A José I le saca de quicio que los españoles lucharan por mantener la inquisición y los privilegios a la Iglesia y a la Nobleza.
Una noche en el corazón de Andalucía un solitario caminante americano llega por aquellos pagos y se refugia en una taberna donde el dueño le confiesa que a escasos metros se hospeda José I, el primer y único monarca español de la familia Bonaparte.
La curiosidad le lleva a acercarse a aquel caserón donde se encuentra con un José Bonaparte desesperado por congraciarse con el pueblo que su hermano le encargó gobernar. Deprimido por la presión de la circunstancias se confiesa con aquel extraño y al lector se le ofrece una imagen poco conocida, pero aun más real de lo que la Historia oficial nos ha contado, del monarca que quiso modernizar un país.
En esta entrevista en Periodista Digital, Jorge Alcalde autor de La noche del Rey (Temas de Hoy) cuenta que
«Él tenía un proyecto para España. Nos podría gustar más o menos, pero tenía un proyecto modernizador. Firmó varios decretos para secularizar la política, hacer el tránsito del antiguo al nuevo régimen, evitar los privilegios de la Iglesia y Nobleza, atraer a España sociedades científicas y crear un gran mueso del arte abierto al público en Madrid.»
Pero era un rey impuesto y sus tropas eran responsables de atrocidades contra el pueblo que era reprimido. Con esta carta de presentación José I nunca estuvo cómodo en España como sí lo había estado en Nápoles (corona que abandonó por acatar la petición de su hermano Napoleón).
En un contexto bélico, Jorge Alcalde demuestra en su
relato cómo los enemigos de antes se convierten en amigos y cómo los amigos se vuelven enemigos ahora.
«Esto causa mucho dolor entre patriotas que años antes luchaban en el mar contra los ingleses y que ahora estaban obligados a entenderse con ellos como aliados frente a Napoleón.»
Pero al margen de la guerra y las cuitas de este fugaz monarca, La noche del Rey nos muestra una país que, igual que los personajes que dan forma al relato, se encuentra en una encrucijada de la que se sale «no siempre por el mejor camino».
En ese momento de búsqueda de propio sentido de una nación, algunos de los que viajaron en la comitiva de José I se lucraban con el mercado de obras de arte. Contratados como catalogadores de obras de arte requisadas al clero y a la nobleza.
«El objetivo sería nutrir el museo que el Rey quería inaugurar en Madrid. Pero con este beneplácito hubo quienes vendieron obras españolas en el mercado negro. Su historia también se cuenta en este libro».
«Pero aun siendo cierto que hubo un expolio importante, pintores como Velázquez, Murillo son lo que son en el resto de Europa gracias a la imagen que obtuvieron por la codicia que despertaron en los franceses.»