Un castillo de arena construido año tras año
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La ciencia barrió este viernes de un plumazo las teorías y las numerosas especulaciones y testimonios infundados sobre el paradero de los restos del poeta Federico García Lorca. Vecinos e historiadores habían fijado durante décadas el paraje de Alfacar (Granada) como la zona donde fue fusilado y enterrado el poeta español más universal.
Los arqueólogos han arrojado, por fin, luz sobre tanto misterio. Homenajes, emociones y besos sobre el terreno se volvieron papel mojado.
Fallaron los testimonios orales, los pilares de un castillo de arena construido año tras año. Sobre él se apoyaban cuatro familias para pedir la exhumación de restos. Y la Junta de Andalucía, animada ante la perspectiva de sumarse a la campaña de desenterramientos de restos del presidente Zapatare, accedió encantada.
La constatación de que en los 400 metros cuadrados donde se ubicó la fosa más célebre de la Guerra Civil sólo hay arcilla y rocas obliga a revisar un oscuro pasaje sobre el que han circulado decenas de historias. Pero casi ninguna certeza.
Durante los últimos dos meses los sedimentos han hablado para desmentir a la mayoría de expertos. Y ni rastro de restos óseos.
No ha aparecido ni un solo hueso, ni ropa, ni casquillos de bala. Se ha cribado el terreno palmo a palmo.
El arqueólogo jefe de las excavaciones, Francisco Carrión, sentencia:
«La posibilidad de que ahí hubiera algo es ninguna. Ni un sólo gramo de información».