Un ballet romántico de hace dos siglos irrumpe como brisa inocente, bella y curativa en este diciembre madrileño. Una excelente producción de la Compañía Nacional de Danza para sentirte un niño viendo un cuento si es que todavía te crees capaz.
Cuando la sílfide conoce a James, un granjero escocés, y le adentra en el mundo de los sueños, un amor eterno comienza. Desafortunadamente para ellos, la bruja y adivina Madge ha jurado vengarse del desprecio del joven, que la trata mal cuando irrumpe en las ceremonias previas a su boda. Una venganza que tendrá trágicas consecuencias. Pues ahí tienen, así de simplón es el argumento. Y sin embargo, libreto, música y coreografía conservan una magia especial en esta versión absoluta y afortunadamente historicista que consigue captar nuestra atención desde el primer momento.
Y es que viene bien de vez en cuando esa inmersión naif que intuyes desde el primer momento, cuando sube el telón y nos llevan a un castillo con jóvenes escoceses con con falditas a cuadros y escocesas con boinas de pompón. La puesta en escena de Petrusjka Broholm, que ya la hizo para el New York City Ballet en 2015, resulta todo lo realista y mágica -al mismo tiempo- que necesita este cuento, gracias a conocer muy bien el terreno que pisa. Es danesa, ha pasado su vida profesional en el Royal Danish Ballet primero bailando y luego coreografiando y conoce bien esta pieza que el Teatro Real de Copenhague estrenó en 1836 y se ha seguido programando desde entonces. Elisa Sanz ha diseñado una sencilla escenografía adecuada a la historia, con salón con gran chimenea en el primer acto, con bosque fantástico en el segundo. Excelente vestuario el de Tania Bakunova, moscovita establecida en Madrid desde hace una década, basado en el contraste del colorido de los trajes típicos y tópicos escoceses con el blanco de los tutús de las bailarinas. Y la iluminación de Nicolás Fischtel armoniza todo ello como suele hacer este hombre.
Digamos que el coreógrafo danés August Bournonville (1805-1879) , que había asistido a la representación de la obra en París cuatro años antes, aplicó al libreto original sin modificarlo sus ideas coreográficas y encargó una nueva música al noruego Herman Severin Løvenskiold (1815-1870); y así crearon el que parece ser ‘el ballet más antiguo del periodo romántico conservado en el repertorio activo internacional con mayor fidelidad coréutica’. Hala. Bournonville, además, con la ayuda de dos pintores locales reprodujo con todo detalle para el Teatro Real de Copenhague los diseños parisienses originales de Pierre Ciceri (escenografía) y Eugène Lami (vestuario), diseños que inspiran con literalidad aún hoy las producciones actuales de este ballet, incluida la que nos ocupa en Madrid.
Se trata de una delicada celebración romántica, según la muy autorizada opinión de Arancha Argüelles. Cada personaje tendrá siempre sus detalles y elementos para colarse en nuestros sentimientos más íntimos, tal como hace la sílfide al entrar por la ventana y poner patas arriba lo que está sucediendo en la casa de Effie (la preparación de las bodas entre ella y el bueno de James) sin importarle demasiado las consecuencias. A pesar de ello y de su carácter despreocupado, caprichoso y a veces dramático, ella siempre despierta nuestra simpatía. Esta es precisamente una de las claves de este singular personaje destinado a permanecer en ese eterno estado de gracia que lo distingue y dibuja. La bailarina debe interpretar todos estos matices que están dentro de la fantasía ambiental que pide el libreto y que debe hacerse creíble para el público. Y continúa:
‘Aunque a ratos el tono de este ballet puede parecernos festivo, nunca debemos perder de vista que estamos en el Romanticismo y que por debajo de la acción discurre un drama que termina de la peor manera posible. Puede interpretarse que la sílfide es víctima de sus actos, de su impulsividad y de su mala cabeza. Pero hay algo más que también puede ser una lección: en su entusiasmo enamoradizo, arrastra a James a la infelicidad y la desesperación. Cuando se habla de la excelencia al bailar, quizás lo más importante es que la técnica que usamos no se note, que esté contenida en el baile, ordenando los pasos y haciéndolos un todo musical, pero que no sean evidentes los esfuerzos puramente físicos. La sílfide es el personaje del gran repertorio del ballet que más nos exige este propósito. La técnica no es un fin, sino una herramienta que nos permite interpretar y contar una historia, y la sílfide pasa ante nuestros ojos como algo evanescente, ligero, casi incorpóreo, y es allí donde la bailarina debe dar todo de sí misma. No hay en el ballet de Bournonville grandes despliegues de lo que se entiende como virtuosismo. Todo es mucho más sutil y delicado y eso es parte del gran reto’.
Un reto bien jugado y bien ganado. En el estreno, Yaman Kelemet fue ese espíritu etéreo que dice la tradición hermética europea que es una sílfide, un hada del aire; Thomas Giugovaz desplegó una potencia armónica espectacular como el apuesto novio James subyugado por la sílfide; secundado al mismo nivel por Jorge Palacios como Gurn, el amigo fiel, mientras que la novia abandonada Effie quedaba a cargo de Martina Giuffrida, y su amiga Madge al de Irene Ureña.
Resultaron especialmente brillantes los números colectivos del cuerpo de baile, una asignatura siempre pendiente en la CND que esta vez alcanzó el sobresaliente con nutridas presencias de dos decenas de componentes realzados por un tierno grupo de niños figurantes. Daniel Capps dio a la orquesta titular el timbre y tono apropiados a una partitura romántica notable en la que no hay exquisiteces pero sobre la que el ballet clásico puede brillar en todo su esplendor. Con una duración justa para que no haya empacho de puntas, con mil cabriolas y una gesticulación aceptable para ayudar en la comprensión de un libreto claro y tondo, con esta Sílfide la CND limpia algunos borrones anteriores y demuestra que tenemos una compañía de ballet que ha ido cogiendo talla.
El ballet La Sylphide, iniciador de la corriente de obras posteriores sobre los espíritus elementales y los amores frustrados, fue el primer gran ballet que se popularizó en Madrid, con múltiples montajes y versiones, llegando a representarse a partir de 1842 alternativamente en dos teatros de la capital: el Teatro del Príncipe y el Teatro del Circo. Ahora el teatro de la Zarzuela ofrece diez ocasiones de rememorarlo por todo lo alto. Para no dudarlo.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Coreografía: 8
Partitura: 7
Libreto: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Orquesta: 8
Escenografía: 8
Producción: 9
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 7
Teatro de la Zarzuela
La Sylphide
Compañía Nacional de Danza
Director artístico: Joaquín De Luz
7, 8, 9, 10, 12, 13, 14, 15, 16 y 17 de diciembre de 2023
Coreografía: August Bournonville
Música: Herman Severin Lovenskjold
Libreto original: Adolphe Nourrit (transcrito por August Bournonville en 1836)
Puesta en escena: Petrusjka Broholm
Diseño de escenografía: Elisa Sanz
Diseño de vestuario: Tania Bakunova
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel
Dirección musical: Daniel Capps
Orquesta de la Comunidad dce Madrid, titular del Teatro de la Zarzuela
Elenco estreno CND:
La Sílfide: Yaman Kelemet;
James: Thomas Giugovaz;
Effie: Martina Giuffrida;
Madge: Irene Ureña;
Gurn: Jorge Palacios;
Anna: Eva Pérez;
Jack A: Juan José Carazo;
Jack B: Erez Ilan;
Nancy: Shani Peretz;
-Escocesas: Natalia Butragueño, Celia Dávila, Tamara Juárez, Sara Khatiboun, Mariavittoria Muscettola, Ayuka Nitta, Laura Pérez Hierro, Samantha Vottari, Kana Yamaguchi;
-Escoceses: Niccolò Balossini, José Alberto Becerra, Théo Bourg, Eduardo Díez de Jesús, Daniel Lozano, Shlomi Shlomo Miara, Iván Sánchez, Roberto Sánchez;
-Sílfides: Natalia Butragueño, Celia Dávila, Sara Khatiboun, Akane Kogure, Clara Maroto, Mariavittoria Muscettola, Ayuka Nitta, Daniella Oropesa, Shani Peretz, Ana Pérez-Nievas, Laura Pérez Hierro, Pauline Perraut, Samantha Vottari, Kana Yamaguchi;
-Brujas: Niccolò Balossini, José Alberto Becerra, Théo Bourg, Eduardo Díez de Jesús;
-Cortejo nupcial: Tamara Juárez, Shlomi Shlomo Miara, Roberto Sánchez
Funciones: ∙ 20:00 h (Domingos 18:00 h)
Duración aproximada: 90 minutos (Acto I: 40 minutos; Intervalo: 20 minutos; Acto II: 30 minutos).