Una historia de España con afán patriótico

Una historia de España con afán patriótico

José María Marco Tobarra nos aporta con su ‘Historia Patriótica de España’ una valiosa visión de conjunto desde la óptica liberal conservadora. Es una disidencia bien valiente, y al mismo tiempo moderada, frente a esa mal llamada memoria histórica imperante. Merece la atención de todo el que quiera contrastar las versiones oficializadas de nuestra pasado. Un resumen accesible de un tema casi inabarcable.

Hay diferentes maneras de ser patriota, como hay muy diferentes maneras de ser nacionalista. Un patriota no tiene que ser obligatoriamente nacionalista, ni un nacionalista es siempre un consecuente patriota. Disquisiciones lingüísticas que no llevan a ninguna parte o pueden llevar a la que se prefiera. Patriotas se consideran los tres millones de votantes de ese partido de derecha conservadora y constitucional que nombrábamos, y patriótico se apellidaba el revolucionario FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) que pretendía sustituir el franquismo por un régimen estalinista.

Si el árbol conceptual no oculta el bosque histórico, este libro se une a intentos anteriores de compendiar la historia de este país y darla cierto sentido en un momento de crisis de nuestra identidad nacional, una edición ampliada del publicado hace una década en ‘homenaje a aquellos que nos han precedido en esta tierra, españoles igual que nosotros, sin que nos quepa darles lecciones de españolidad, ni decidir quién es español o quién no lo es, o cuáles son los rasgos del ser español’.

De los brumosos orígenes, con Tartessos, fenicios, iberos y cartagineses, hasta la moción de censura que acabo con el gobierno de Mariano Rajoy en 2018, pasa revista a las españas romana, musulmana, ilustrada, liberal y franquista, sin olvidar sino todo lo contrario la reconquista y la expansión americana. Sus últimas cien páginas sintetizan el final del anterior régimen, el surgimiento del actual, y la transición entre uno y otro hasta la puesta en cuestión de todo el proceso en nuestro días, con un capítulo final centrado en los aspectos culturales o más bien ideológicos que nos dividen a la hora de entender qué ha sido y qué es España.

Marco había publicado en 2011 ‘Una historia patriótica de España’ con la editorial Planeta, y ahora reedita el ensayo con Ediciones Encuentro, ya sin el artículo indeterminado del título y revisado y actualizado hasta 2018. Se trata de otro resumen de nuestra historia, pero partiendo del patriotismo, un enfoque inusitado desde 1975 y prácticamente ausente a lo largo de todo el juancarlismo y su actual continuación. Patriotismo como virtud cívica, patriotismo afectuoso pero realista, y no ese alarde excesivo e inoportuno que es el patrioterismo, un equivalente al chovinismo francés, la creencia en la superioridad de tu país, de tu cultura, de tu sociedad sobre las otras, o al jingoísmo británico, ese nacionalismo exaltado partidario de la expansión violenta sobre otras naciones, mecanismo de movilización popular del ultra nacionalismo militarista inglés que justificaba una política exterior agresiva especialmente contra Rusia, el cual ha resucitado con la guerra de Ucrania y ha tenido su máxima exaltación en el imperialismo yanqui del siglo pasado que se resiste a morir en este.

Posteriormente, el autor que comentamos profundizará en su enfoque liberal conservador con ‘Maura. La política pura’ (Gota a Gota, 2013), ‘Sueño y destrucción de España. Los nacionalistas españoles (1898–2015)’ (Planeta, 2015), ‘Diez Razones para amar a España’ (Arzalia, 2019), y ‘La hora de España. Una afirmación liberal conservadora’ (Deusto, 2020), una recopilación de ensayos editada junto con Jorge Martín Frías.

Una docena de años fecundos, un ciclo que parece cerrarse reeditado su inicio, ‘Historia patriótica de España’, corregida y actualizada hasta 2018. Setecientas páginas en quince capítulos que no somos capaces de comentar en su conjunto, del que nos centraremos en sus dos y medio últimos capítulos, desde el último franquismo de los años sesenta del pasado siglo a la llegada al poder de Pedro Sánchez en 2018, recorriendo toda la transición, los sucesivos gobiernos centristas, socialistas y populares, con especial atención a la evolución del estado autonómico y un colofón sobre el debate en curso de la misma idea de España. Es justamente el período en el que el autor de esta reseña lleva inmerso una docena de años trabajando en ‘Crónica de Medio Siglo. Del FRAP a Podemos, un viaje por la historia reciente con Ricardo Acero y sus compañeros’, un proyecto de largo recorrido del que van publicados 26 episodios con más de once mil páginas.

Si nosotros hemos escogido la crónica periodística para abordarlo, -un relato prolijo, quizás abrumador, repleto de historias personales y colectivas que se entremezclan en un laberinto apabullante-, José María Marco sigue el camino contrario, posiblemente más difícil, el de la síntesis escueta: un centenar de páginas del que puede decirse que es un notable vistazo del período, un serio intento de trazar un relato coherente y verídico. Naturalmente, superficial y discutible en su selección y sus apreciaciones, como no podía ser de otra manera; un sacrificio o una virtud d de brevedad destinada a facilitar la difusión de su trabajo y de su pensamiento, condicionada por las leyes del mercado editorial que nosotros hemos sorteado -con voluntad que no viene al caso detallar- en una propuesta condenada de antemano a una existencia marginal.

El relato patriótico de Marco se ve obligado a pasar tan de puntillas por la historia reciente que uno tiene que volver sobre lo leído para recordar si se mencionan jalones como el magnicidio de Carrero Blanco o la ocupación del Congreso por Tejero el 23-F. Pero sí que están, como están referencias atinadas al proceso constitucional, a la larga etapa de gobierno de Felipe González, a la sombra permanente de ETA o a la conmoción del 11-M por ejemplo, siempre evitando al máximo los juicios de valor aunque siempre reflejando un cierto escepticismo imprescindible al juzgar el período y un alejamiento igual de indispensable de la leyenda rosa que ha favorecido a la izquierda y de la leyenda negra que ha perseguido a la derecha en todo el período. Y junto a todo ello, un significativo silencio sobre la figura de Juan Carlos I, tanto para bien como para mal, con apenas dos menciones al ‘juancarlismo’ y ninguna a las historias amorosas y financieras del monarca emérito.

Porque el afán principal del autor es trazar la ruta por la que los nacionalismos periféricos, los separatismos actuales (sin que use nunca tan rotundo término) nos han conducido a la práctica desaparición de la nación española, limitada a un Estado debilitado, una Administración caótica y una presencia casi invisible de su simbología, empezando por su bandera. Antes, en las primeras 600 páginas, ha presentado los antecedentes históricos del problema, la victoria de una concepción estrecha y reaccionaria del nacionalismo sobre la amplia y liberal, y todo para defender algo tan simple y obvio como que volvamos a ser buenos patriotas, a querer a esta España nuestra, entera y de todos. Patria.- Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. 2. f. Lugar, ciudad o país en que se ha nacido, dice el diccionario.

Aunque es muy posible que sea ya demasiado tarde, tal como reconocía el mismo Marco hace unos meses, entrevistado por Fernando Palmero: ‘Creo que la batalla está perdida. Hemos entrado en otro terreno, la nación está definitivamente deconstruida, estamos ya en una nación de naciones. España no es lo que fue ni lo que pudo haber sido. Por eso, la nueva edición trata de dar materiales para enfocar un problema nuevo: cómo nos situamos los españoles ante una nación que ya no es unitaria, ni siquiera a nivel administrativo, y en la que muchos nacionales no se reconocen como tales. Estamos en la construcción de una comunidad política en la cual los lazos sentimentales y emocionales entre los habitantes de unas y otras zonas han cambiado radicalmente. Especialmente, en Cataluña y País Vasco. Se ha hecho un gran esfuerzo intelectual y político, y muy apoyado desde el Estado, y esa es la gran paradoja, para deconstruir España’.

Con tres fechas clave en su opinión para entender esta deriva. La primera, el 11-M de 2004; la segunda, el 1-O de 2017, ‘cuando una parte del Estado decide rebelarse contra el resto’. Y la tercera, la moción de censura de mayo y junio de 2018. Desde entonces, el sustento del Gobierno de Sánchez ‘son los terroristas. No sólo los antiespañoles teóricos o ideológicos, como los independentistas catalanes, sino los violentamente antiespañoles, aquellos que han creído legítimo utilizar la violencia contra otros españoles, una derrota de la tradición liberal y constitucional española. El PSOE tiene una noción instrumental de la nación, igual que la tiene de la democracia. Por otro lado, la derecha no ha puesto en marcha los mecanismo culturales e ideológicos para contrarrestar esa tendencia. Las élites españolas se quedaron atascadas en la crisis del 98’.

ENTRE DOS DOS DÉCADAS

Centrándonos en su recorrido por los años 70 y 80 del pasado siglo, que viene a coincidir con los episodios de nuestra ‘Crónica de Medio Siglo’ ya publicados, podemos intentar ser más minuciosos en una especie de cata que pudiera servir de sondeo al conjunto del libro. Entre sus aportaciones para este período, destaca el considerar como principal problema del tardofranquismo que ‘no conseguiría la legitimidad intelectual, que cada vez se mostraría más esquiva’ (pág.609), pero no sabrá explicar -como nadie ha sabido- las razones por las que, al tiempo que Franco ya con 74-76 años consigue estabilizar el régimen con la ley orgánica y la sucesión monárquica, la oposición coja fuerzas, y el Estado que había querido ser nacionalsindicalista perdiera rápidamente el apoyo sindical.

Repara en que ‘la legalización de un partido totalitario proporcionaba el marchamo democrático a la Transición española. Santiago Carrillo (1915-2012), responsable de la matanza de Paracuellos durante la Guerra Civil en Madrid -entre tres mil y cinco mil muertos- se convertía en uno de los héroes de la Transición a la democracia’ (pág.619), y considera que la apuesta socialista por el Estado de Bienestar ‘era una reforma hecha a destiempo, cuando ya no existían las condiciones morales que habían permitido su mantenimiento’ (pp 641-642), sin dejar de señalar que ETA ‘contó con la ayuda de sus amigos los nacionalistas y de una sociedad que no se movilizó contra el terrorismo hasta muchos años después’ (p. 618). Resulta emotivo el balance de lo que significó el consenso constitucional como ‘refrendo de un pacto por el que se reconocía y se instauraba, al mismo tiempo, la unidad de España y su pluralismo’ (p. 630). Y acierta en dictaminar que el dejar la política autonómica fuera del consenso político fue un grave error que haría del tema terreno de lucha más entre los partidos nacionales (p. 635), así como en que resulta difícil de comprender ‘cómo los españoles, recién recuperada la libertad política no supimos expresar con claridad nuestra repulsa a la violencia política. Quizás algún día consigamos entender nuestra conducta de esos años. Será más difícil justificarla’ (p.637), y en que detrás del triunfo socialista de 1982 ‘había un impulso nacional de índole patriótico’ (p.639).

Destaca también el hecho de que ante la tarea de redactar la nueva constitución, AP y UCD gozaban de mayoría parlamentaria y podían haber forzado su concepción imitando a la mayoría republicano-socialista de 1931, pero que sin embargo optaron por el consenso, un ‘consenso por defecto, interpretado a gusto de quien ocupara el poder’, mientras que Fraga siempre defendió la necesidad de hacerlo explícito: ‘Tenía razón en su planteamiento, pero en la situación española de entonces, parece difícil que se hubiera alcanzado un acuerdo así planteado’ (p. 626). Las diferencias llegaron en torno al término ‘nacionalidades’, con la concepción de España como ‘nación de naciones’. La inclusión del término en la Carta Magna sería la grieta por la que el separatismo -término que con mucha prudencia no utiliza, como ya dijimos- terminaría siendo el gran problema irresuelto y quizás irresoluble de nuestros días.

En varias ocasiones exhibe un antifranquismo incomprensible, pero será en la página 627 cuando lo haga más explícito defendiendo que ‘un gesto simbólico de alejamiento del régimen de Franco por parte del centro derecha español habría despejado el panorama’, por cuanto ‘los excluidos y reprimidos por Franco tenían, irremediablemente, un marchamo de legitimidad superior a sus adversarios de centro derecha, que fácilmente aparecían como continuadores del franquismo por mucho que hubieran sido ellos los que iniciaron las reformas. De hecho, la legitimidad de la Monarquía democrática dependía de la legitimidad que les reconociera la oposición de izquierdas. Esa realidad, que no podía ser variada, no llevó al centro derecha español a plantearse su propia relación con el régimen de Franco’. Y añade: ‘El régimen de Franco había durado demasiado. Los avances se habían realizado a costa de represión, censura, falta de libertad y sufrimientos que tal vez se podían haber evitado y que no son-en ningún caso- aceptables. Los dirigentes del nuevo centro derecha tal vez podían haber hecho examen público de conciencia, o incluso pedir perdón, el no hacerlo propició una situación en la que la acusación de «franquista’, realizada contra quienes habían hecho posible la Transición, cargaba aún más de legitimidad a los herederos de quienes habían sido tan responsables de la Guerra Civil como el otro bando’.

Con ello parece dar la razón a quienes siguen considerando a la derecha merecedora de oprobio por lo ocurrido en el pasado y a la izquierda merecedora de un plus de respeto. Pero esa hipotética petición de perdón que defiende Marco en el caso de realizarse hubiera debido ser simultánea por ambos bandos para ser justa, y hecha solo por la derecha solo hubiera dado más injustas armas dialécticas a la izquierda. Ya vimos de lo que sirvieron las proposiciones no de ley adoptadas por el congreso en 2002 ‘sobre el reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que padecieron la represión del régimen franquista por defender la libertad y por profesar convicciones democráticas’ y ‘para reparar moralmente a las víctimas de la guerra civil desaparecidas y asesinadas por defender valores republicanos y a reconocer el derecho de familiares y herederos a recuperar sus restos, nombre y dignidad, y las que la acompañaron’. El día en que se cumplían 27 años de la muerte de Franco, el PP condenaba el alzamiento del 18 de julio de 1936 y rendía ‘reconocimiento moral a quienes padecieron la represión de la dictadura franquista’ a cambio del reconocimiento tácito de que la oposición dejara de una vez el recurso a ‘las dos Españas’ fuera del enfrentamiento político. Precisamente lo que se aplicará a realizar con una intensidad casi enfermiza el PSOE cuando año y medio después consiga el gobierno tras el 11-M.

En esta parte final del libro hay pequeños errores, como decir que ‘una vez muerto Franco, los estudiantes en rebeldía consiguieron la paralización de las universidades’ (p611) pues eso ocurre en la primera mitad de los 70 con él aún en vida, o seguir considerando a la niña Begoña Urroz víctima de ETA, o poner al mismo nivel al FRAP y al GRAPO ‘grupos terroristas que asolaron a la sociedad española’, cuando el primero solo cometió tres atentados mortales en el verano de 1975. La parquedad de redacción lleva a veces a afirmaciones pueriles, como decir que ‘ni Franco ni su Régimen trajeron la democracia a España’ (pág.615), o crípticas como la siguiente: ‘En el mismo momento en que la izquierda se esforzaba por implantar estructuras partidarias solidarias, una parte de la derecha española se empeñaba e no crearlas… extraña empresa de demoliciones’ (pág.621). O difíciles de descifrar, como cuando afirma que acabada la transición, consolidar la monarquía exigía ‘una disposición distinta, una nueva disciplina de partido, un nuevo armazón cultural e ideológico’ (pág.631). No faltan las inevitables erratas, como citar a la ONU en lugar de la OTAN en la página 626, o decir en la 645 que ‘…llevó a Felipe González a sacarnos de la OTAN’, cuando debía decir ‘a intentar o propugnar sacarnos de la OTAN’.

Sin embargo, coincidimos con algunas de sus observaciones originales, como la de que al final del franquismo ‘España, retrasada en otros aspectos, participaba de la misma cultura popular que triunfaba en los países democráticos’ (pág.611), o que de las atrocidades cometidas por el frente popular en 1936-39 eran tan responsables los socialistas como los comunistas, y que sin embargo aquellos ‘fueron amnistiados por la opinión pública’ aún manteniendo ‘un programa radical de máximos’, luego abandonado por ‘una política en abierta contradicción con lo sostenido en sus textos programáticos… Una exhibición de pragmatismo’ (pág.620).

El capítulo final es un repaso a los intentos de captar el ser o la esencia de España suponiendo que tal cosa exista, lo cual es mucho suponer hoy día. No está nada mal revivir la polémica iniciada en el exilio por Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz, que tantos ecos tuvo en ambos recorridos, seguida de la de Laín Entralgo y Rafael Calvo Serer ya en España, así como las aportaciones de José Ortega, Julián Marías y Salvador de Madariaga al tema, y citar intentos afines como los de Pío Moa o Elvira Roca Barea: ‘Había llegado la hora de ese patriotismo que es uno de los grados supremos de la civilización: solidarizarnos y sentirnos identificados con nuestros compatriotas, amar y aspirar a mejorar el patrimonio común, no sustituir la realidad por el deseo, rechazar la tentación de enarbolar la nación como una bandera contra nadie, y menos que nadie contra quienes son tan españoles como nosotros, y concebir la propia conducta en homenaje a aquellos que nos han precedido en esta tierra’. Pero las cosas iban a tomar una dirección distinta, la del desmantelamiento de España, constata con toda la razón (pág.702).

Para Marco, tras el desprestigio del liberalismo por la retórica de exaltación nacional del anterior Régimen, ‘cundió el cobarde juancarlismo’ (pág.703), y en vez de consolidar lo creado por Franco ‘con algún grado de descentralización administrativa’, los constituyentes optaron por el modelo de la segunda república, ‘régimen poco democrático y nada liberal’ (ídem), ‘propiciando ‘un estado de ánimo que se movía entre la reticencia a la idea misma de nación española, por no hablar de la patria, y su negación’ (pág.704). Por fin nos instalábamos en la democracia liberal entre una derecha refugiada en la amnesia y un Partido Socialista que no quería abrir heridas recién cerradas, la democracia española se convirtió en un ente sin historia (pág.705). Así, la crítica al régimen de Franco se había convertido en sinónimo de crítica a la nación constitucional. El respaldo oficial iba encaminado a demostrar que la nación española es un relato, una invención perecedera. ‘Todo este trabajo de deconstrucción -es decir, de demolición- se puso en marcha al mismo tiempo que se consolidaba el Estado de las Autonomías’ (págs.705-706).

Con ‘Historia Patriótica de España’, José María Marco Tobarra (Madrid, 14 de octubre de 1955) insiste en su notable contribución a rescatar del oprobio y la maledicencia un patriotismo sano y constructivo que parecía últimamente capaz de retornar en el último momento preciso, pero que las elecciones generales del pasado 23 de julio han demostrado si no minoritario, sí carente de una mayoría decisiva. Él parece ejemplo de esa porción de españoles que creyeron encontrar en las propuestas progresistas el camino de la regeneración pendiente, pero que desencantados han ido girando a posiciones más y más conservadoras. Afiliado al PSOE y UGT entre 1983 y 1989, se ha ido acercando a Vox desde su fundación, llegando a candidato a senador por Madrid con este partido político y a continuación a figurar como número dos en la candidatura a la Asamblea de Madrid de 2019. Sin embargo, renunciará ‘por motivos de salud’, y posteriormente dejará incluso de ser patrono de honor de la Fundación Disenso, el thing tank del partido, aunque mantiene su colaboración como articulista.

Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés, 9
Contenido, 9
Edición, 9
Información complementaria, 7

Historia patriótica de España
José María Marco
Ediciones Encuentro – Colección Nuevo Ensayo
pags.: 730
Publicación: Feb 2023
ISBN: 978-84-1339-137-3
Vista previa, índice y prólogo.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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