye lo invisible, lo ideológico, lo fantasmagórico de esas peripecias vitales’ nos dice Albertí. Lo leí hace más de veinticinco años, siempre he querido transformar esa experiencia en un espectáculo. La gran lección es que para escribir de una cierta manera hay que vivir de una cierta manera. Que nada en la escritura de los grandes autores está buscando el aplauso inmediato. Que hay que comprar un billete para un viaje a ninguna parte, o sea un viaje hacia uno mismo. Y aquí estamos nosotros, fascinados por ese momento de fulguración de vocales y consonantes que se convierten en música de las esferas, que se convierten en la solución musical imaginada por Novalis para restituir la poesía a la vida y la vida al arte’.

Ramón María Valle Peña (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) fue un precursor del vanguardismo rupturista en fondo y forma del siglo XX. De personalidad extravagante, maniática y un tanto agresiva (quizás máscara de una profunda timidez), conjugó el bohemio y el dandy en un cóctel insólito difícil de aceptar entonces y por supuesto hoy mismo. Visceralmente apolítico se le ha querido usar por progres e izquierdosos marginando aspectos esenciales de su personalidad extremadamente conservadora, sus inclinaciones espirituales y místicas, su carácter trascendente y visionario. Valle-Inclán se cambió de nombre una vez y muchas de biografía hasta ser una de las figuras más complejas, misteriosas y fascinantes de la literatura española. Convirtió su vida en una suma de leyendas, entre ellas, que podía ir de Burgos a Madrid andando en dos horas, que había sido fraile trapense y también soldado en México, todo ello para ocultar su verdadera vida privada, de lo más normal y corriente, aunque era un hombre profundamente esotérico, y más allá de los elementos sobrenaturales de la galicia profunda y misteriosa, donde la creencia en duendes, meigas y trasgos era común, lo cierto es que en su obra abundan referencias a la filosofía perenne, astrología, alquimia, magia.

Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963) construyó una amplia y original obra literaria que deslumbró en su tiempo y deslumbra ahora. Todo breve, chispazos, retazos, nada elaboración sistemática, todo improvisación inspirada. Su particular visión de la literatura, concebida dentro de los presupuestos del arte por el arte, sin ningún intento de reflexión ideológica, dio lugar a un género inventado por él, las greguerías, definidas por el propio autor como ‘metáforas más humor’: frases breves, de tipo aforístico, que no pretenden expresar ninguna máxima o verdad, sino que retratan desde un ángulo insólito realidades cotidianas con ironía y humor, a base de expresiones ingeniosas, alteraciones de frases hechas o juegos conceptuales o fonéticos. Su vasta producción literaria incluye desde artículos y ensayos, algunos agrupados en libros, hasta dramas de tema erótico y obras más o menos ficcionadas, muchas de ellas basadas en una trama truculenta, al modo de los folletines costumbristas, que por las incoherencias en la narración, las imágenes surrealistas o el barroquismo de la expresión se convierten en una forma de absurdo que destruye todo sentimentalismo y las acerca a lo patético y grotesco. En 1936 huyó a Argentina y en 1948 publicó la obra autobiográfica Automoribundia.

Albertí no cuenta cómo ha creado su dramaturgia, cuánto ha modificado del texto original, qué ha podido añadir además de la excelente selección musical que ofrece momentos geniales con la interpretación de ‘La tarántula’, ese bichito tan malo gloria del cuplé autóctono. La producción es sobria y sobresaliente sin más ayuda que el piano de cola que toca Mario Molina y las variantes de iluminación a cargo del chef de la casa, Gómez-Cornejo. En la larga trayectoria de Albertí nos gustó en su época zarzuelera, aquellas divertidas adaptaciones de El trío de la africana (ver reseña) y La corte del faraón (ver reseña) que llegaron a Madrid en 2009. Celebramos en su momento aquella vía de renovación del género y los aciertos, más en el primero que en el segundo título. Celebramos también la producción de Luces de Bohemia de Ramón María del Valle‐Inclán que con dirección de Lluís Homar y dramaturgia y composición musical suya ofreciera el CDN en 2012 (ver reseña). En 2011 se había ocupado de la dirección artística de ‘Yo, Dalí’ (ver reseña), el estreno absoluto en el Teatro de la Zarzuela de la ópera de Xavier Benguerel en un tono convencional y aceptable. En 2014 presentó discretamente ‘Tierra de nadie’ de Harold Pinter con protagonismo de Lluis Homar (ver reseña), en 2018 una aceptable ‘Islandia’ de Luisa Cunillé (ver reseña), y más recientemente, ya apadrinado por la CNTC, hizo una horterada arrevistada con El gran mercado del mundo de Calderón de la Barca (ver reseña), una notable dramaturgia en La comedia de las maravillas de Ramón de la Cruz (ver reseña), y un sobresaliente trabajo con El príncipe constante, de Pedro Calderón de la Barca (ver reseña). Todavía pincharía por tendencioso en la reciente reposición de la ópera El abrecartas de Luis de Pablo en el Teatro Real (ver reseña), y haría de nuevo para la CNTC una notable versión y dirección de El burlador de Sevilla de Tirso de Molina (ver reseña) en octubre pasado. Una nutrida trayectoria que le afianza como uno de nuestros directores teatrales más solvente y solicitado, cuya especialidad musical realmente tiene poca competencia.

No son muchas las oportunidades en la nutrida cartelera española de acudir a espectáculos de calidad, a contracorriente del costumbrismo progre, de instalaciones cutres, de sesgos documentales y performances romas. Pero existe aún público para textos inteligentes y propuestas interesantes e instructivas. Llenaba el teatro Español en esta última función del espectáculo y casi saca al intérprete a hombros.

Calificación del espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 9
Versión, 8
Dirección, 8
Escenografía, 7
Interpretación, 8
Producción, 8

TEATRO ESPAÑOL
Don Ramón María del Valle-Inclán
A través de Ramón Gómez de la Serna
Un espectáculo de Xavier Albertí
Del 2 de marzo al 9 de abril de 2023

Dramaturgia y dirección: Xavier Albertí
Con Pedro Casablanc
Pianista: Mario Molina
Selección musical: Xavier Albertí
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Ayudante de dirección: Jorge Gonzalo
Una producción de Teatro Español y Bravo Teatro SL.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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