Antonio Muñoz Molina confiesa «me tienta explorar todas las posibilidades literarias»

Antonio Muñoz Molina confiesa "me tienta explorar todas las posibilidades literarias"

El escritor Antonio Muñoz Molina posa en una calle de Segovia tras la entrevista concedida a Efe, donde se encuentra para participar en un acto del The Guardian Hay Festival. EFE

EFE/Archivo

El escritor y académico Antonio Muñoz Molina confiesa que le tienta explorar las posibilidades literarias de cada soporte, sea papel o digital, desde el espacio largo y lento de la novela hasta el instantáneo de internet.

Todo ello porque se produce una tensión entre lo que exige el medio y la inspiración, por eso le ha gustado escribir en los periódicos, por lo instantáneo de la escritura, por lo que tiene de positivo estar atento a lo que ocurre, para responder de manera inmediata.

Estas reflexiones las realiza el escritor y académico en una entrevista con Efe, sentado en un antiguo patio de columnas del siglo XVI, recuperado como parte de un hotel, pocas horas antes de compartir con el público una lectura de su último libro «La noche de los tiempos», como preámbulo del Hay Festival que albergará la capital segoviana a finales de este mes.

Quien es capaz de atender al desafío de alumbrar una obra de mil páginas en papel o de realizar una escritura inmediata y difundirla inmediatamente en la red por Twitter, no se muestra muy convencido de que las etapas convulsas, las crisis, sean capaces de favorecer la creación literaria.

Para Muñoz Molina, «la inspiración novelística es tan rara, se basa en la sedimentación de la experiencia, que uno no sabe si un tiempo le va a dar para una novela o si le va a servir de algo».

De todas formas, una crisis económica y social como ésta, según el escritor, «te hace más consciente de algo que está ocurriendo siempre, que es que las cosas cambian muy rápido, que no hay nada seguro; la gran lección de la experiencia es la impermanencia, el tránsito de todo».

En esta tesis de que hay cambios muy rápidos y profundos de una escala que los ciudadanos no aciertan a comprender, Muñoz Molina se detiene en la guerra de Irak y en lo que define como «decisiones insensatas y soberbias de unos cuantos políticos que han trastornado una parte del mundo».

Aún reconociendo que la dictadura de Sadam Hussein era una barbaridad, Muñoz Molina subraya que «las consecuencias de decisiones tomadas por personas concretas son incalculables: siete años de guerra, mientras Tony Blair dice que le parece que hicieron bien, como a Aznar, que estuvo de comparsa de Blair y de Bush».

Con su última obra todavía reciente, cuando se le pregunta por la próximo, argumenta que está descansando, a la vez que deja claro que le gusta cambiar de libro a libro y que no estará siempre escribiendo sobre la proyección del pasado sobre el presente.

Con la certeza de que «La noche de los tiempos» está teniendo el reconocimiento amplio de los lectores, lo que le provoca sensación de gratitud, el autor habla de que su pretensión era intentar imaginar cómo se viven las cosas en el momento en que están sucediendo, no con el beneficio de saber lo que ha ocurrido después.

Por eso, a través del protagonista, el arquitecto Ignacio Abel, el escritor se instaló en la conciencia de una persona que vive en la primavera y el verano de 1936 y no sabe lo que va a pasar; observando cómo las circunstancias personales se enredan con las históricas.

Desde su primera novela, Muñoz Molina ha mostrado preocupación por el modo en que se conectan el pasado y el presente, muchas veces vinculado a la Guerra Civil, como en la última, en «Beatus ille» o en «Beltenebros».

Esa conexión de tiempos, según el escritor, «es un tema literario muy rico, también es un tema cívico, es analizar qué presencia tiene el pasado en el presente, cómo nos relacionamos con el pasado, hasta qué punto nos interesa conocerlo, olvidarlo o sustituirlo por leyendas».

En «La noche de los tiempos» el protagonista vive la noche del domingo 19 de julio de 1936 un poco de soslayo, de acuerdo con el autor, quien matiza que «lo que le interesa a él en ese momento es encontrar a su amante, eso es crucial, las personas viven los hechos históricos dentro de su peripecia personal».

Y, en el plano personal, combinar su residencia entre Nueva York y Madrid no es la clave de la felicidad del escritor, quien se apresura a decir que «cada cual busca la manera de ser feliz, todo depende de la actitud de uno, se trata de encontrar un equilibrio personal de serenidad».

También se trata de tener la oportunidad de hacer lo que llamaba Juan Ramón Jiménez «el trabajo gustoso», recuerda Muñoz Molina a la vez que matiza que «se puede vivir en Nueva York y ser profundamente provinciano y no enterarse de nada, y vivir feliz en Segovia, muy conectado con todo».

Antes de la lectura, los organizadores del Hay Festival, presentarán el programa que financia la Fundación AXA, como la exposición «Naturalezas vivas», del pintor Rafael Cidoncha (Vigo, 1952), uno de los artistas más representativos de la vertiente figurativa de la pintura española.

Coincidiendo con la inauguración, el 18 de septiembre, unos días antes de los eventos centrales del Hay Festival, del 23 al 26, el filósofo francés Bernard-Henri Lévy, que ha escrito los textos sobre la obra de Cidoncha, mantendrá un encuentro con el consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián.

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