El Diccionario de los políticos (Homolegens, 2012) de Juan Rico y Amat es una de las publicaciones más citadas por los estudiosos del reinado de Isabel II.
La actual edición ha sido puesta al día y anotada por una de los historiadores especializados en el siglo XIX como es Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.
A la agudeza y la fina ironía con las que Rico y Amat describe la vida política de nuestra siglo XIX, Javier Paredes ha añadido más de 250 notas a lo largo del libro, en las que ampliando lo que dicen las voces de Rico y Amat o corrigiéndolas, se ofrece al lector una visión más completa de nuestra Historia del siglo XIX y muy particularmente del reinado de Isabel II.
A buen seguro que el lector, en más de ocasión, caerá en la cuenta de que lo que escribió Rico y Amat hace ya más de ciento cincuenta años sigue estando tan actual y vigente como entonces. No se trata de ningún don profético del genial autor del Diccionario de los políticos…
La vigencia y la actualidad de buena parte de las páginas del Diccionario de Rico y Amat es la mejor prueba de que lo sucedido en el siglo XIX podemos considerarlo con toda propiedad, como parte de nuestra Historia Contemporánea de España.
Juan Rico y Amat. (1821-1870) fue una figura polifacética: historiador, político, periodista, dramaturgo, jurista, poeta… Cursó estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Madrid. Dirigió el periódico madrileño La Esmeralda y colaboró en La Ilustración Española.
Consejero provincial de Alicante en 1845, fue corregidor y jefe político del distrito de Alcoy desde 1847 a 1850. En 1848, Isabel II le nombró secretario honorario y en 1849 le concedió el título de Comendador de la Real Orden de Isabel la Católica. Fue Secretario del Gobierno Civil de en 1849 y en 1854 del de Barcelona.
Tras abandonar este cargo redacto el Diccionario de los políticos. Entre las numerosas publicaciones de Juan Rico y Amat, además de su popularísimo Diccionario de los políticos, hay que destacar los tres volúmenes de su Historia política y parlamentaria de España.
Javier Paredes es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá. Renovador del género biográfico en los ámbitos universitarios, ha publicado varias biografías de destacados políticos y hombres de empresa de los siglos XIX y XX, como Pascual Madoz, Serafín Olave o Félix Huarte.
Especialista del siglo XIX, cabe destacar entre sus publicaciones su libro La organización de la justicia en la España liberal (los orígenes de la carrera judicial (1834-1870). Es director de la Historia Contemporánea de España y de la Historia Contemporánea Universal utilizada como manuales en la Universidades españolas desde hace más veinte años.
ALGUNAS PALABRAS DEL DICCIONARIO
ANTICIPO.- Clavo ardiendo al que se agarran los gobiernos apurados y con el que la nación sale siempre quemada. Los herreros que lo proporcionan cobran un jornal muy elevado, y suelen quedarse con parte del clavo, por medio de evoluciones bien combinadas.
Hay anticipos forzosos, voluntarios y reintegrables. Forzar a uno a que se preste lo que acaso necesita para sí y su familia, es un contrasentido muy propio de los tiempos que alcanzamos. En cuanto a los voluntarios, ya es otra cosa. Cuando se piden a los pueblos se les deja en la más amplia libertad de… de no poder negarse.
BRUJULEAR.- Oficio muy socorrido entre los políticos, el que lo ejerce con suerte y talento medra que es una maravilla. El perfecto y afortunado brujuleador es diputado y sirve a la vez de brújula para otros más inexpertos. Si al entrar en el Congreso en un día de crisis ministerial, lo veis saludar a los ministros con una sonrisa de satisfacción y una profunda cortesía, bien podéis asegurar que el ministerio saldrá victorioso de aquel apuro; si por el contrario, notáis que los saluda de una manera seria y grave, asegurad sin ningún género de duda que el ministerio cae al día siguiente.
CARTERA.- La breva más sabrosa de la higuera de la situación; por lo mismo que su sabor es tan exquisito que tiene tantos golosos. Los que la prueban una vez ya no comen de ninguna otra fruta; todas las demás son sosas y desabridas.
CESANTÍA.- Abstinencia completa de carnes; cuaresma forzada; ayuno de obligación. Penitencia impuesta comúnmente, no por los pecados cometidos, sino por los que no se han querido cometer. Estos penitentes políticos, a imitación de los penitentes religiosos, no piensan durante la época cuaresmal más que en la llegada de la pascua, que viene siempre acompañada de turrones y otras golosinas.
CONCIENCIA PÚBLICA.– Espada muy brillante pero que no corta. Como los políticos lo saben no le tienen miedo y juegan con ella sin peligro de cortarse, como los niños con un sable de madera.
CONSTITUCIÓN.- Reloj de adorno que apunta y no da; almanaque que anuncia buen tiempo en los días de tormenta; guitarra sin cuerdas; libro, en fin, encuadernado en tafilete con remates de oro y con las páginas en blanco.
Mas no se crea que están así porque no se ha escrito algo en ellas, nada de eso. Es que se redactaron con tinta simpática, y merced a ciertos reactivos solo aparecen a la vista los párrafos que conviene a sus lectores.
CONTRATAS.- Misterios políticos que si se publicaran, divertirían más que los de París. En ellos siempre hay sacrificios y víctimas; unas vesces lo es la conciencia, otras la justicia; siempre, la nación.
CORRUPCIÓN.- Epidemia contagiosa que hace estragos horrorosos en el país de la empleomanía . Los periódicos en su parte sanitario anuncian con frecuencia la marcha al extranjero, con objeto de cambiar de aires, de algún depositario de fondos públicos, atacado mortalmente de esa enfermedad.
PERIODISTAS.- Los campaneros de las iglesias políticas. Los que tañen las campanas de la catedral suelen ser al mismo tiempo diputados, oficiales de secretaría o cosa por el estilo. Los que tocan en otras ermitas no son más que simples campaneros y atrasados casi siempre en sus pagas. Para muchos es un oficio como otro cualquiera, que si bien no produce dinero, da en cambio popularidad, que en algunas épocas sirve para adquirir aquél.