Hedda Gabler en un cajón incómodo

Hedda Gabler en un cajón incómodo

En el nefasto universo de las adaptaciones caprichosas y fallidas de obras consagradas, esta versión de Alex Rigola de la célebre obra de Henrik Ibsen ocupará su plaza. Modifica el original a voluntad para ponerlo en escena de forma atrabiliaria. Premeditadamente o no, consigue primero irritar al espectador, después, incomodarlo, y finalmente dejarlo con un palmo de narices.

Para primeramente irritarlo, se le hace esperar largos minutos a la entrada, se le somete a instrucciones propias de campo de internamiento, y se le conduce como un rebaño dócil a un cajón innecesario si la obra se escenifica en una sala pequeña, como es el caso. La exagerada proximidad a los actores aporta poco y la adaptación libre de este clásico contemporáneo, ni consigue traerlo a nuestros días ni colocarnos -lo que sería más conveniente- en aquellos tiempos.

Ibsen quería representar seres humanos, emociones humanas y destinos humanos en base a las condiciones y principios sociales de su tiempo, y eso supuso un revulsivo sobre los escenarios. En 1891 esta joven insatisfecha, Hedda Gabler, que paga con crueldades cotidianas su triste destino, fue escandalosa, parte de la larga saga de heroinas románticas que de Madame Bovary a La Regenta pueblan la prehistoria de descontento que alboreó el feminismo. Hoy resulta intrascendente. Alex Rigola ha introducido todos los cambios que le han venido en gana, suprimiendo y modificando personajes, reescribiendo el texto y buscando vanamente revitalizar una pieza que solo puede verse como testimonio de su época. Para traer el tema a nuestros días basta escribir un texto propio y no apoyarse en prestigio ajeno.

La llamada caja escénica en que nos meten es una chorrada que ni siquiera resulta claustrofóbica. En ella, el reparto se siente tan incómodo como los espectadores, entre actuar y distanciarse, se mueve con cansancio infinito, se recuesta en las paredes, y querría irse a dormir la siesta. No lo hacen mal, pero escindidos entre observar y ser observados, cargando con personajes que les son ajenos, apenas pueden aportar más vivencia quen la de esar justo a tu lado. Hay una canción que debe significar algo que no sabemos qué, y un malestar contagioso en escena en el que los personajes se dan la vez con desgana.

La deconstrucción del original se ha llevado a cabo con rigor, y el resultado -corto, afortunadamente- es sobre todo incómodo. La compañía catalana Heartbreak Hotel busca ‘la verdad escénica, ese momento mágico donde intérpretes y personajes se funden y pasan a ser un mismo ente’, pero al milagro no hemos conseguido acceder. ‘Es un trabajo que busca el primer plano, que busca una cierta verdad escénica, dice Rigola, que no solo desnuda el escenario, también despoja el texto de Ibsen, que reduce a un libreto de 28 páginas, con diálogos de frase corta y muchos silencios, que depura hasta llegar al tuétano, a la esencia de una historia en la que los intérpretes parecen estar compartiendo su propia intimidad con el espectador, tan cerca unos y otros que las respiraciones se confunden’.

Rigola quiere situar el texto en el hoy, en un estado mental habitado por gente desubicada, gente que está ahí, compartiendo el espacio, pero sin saber muy bien por qué ni para qué: ‘Es una pieza de personajes perdidos, tan perdidos como estamos nosotros en la actualidad con ese cambio de era que dicen que estamos viviendo, pero sin saber exactamente hacia dónde vamos, ni quiénes somos’. Rigola y muchos en los 40-50 años de vida están hoy desubicados, matando al padre y esclavos del hijo, entre una generación a la que quieren negar a toda costa y otra a la que alimentan con ideología woke para adormilarla en un cambio de era que ya se ha iniciado.

La pieza se estrenó en catalán en diciembre de 2022 en el Teatre Lliure de Barcelona, dicen que con gran éxito de crítica y público, vaya usted a saber, y viene en su versión en castellano tras pasar por el Teatro Central de Sevilla. No sabemos qué decir más. Las gentes del teatro actual, como en el resto de las ramificaciones odiernas de las antiguas artes y letras, se empeñan en mostrar escenarios desagradables, desangelado, y en contagiarnos de un malestar que parece insalvable.

Resulta obligado comparar esta versión con la anterior vista por estos lares, la de Yolanda Pallín, con dirección de Eduardo Vasco, de 2015 en el María Guerrero, de enfoques tan diferentes y resultados tan parecidos. Lean si les apetece nuestra reseña de entonces porque abundábamos en ella en el significado y valores de esta pieza ya clásica.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Adaptación, 6
Dirección, 6
Escenografía, 6
Interpretación, 7
Producción, 5
Documentación para los medios, 5 (sin renovar las imágenes de Barcelona)
Programa de mano, 7

Centro Dramático Nacionmal
Teatro Valle Inclán
HEDDA GABLER
Dramaturgia y dirección Àlex Rigola
A partir del texto de Henrik Ibsen

Reparto
Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Marc Rodríguez, Xavi Sáez y Joan Solé

Caja escénica Max Glaenzel
Ayudante de dirección Laia Alberch
Coordinación técnica Igor Pinto
Fotografía Sílvia Poch
Producción Heartbreak Hotel y Titus Andrònic SL en coproducción con Teatre Lliure y el apoyo del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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