El periodismo es esencial pero magnifica cosas que no afectan a nuestra vida cotidiana y pueden minar la moral
«La vida no es más que una sombra que camina… un pobre cómico que se pavonea y agita durante su única hora en el escenario para después desaparecer y pasar al olvido». Este fragmento de Macbeth escrito por Shakespeare es para Richard Vaughan la cita, tal vez, más lúgubre de la Historia de la Literatura pero la toma como punto de partida para construir «este canto al optimismo».
Quería bajar a las «profundidades del absoluto pesimismo y fatalismo» para empezar a construir, a escribir Nuestra hora en el escenario (Libros Libres). Así comienza Vaughan esta entrevista en Periodista Digital.
«Cuando uno se plantea su vida e intenta ser feliz y tener éxito en su quehacer, el planteamiento no se basa en trucos. Son actitudes tan fáciles de adquirir como fáciles son de asumir a priori las actitudes negativas que tenemos que desterrar».
Envidia, cinismo, pesimismo y un excesivo altruismo son esas actitudes marcadas con una «x» por Richard Vaughan para, a su juicio y gracias a su experiencia, mejorar en lo personal y profesional.
«También hace falta cierta dosis de insensibilidad ante la vida para poder capear los constantes obstáculos y problemas del día a día.»
Con los medios de comunicación reconoce que su relación es de amor-odio. Este segundo aspecto lo argumenta al decir que el Periodismo «no dimensiona bien las cosas».
«Es verdad que la Historia sería diferente sin el Periodismo pero la prensa también pone en nuestros salones hechos que magnifica sin que éstos vayan a afectar a nuestra vida cotidiana pero sí pueden minar la moral. (…) Por ejemplo, sucesos trágicos ocurridos a miles de kilómetros y magnificados por los medios.»
De la difícil situación de muchas personas en ese «día a día» actual, el autor de Nuestra hora en el escenario anima a pensar que se trata de dos o tres años coyunturalmente difíciles y no debemos darle la espalda al futuro. Porque vista con perspectiva y a tenor de las mejoras en la calidad de vida respecto a unas pocas décadas «podemos darnos con un canto en los dientes pero no dormirnos en los laureles».