‘Fan Tan’, de Marlon Brando y Donald Cammell

'Fan Tan', de Marlon Brando y Donald Cammell

Fan Tan
Marlon Brando y Donald Cammell
Ed. Suma de Letras
18 euros
350 páginas

«Ella era la pirata más famosa de los mares de China. Él no tenía nada que perder»

Durante años, Marlon Brando trabajó junto con su amigo, el guionista y director Donald Cammell en esta novela de aventuras en el mar a la manera clásica: la última sorpresa de un genio siempre sorprendente.

Si duda, el carismático actor hubiera encarnado como nadie al protagonista de esta historia: Anatole, “Annie” Doulty, un singular aventurero de comienzos del siglo XX, cuya reputación se extendía por todo el Mar de la China.

En 1927, mientras está cumpliendo una condena de seis meses en un infernal presidio de Honk Kong, Annie salva la vida de un prisionero chino, uno de los sicarios de la astuta y despiadada Lai Choi San. Cuando Annie sale de la cárcel, la mujer-pirata le agradecerá el favor con una inesperada oferta: si colabora con ella en el acto de piratería más arriesgado y ambicioso de su vida, le dará la mitad del botín.

Annie se embarca en la aventura y descubre que la poderosa Madame Lai es tan peligrosa como seductora y que si quiere vencerla con sus propias armas tendrá que saber apostar tan bien en la vida como en el fan tan, el juego de azar en el que ambos son consumados maestros.

Fan Tan, es el nombre de un popular juego de azar chino que sintetiza la filosofía de una obra en la que los protagonistas urden estrategias, cruzan apuestas y juegan sus mejores bazas en un mundo, el de la piratería, en el que la corrupción, la violencia y la traición son monedas de cambio habitual y siempre gana el que esconde un as en la manga.

En el contexto histórico de una China sumida en el caos político y social de la segunda revolución china, el protagonista, Anatole “Annie” Doultry, un recio aventurero americano, de origen escocés, sufrirá un revés del destino que le obliga a pasar seis meses a la sombra de un inmundo penal británico de la isla de Hong Kong. En la prisión, como fuera de ella, chinos y británicos raramente se mezclan, en una intrincada jerarquía social en la que cada uno tiene su lugar. Sin embargo, y por razones que ni él mismo acierta a entender, inventa un embuste que le salva la vida a un chino. Tal vez como burla a la autoridad y a las normas establecidas: “Había jugado y había perdido. Pero todo perdedor encarcelado es un animal susceptible de revolverse contra la autoridad responsable. Si el Imperio Británico le restriega a un hombre la cara contra su propia mierda durante seis meses, a ese hombre no le quedan más que dos opciones: o cambia de opinión sobre su mierda o cambia de opinión sobre el Imperio”.

El chino resulta ser uno de los sicarios de la mujer pirata más famosa y temida de los mares de China, Madame Lai que, para saldar esta deuda, propone al capitán Doultry tomar parte en su próximo desafío: el asalto a un barco cargado de plata. El acto de piratería más ambicioso y arriesgado que jamás se haya acometido en esas aguas. Corre el año 1927 y entonces, en aquel lugar, la pena por piratería era la muerte, una condena para la que no existen circunstancias atenuantes. Un pirata sorprendido in fraganti o en el momento de planear su fechoría, incluso los cómplices en cualquier grado o manera eran condenados a la horca sin remisión. Desde detrás de las rejas de su celda el capitán ha visto a muchos colgar del patíbulo, sin embargo una irresistible mezcla de codicia y juego le conduce a aceptar el trato.

Es el punto de partida de una relación, entre un aventurero que no tiene nada que perder y la hermosa e jefa de la flota pirata que impone su ley desde las Filipinas hasta Singapur. Comienzan un juego de traiciones y atracciones, de codicia y estrategias en el que cada uno juega con sus mejores cartas: “Yo también sé jugar a este juego, señora. Es usted una ladrona superlativa, lo sé porque me lo dice con cada uno de sus gestos. Pero yo soy un mentiroso excepcional”, reflexiona el protagonista.

Los autores reflejan en la astuta y despiadada Madame Lai toda la fascinación que ambos sentían por las mujeres asiáticas, “las más hermosas del mundo”. Bellas, delicadas, amantes generosas y expertas conocedoras de los deseos y placeres ocultos de los hombres. Y, en varias ocasiones, no pueden resistirse a la tentación de otorgarle cualidades cinematográficas: “Tenía una mirada salvaje, triunfal, como la heroína de una película de Cecil B. DeMille, con la diferencia de que ella no estaba fingiendo”, “¡Qué gran estrella se ha perdido Broadway o Hollywood!”.

Por su parte, el capitán Doultry toma prestadas algunas señas de identidad del propio Brando, de manera que resulta imposible no imaginarlo interpretando a este personaje póstumo. En el momento de concebir al personaje, Marlon Brando tenía 55 años y su físico estaba lejos de aquel protagonista del Un tranvía llamado deseo. Estos dos aspectos son los que describen al capitán, que además comparte con Brando su carácter pícaro, solitario y meditabundo. Un soñador caprichoso, loco por las mujeres asiáticas y con sentimientos encontrados en lo referente a la lealtad.

Fan Tan tiene todos los ingredientes de una de piratas al estilo clásico: exotismo, codicia, tormentas en alta mar, evocadores paisajes, astucia y pasión. En sus páginas se describen los ambientes más sórdidos de los puertos asiáticos, prostíbulos, fumaderos de opio, salas de apuestas, ciudades flotantes… por las que desfilan personajes intrépidos curtidos en mil batallas “los marineros del Tigre de hierro no se lavan nunca, pero la naturaleza se encargaba de fregarles bien con agua de mar: estaban encurtidos en agua de sal. Sus pieles, de color caoba, eran magníficos mapas de las inclemencias que habían sufrido. Sus rostros podían contar historias que rizaban el vello de la nariz”.

Con un leguaje rico y apasionado, que hace gala de un conocimiento exhaustivo de la terminología marinera, los autores, hacen apología de un estilo de vida, el de los hombres y mujeres de la mar, cuya pasión comparten con los protagonistas. “A mí no me parece una vida absurda (…). Tengo mi libertad. Mi vida es mejor que la de algunos, aunque tal vez no tan buena como la de otros. Cuando miro a mi alrededor, siempre me sorprende ver lo que la gente amontona y llama vida. No creo que lo que hago sea tan malo. Lo hago libremente y es todo mío. En el mar no quedan huellas”, argumenta el capitán Doultry en un discurso en el que se deja entrever la propia filosofía de Brando, que por las fechas en las que se concibió la obra, renegaba y aborrecía Hollywood y la industria cinematográfica y sólo encontraba solaz en su isla de los mares del sur.

El prólogo de esta novela, firmado por China Kong –viuda de Donald Cammell¬¬– transporta al lector al escenario y a las circunstancias en las que se gestó el proyecto de esta obra.

En 1962 Marlon Brando rodó Motín a bordo. Fue durante ese trabajo cuando surgió el flechazo que lo uniría hasta el final de su vida con Tahití y con la belleza irresistible de los mares del sur y de las mujeres asiáticas. Compró la isla de Tetiaroa, en la Polinesia Francesa y se convirtió en su refugio, alejado de su odiado Hollywood, y en el escenario en el que se forjó la primera versión de Fan Tan, que pretendía ser el guión de una película que él mismo protagonizaría. En esta isla, Donald Cammell y Brando se repartieron la tarea. Quienes fueron testigos de este trabajo mano a mano dicen que la rutina era esta: Brando interpretaba escenas y Cammel las plasmaba en el papel.
En un jugoso epílogo, David Thomson, historiador de cine y responsable de la conclusión y edición de la novela, ofrece una reveladora biografía de David Cammell. En ella se relatan los encuentros y desencuentros entre los dos autores, su genio y sus frustraciones; y las vicisitudes que convirtieron el guión de cine original en una novela inacabada.

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