La poesía metafísica de Brines gana el Premio Reina Sofía de Poesía

La poesía metafísica de Brines gana el Premio Reina Sofía de Poesía
. Agencia EFE

El escritor y académico valenciano Francisco Brines ha ganado hoy el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por ser, en opinión del jurado, «un gran poeta metafísico», cuya obra «nos enseña a vivir» y está marcada por «el paso del tiempo».

El galardón, fallado en el Palacio Real de Madrid y dotado con 42.100 euros, reconoce una aportación literaria relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España realizada por un autor vivo a través del conjunto de su obra.

Brines se alzó con el galardón tras un debate «muy reñido», dada la alta calidad de la obra de «los candidatos españoles», según reveló Luis Antonio de Villena, miembro del jurado, en una rueda de prensa.

Como sucede con el Cervantes, en el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana hay también una regla no escrita que reparte alternativamente el galardón entre España e Iberoamérica. Este año «tocaba» un premiado español, dado que en 2009 lo ganó el mexicano José Emilio Pacheco.

Brines se impuso al final ante candidatos como los españoles Carlos Edmundo de Ory, Julia Uceda y María Victoria Atencia; el nicaragüense Ernesto Cardenal, la uruguaya Cristina Peri Rossi y el portugués Antonio Ramos Rosa,

El escritor Jaime Siles, miembro del jurado, definía al ganador como «un gran poeta metafísico», alguna de cuyas obras, como «El otoño de las rosas», constituye «una de las cimas» de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.

«En su poesía no hay excesos verbales, sino contención. Nos enseña a vivir, porque es una reflexión continua sobre la vida», destacó Siles.

Dentro de su generación, la de los 50, la obra de Brines representa «una línea de poesía elegíaca, intimista, cada vez más simbolizadora», que se inicia en la estela de Luis Cernuda con el poemario «Las brasas» (Premio Adonais 1959), una obra que supuso «un hito importante» pero que luego se vio superada por otras del galardonado, señalaba Jaime Siles.

En «Palabras a la oscuridad», merecedora del Premio de la Crítica 1966, Brines se muestra ya como «el gran poeta metafísico que siempre ha sido», subrayaba Siles.

Otro de los miembros del jurado, el escritor Luis Antonio de Villena, resaltaba «la voz elegíaca y meditativa de Brines», patente en una parte de su poesía. «Ahonda en la realidad a través del pensamiento, haciendo una reflexión moral sobre la vida».

«En Brines importa mucho la moral, precisamente porque él se ha situado en una moral de sexualidad heterodoxa»», afirmó De Villena, quien también hizo hincapié en «la gran sensualidad y sensoriedad» que emana de los versos del galardonado. «El lado pagano de su escritura es muy importante».

Para De Villena, hay un verso de Brines que resumen muy bien algunos de los aspectos de su poesía: «Yo sé que olí un jazmín en la infancia una tarde, y no existió la tarde».

En suma, Brines es un poeta con «voz elegíaca y meditativa», pero es también «un poeta de los sentidos, un poeta de la vida», añadió De Villena.

José Manuel Caballero Bonald, miembro igualmente del jurado y compañero de generación de Brines, reconoció que, en el debate «reñido» que había precedido al fallo, él se inclinaba «a lo mejor por dos poetas muy distintos» pero de iguales méritos.

No obstante, Caballero Bonald, galardonado con el Reina Sofía en 2004, se alegró «de manera muy especial» de que hubiera salido Brines, quien, dentro del grupo del 50, «marca una medida muy singular de poesía metafísica y a la vez sensual».

Académico de la Lengua desde 2001, Brines (Oliva, Valencia, 1932) ha defendido siempre la poesía «como ejercicio de tolerancia».

Su trayectoria ha merecido también premios como el Internacional García Lorca y el Nacional de las Letras de España al conjunto de su obra.

En 1959 publicó su primer libro de poesía, «Las brasas», al que siguieron títulos como «El santo inocente» (1965), «Aún no» (1971), «Insistencias en Luzbel» (1977), «Musa joven» (1982), «El otoño de las rosas» (1986) y «Catorce poemas» (1987).

Su obra ha sido publicada en diversas antologías, entre las que figuran «Espejo ciego» (1993), «La última costa» (1995), «Selección de poemas» (1997) y «Todos los rostros del pasado» (2007).

El 19 de abril de 2001 fue elegido académico de la Lengua para cubrir la vacante del dramaturgo Antonio Buero Vallejo (sillón «X») e ingresó en la institución el 21 de mayo de 2006, con el discurso «Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda», uno de los poetas que más han influido en sus versos.

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