Que viva la rosa la del azafrán

Que viva la rosa la del azafrán

Uno de los grandes títulos del repertorio musical español en una producción excelente. Se estrenó hace noventa años y no se programa desde hace veintiuno. Y sin embargo, vive y palpita, una hermosa inmersión en un pasado idealizado que rebosa alegres músicas, costumbrismo sagaz, diálogos brillantes; una buena dosis de melancólica felicidad.

‘La rosa del azafrán’ es una zarzuela en seis escenas divididas en dos actos, inspirada en la comedia de Lope de Vega El perro del hortelano, con música de Jacinto Guerrero y libreto de Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde, un clásico del género operístico español al que llamamos zarzuela, cuyas virtudes y carencias le colocan a nuestro modesto y orgulloso parecer a la altura de los grandes afluentes europeos del teatro musical. Es una de las muchas y geniales zarzuelas ambientadas en la variedad cultural española. Esta vez, Castilla-La Mancha.

El libreto, como en la mayoría de las zarzuelas, alterna las partes cantadas con las habladas. La parte cantada no excede la hora de duración, el espectáculo entero es de cien minutos. El tema es clásico: el amor entre dos personajes de diferentes clases sociales. El nombre de la zarzuela se debe a la célebre y cotizada planta con raíz bulbosa, de flores moradas y estigmas rojos, que es uno de los más insignes condimentos culinarios. Porque -nos dice- el amor es tan frágil como esta frágil flor otoñal ‘que brota al salir el sol y muere al caer la tarde’.

Se inicia con una seguidilla festiva y la joven Catalina entonando ‘Aunque soy de La Mancha, no mancho a nadie’, que ha devenido en un himno popular manchego. Aparece Juan Pedro, un labrador contratado por la hacienda, con ‘Aunque soy forastero’, y luego con la famosa copla ‘Cuando siembro voy cantando’. Juan Pedro le ha pedido matrimonio a Catalina, y ella pide a su ama Sagrario permiso. Sagrario acepta siempre que Juan Pedro se vaya de la hacienda, pues la costumbre dice a que unos novios no pueden estar bajo el mismo techo hasta casarse. Y le da mucha envidia porque a ella nunca le ha salido un oretendiente. A Catalina también la ronda sin esperanzas un barbián, Moniquito, gracioso y descarado. También aparece Don Generoso, un noble anciano que había tenido propiedades y un hijo natural que no llegó a conocer, y ahora sufre demencia senil. Hay una mujer, Custodia, que es la curandera del lugar, y un campesino, Carracuca, que viene a pedirla ayuda para curar a su esposa enferma.

Sagrario tienta a Juan Pedro y Catalina rompe el noviazgo suponiendo lo que no hay todavía, y se concierta con Moniquito por despecho. Pero entre la rica hacendada Sagrario y el pobre bracero Juan Pedro las diferencias sociales hacen imposible el matrimonio. Compadecida, Custodia inventa que el mozo es el hijo inclusero de Don Generoso y con ello gana la categoría social suficiente; mientras, al fallecer su esposa Carracuca necesita casarse de nuevo y piensa en Catalina. Cuando todo parece arreglado a la usual usanza, el honrado Juan Pedro desvela el engaño a Sagrario. Y ella le confiesa que ya lo suponía, pero como ellos se quieren no cambia nada y la mentira queda para los demás, para protegerles a ellos de sus murmuraciones. Don Generoso recupera la cordura con su hijo perdido y ahora hallado, Catalina acepta a Carracuca -qué se le va a hacer-, y Moniquito seguirá tomándose la vida a broma en espera de alguna moza.

La puesta en escena es afortunadamente historicista, que es la única manera de disfrutar de estos asuntos antiguos de actualización archidemostrada como imposible. Ignacio García es un joven director artístico con una probada madurez para comprenderlo, y así se apoya en la sobresaliente escenografía de Nicolás Boni, una de esas a la antigua usanza con decorados que bajan del techo que permiten adaptarse visualmente a las diferentes localizaciones de la trama con lo cual, lo que ‘perdemos’ en minimalismos de moda -que con el mismo sofá nos llevan de prados a bosques-, lo ganamos en una riqueza de ambientes bien lograda en la que colabora la lograda iluminación de Albert Faura -vaya brillo el del sol castellano- y se despliega el rico vestuario de Rosa García Andújar, un espectáculo por sí solo.

La importante presencia de números corales se ve dinamizada por una abundante coreografía a cargo de Sara Cano, debutante en este teatro en tal tarea, que igual que encaja con notable nivel en los bailes tradicionales resulta extravagante en algunas intervenciones de danza contemporánea.

Igual que a Ignacio García se le nota el respeto y conocimiento de las ideas del compositor, al director musical José María Moreno, titular de la Filarmónica de Málaga, hay que reconocerle un entusiasmo nada forzado por esta partitura, que sonó siempre magnífica en su gran variedad. Ambos, juntos y en unión, fueron artífices de una velada de las que crean adicción al género.

Con un reparto a la altura debida, cantar zarzuela con las exigencias y la entrega propias de la ópera, algo que se está ya generalizando temporada tras temporada. La soprano lírica canaria Yolanda Auyanet y el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez son sólidos valores de la lírica española con amplia presencia internacional y representaron a los protagonistas con absoluto dominio. Notable también la segunda pareja, con una estupenda Carolina Moncada como Catalina y un Ángel Ruiz un poquito exagerado en comicidad, algo extensible a Juan Carlos Talavera en el baqueteado Carracuca (pero lo cierto es que gustaron mucho ambos). La actriz Vicky Peña y el director teatral Mario Gas aportaron solidez a los personajes de Custodia y Don Generoso y el resto del reparto cumplió muy bien. Con un merecido destacado, la inclusión en la trama de aportaciones del cancionero popular a cargo de Elena Aranoa, todo un hallazgo que aporta trasfondo.

La rosa del azafrán es una sucesión de melodías que no llegan al preciosismo vocal e instrumental del bel canto, pero que trasmiten esa autenticidad y emoción que tiene, que distingue, que marca a la música popular española. Los números corales son a cual más bonito y pegadizo, un manojo de cariñosos empujones que te alegran la tarde. El argumento no se libra de las convenciones del género, pero el libreto tiene altura literaria y enorme ingenio. Serán catorce las funciones y habrá lleno absoluto. En el estreno de este jueves se prodigaron los aplausos durante toda la representación y hubo mucho minutos de ovaciones finales. El Teatro de la Zarzuela se apunta otro éxito.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Música: 8
Libreto: 7
Dirección artística: 8
Dirección musical: 8
Voces: 8
Orquesta: 8
Coro: 9
Producción: 9

Teatro de la Zarzuela
La rosa del azafrán
Zarzuela en dos actos
Música de JACINTO GUERRERO
Libreto de FEDERICO ROMERO Y GUILLERMO FERNÁNDEZ-SHAW
Nueva producción
25, 26, 27, 28, 31 de enero; 1, 2, 3, 4, 7, 8, 9, 10 y 11 de febrero de 2024

Dirección musical JOSÉ MARÍA MORENO
Dirección de escena IGNACIO GARCÍA
Escenografía NICOLÁS BONI
Vestuario ROSA GARCÍA ANDÚJAR
Iluminación ALBERT FAURA
Coreografía SARA CANO

Reparto
Sagrario YOLANDA AUYANET (días 25 y 27 de enero; 1, 3, 7, 9 y 11 de febrero)
CARMEN ROMEU (días 26, 28 y 31 de enero; 2, 4, 8 y 10 de febrero);
Juan Pedro JUAN JESÚS RODRÍGUEZ (días 25 y 27 de enero; 1, 3, 7, 9 y 11 de febrero)
RODRIGO ESTEVES (días 26, 28 y 31 de enero; 2, 4, 8 y 10 de febrero);

Catalina CAROLINA MONCADA;
Moniquito ÁNGEL RUIZ;
Custodia VICKY PEÑA;
Carracuca JUAN CARLOS TALAVERA;
Don Generoso MARIO GAS;
Miguel PEP MOLINA;
Micael EMILIO GAVIRA;
Julián, Un mendigo CHEMA LEÓN;
Cantante de música popular ELENA ARANOA

Orquesta de la Comunidad de Madrid Titular del Teatro de La Zarzuela
Coro del Teatro de La Zarzuela, Director: Antonio Fauró

Duración aproximada: 100 minutos (sin intervalo)
20:00 horas (domingos, a las 18:00 horas).

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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