Dream/Madre, recital de resonancias de un artista insólito

Dream/Madre, recital de resonancias de un artista insólito

Un terremoto con tacones, cataclismo de compases y ritmos surgido de lo insospechado, nada que pueda definirse como bello, como armónico, como estético. Con una propuesta de indagación sobre la relación materno filial, Israel Galván da otro paso en su inclasificable arte para construir un espectáculo potente, único, que alterna provocaciones y guiños con plenitudes musicales, danzadas y escénicas.

Vuelve Israel Galván por sus fueros, o mejor dicho, se reafirma en una trayectoria que nacida del baile flamenco es hoy categoría única, baile inmóvil, zapateados sutiles, sonidos de las cosas y gestos habituales convertidos en armonía nueva, en ritmos inauditos, en algo de locura si se quiere, en mucho de genialidad si se acepta, en horror y pavor si se rechaza.

Natalia Menéndez, adivinando su despedida en la dirección del Teatro Español, quiso reflexionar sobre la maternidad, sin conocerla, desde una indagación teórica. Y para llevarlo a la práctica de la forma más extraña, también desde fuera, pensó en Israel Galván, y así nació ‘Dream’, acrónimo sugerente de Madre, huyendo de ‘Erdam’. En ese lugar común feminista que consiste en des-idealizarla, en profundizar en sus aspectos más complejos, y en penetrar en ‘sus (supuestas) connotaciones afectivas tan próximas al amor como al odio’, en sus ‘(supuestos) sentimientos que combinan, más allá de cualquier racionalidad, esas y muchas otras pulsiones’, ‘un sueño o una pesadilla’.

Entreverando el multifacético taconeo de Galván,- triturando una columna de escayola, destrozando una vajilla, haciendo del agua una charla, y más…- con expresiones maternales tópicas por universales, ‘con sonidos pellizcados, materialidad fonética más allá del contenido’, plantean ‘la nana que nos estremece y la leche que nos agita. Bailar la voz y romper las aguas’. Todo ello acompañado de otras percusiones que empiezan con batería clásica y prosiguen inalcanzables en la percusión de Antonio Moreno, que intercambian el saxofón lírico con los pitos estridentes y el cuerno insoportable ‘que llora persistente como un bebé que queremos acallar’ en los vientos de Juan Jiménez Alba. Y sobre todo con las melodías hipnóticas de la voz y la guitarra española acústica de María Marín. Los tres ponen la alfombra minimalista sobre la que el bailaor/bailarín arremete el silencio con sus incansables pies y mece el aire con la vida de sus manos. La asesoría musical -disculpen nuestra ignorancia pero en qué consiste- es de Miguel Álvarez Fernández.

La propuesta quiere que el escenario sea también un espacio materno para un ser que se mueve, se mece o patalea dentro de una especie de líquido amniótico. La escenografía de Pepe Barea ordena los objetos dispares que van a usarse y dramatiza la presencia de los músicos y de la narradora entre velos y mamparas., ayudado por la iIuminación de Valentín Donaire, en un tan diverso espacio sonoro bien resuelto por Pedro León, con un vestuario de Micol Notarianni que presenta al madre/hijo protagonista con el exotismo necesario más sin la poesía conveniente.

Y en todo ello tercia una narradora, Paquita Cobos Gil, que ni parece actriz y que viene a representar en dicción y movimientos a una mujer tradicional, a la vecina ya mayor, ya abuela, de cualquiera. Nos cuenta unas historietas simplonas de la osa panda, de la araña madre y de la leona, y de cómo cuidan a sus crías, y de cómo a veces las abandonan, interrogándose sobre el significado de sus actos, sobre si lo tiene, sobre si tiene semejanza con el de las hembras reproductoras de nuestra especie. Unos cuentecillos pueriles a los que Menéndez en su proyecto ha dado quizás más importancia de la que tienen, a falta de encarar el problema de frente: las mujeres que no paren crías… ¿están completas? A los hombres que no tienen hijos ¿les falta algo esencial en sus vidas? Nosotros tenemos respuesta, sin interrogantes, pero preferimos solamente sugerirla.

Y con todo ello, Israel Galván va devanando un sinfín de ocurrencias donde los plásticos hablan, donde desenrolla y luego corta un larguísimo cordón umbilical y hace de un impermeable transparentoso, y sobre todo de su capucha, un instrumento… ¿musical?, o por lo menos sonoro. Este sevillano ya cincuentón, aunque su energía sea de veinteañero, es un portento con minúsculas, al que hemos ido viendo evolucionar hasta terrenos muy arriesgados. Sirvan de ejemplo algunas reseñas anteriores de su trayectoria:

LO REAL/LE RÉEL/THE REAL de 2012
FLA.CO.MEN de 2015
LA FIESTA de 2018
LA EDAD DE ORO de 2021

‘Dream’ es un espectáculo que merece la pena, -las penas-, de ser presenciado. La idea de Menéndez apenas se articula y el baile de Galván llega a convertir el zapateado flamenco en un prodigio circense. Pero al final queda algo muy original, muy indagador y muy notable, con una extensión no abusiva y unas calidades ciertas.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Concepto: 6
Coreografía: 8
Interpretación: 9
Músicas: 9
Escenografía: 6
Iluminación: 6
Vestuario: 5
Producción: 8

Teatro Español
Dream
Del 17 al 26 de mayo
Idea, creación y dirección Natalia Menéndez
Creación, coreografía e interpretación Israel Galván

Paquita Cobos Gil (voz),
Músicos: María Marín (guitarra y cante), Antonio Moreno (percusión) y Juan Jiménez Alba (vientos).
Asesor musical Miguel Álvarez Fernández
Diseño de escenografía Pepe Barea
Vestuario Micol Notarianni
Iluminación: Valentín Donaire
Diseño espacio sonoro: Pedro León
Ayudante de dirección Ana Barceló
Una producción de Teatro Español e Israel Galván Company

Martes a domingo / 19h

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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