Un libro "podrido de literatura"
Dos escritores en pleno proceso creativo. Uno escribe en catalán. El otro lo hace en castellano. Estamos en Cataluña y el debate sobre el bilingüismo surge entre ambos. Mientras avanzan en sus relatos, el lector también avanza en el análisis de las posturas lingüísticas de cada uno.
Carles Casajuana considera que a través de la literatura analiza de un modo más coherente el asunto del idioma en un lugar donde conviven dos. Sus personajes y el propio lector que les acompaña se acercan a la idea de que la libre elección de un idioma es el más sensato de los fines.
«Lo importante a la hora de escribir no es el número, no es una cuestión cuantitativa sino cualitativa. Es más fácil ganar dinero escribiendo en inglés que en catalán. Una tirada pequeña en inglés son 20000 volúmenes, en catalán 1.000. (…) Pero, lo importante a la hora de escribir es el impacto que se produce en el lector. Ese impacto tiene que ver con la autenticidad y, a su vez, con la lengua que cada uno elija. (…). La literatura debería enseñarle cosas a la política. Coherencia es lo que le falta a la vida política en Cataluña.»
Pero la novela, toca además otro tema de fonde en la sociedad actual como es la especulación inmobiliaria. Ambos escritores, que viven en el mismo edificio, se enfrentan al casero sin escrúpulos que quiere que se vayan. Lo quiere para vender el inmueble y enriquecerse.
Y esta vez la literatura regresa como contrafuerte. Ninguno de los dos literatos puede abandonar ese lugar hasta concluir su obra. Entra en juego la especulación inmobiliaria contra la literatura. El dinero contra el arte.
Estos son los temas principales de la nueva novela de Carles Casajuana, «El último hombre que hablaba catalán». Con ella, el autor presenta un relato que, en sus propias palabras, está «podrido de literatura».