Hemos sustituido las cartas por los mail o los sms pero todo responde a lo mismo: la necesidad de explicarnos historias
Todo surgió, cuenta la autora de esta historia, cuando un hombre mayor le habló de un departamento ya extinto en Correos. El departamento de las Cartas Muertas. Un lugar donde terminaban sus días misivas que no tenían una dirección clara ni un remite donde ser devueltas. Aquello fue el inicio de esta novela.
«Cartas que siempre esperé» (Ed. Planeta) es un relato en el que Luis queda marcado por una infancia en la que su madre, cada tarde, se asomaba a la ventana a esperar una carta que llegó demasiado tarde. Así, de mayor acaba trabajando en correos en aquel lugar donde van las cartas que no saben a dónde llegar ni pueden volver a quién las escribió.
María de la Pau Janer elabora un relato donde la espera ocupa un lugar importante. La necesidad de sus personajes para enfrentarse a los enigmas de su vida aparece también consecuencia de lo primero.
En su trabajo a Luis le acaba venciendo la curiosidad hacia las cartas perdidas de «Paula» (único identificativos del sobre). Descubre una historia que, tan vez, no le hubiera gustado desvelar. Pero esas cartas le animan a indagar en su propio pasado para comprender la razón por la que su madre esperaba, cada tarde, una carta que llegó cuando ya no la pudo leer.