Años locos, sexo, pop y rock en el «Swinging London» de los 60 o el Nueva York de los 90, y una estrella Brian Jones, creador de los Rolling Stones que se ahogó en una piscina. Este es el fondo de la nueva novela de Jesús Ferrero, un ópera lírica y trágica de seres mitad ángeles mitad demonios.
Y la nueva obra del zamorano Jesús Ferrero lleva el nombre de «El hijo de Brian Jones«, un relato hipnótico y de personajes con el que el autor ha obtenido el XIII Premio Fernando Quiñones, que publica Alianza, y cuyo protagonista y centro de partida es Alexis, uno de los hijos ilegítimos del guitarrista y fundador de los «Stones».
«Brian Jones, quien creó la banda de los ‘Stones», les dio identidad e introdujo un cromatismo sonoro que nunca antes se había utilizado -explica el autor a Efe- me atrajo desde que tenía yo 14 años».
«Me impresionó -continúa- su imagen tan acabada antes de morir, a los 26 o 27 años, y su poder de autodestrucción. Y quise basar mi relato en un hijo que no conoció, como un ejemplo de esos hijos mas o menos desdichados de esa movida del ‘Swinging London’, que tenían padres más inmaduros que ellos, más insensatos y más drogotas; hijos de una generación que no quería que los niños les estropearan la fiesta».
Pero la novela de Jesús Ferrero, además de ser un paseo por los lugares de Londres y Nueva York más emblemáticos de aquella época, es una novela de personajes, que habla sobre la naturaleza de las personas, de la resistencia a envejecer o sobre la falta de la figura paterna o materna, de gente que ha tenido hacerse así misma.
En opinión del autor de «Opium», la novela tendría mucha concomitancia con el día de hoy; por ejemplo, con madres obsesionadas con no envejecer y que compiten con sus hijas
Jesús Ferrero habla con Periodista Digital del difunto guitarrista:
Brian Jones no era ni la mitad de siniestro que cualquiera de los Rolling Stones posteriores, y, como murió muy jóven, no le dio tiempo a corromperse, lo cual es una pequeña ventaja. Sí es cierto que tuvo un crepúsculo muy prematuro, producto de un éxito también prematuro, que no es facil de sostener. Es una de tantas estrellas del rock que acabaron muriendo jóvenes o bien han desaparecido del tablero. Jones fue el que dio verdadero cromatismo musical a toda la primera etapa del grupo.
Alexis, el personaje principal de la novela, es alguien muy especial:
Es alguien que desprende paz, una paz involuntaria, que solo suelen desprender las pesonas que tienen un alma muy transparente y que se acercan a los demás, no tentados por su propio narcisismo, sino por una especie de entrega natural que les sale del corazón.
El hecho de que despliegue parte de su vida en Nueva York es un efecto dramático buscado, porque justamente en París y en Nueva York son ciudades en las que se cultiva el cinismo, el orgullo, la arrogancia, la estupidez y la idiotez, entendida como al entendían los griegos, que es esa especie de tendencia a hacernos los importantes, una actitud con la que solamente demostramos nuestra estupidez.
«Esto empezó en los años 20, ya Scott Fitzgerald en ‘El gran Gastby’ donde se hablaba de que los padres fagotizaban a los hijos y querían ser más niños que ellos, al igual que en el siglo XIX en el romanticismo alemán y la obsesión por morir joven y dejar un bello cadáver», subraya Ferrero.
Una obsesión por no envejecer, por no madurar que atraviesa este relato que incluye una frase soberbia sobre el hecho de crecer sin brújula: «Pero ¿para qué heredar brújulas si probablemente todas estaban averiadas?».
Yo tuve una infancia bastante difícil y bastante parecida a la de estos personajes, algo mío les he dado, y si hubiera elegido las brújulas de mis padres, mal hubiese ido, y desde luego no me hubiese llegado a ver a mi mismo, ni siquiera en cierta profundidad, porque ya, para empezar, habían elegido para mi profesiones muy diferentes a la que elegí yo mismo cuando tuve uso de razón.
Esta frase la dice Julián, uno de los tres personajes centrales, inspirado en el hijo del jardinero -camello de los Stones y de los Beatles- que también perdió a sus padres cuando era niño en otro extraño accidente en la década prodigiosa.
«La frase es clave en esta novela -precisa Ferrero-, porque todo es relativo y si uno se fija en los que les hablan, con una brújula en la que confundían el norte con el sur o al revés, pues mejor no tener ninguna. También los hijos de ahora se educan con una figura paterna o materna muy desactivada».
Y es que esta novela con sabor a viaje interior y absenta, a candor y bondad, cuenta la historia de un triángulo formado por Alexis, el hijo de Jones (uno de los 6 ó 7 que tuvo por ahí) y una aristócrata de origen español con la que estuvo el guitarrista en los últimos meses de su feroz y disparatada vida, que cierran Juliá y Gloria, otra hija con padres de papel e iconos de unas época.
Ellos son representantes genuinos de las generaciones que han venido después de los años 60, donde los padres nunca han querido perderse la fiesta y han tenido sobre sus hijos una responsabilidad muy leve. Ahora mismo se nota muy claramente, y de hecho los hijos se están educando más por internet y por el Estado, aunque nos pese, que por sus padres.
Pero, como dice uno de los personajes de la novela, a veces, no tener encima la tiranía de sus padres tiene sus ventajas, porque te ayuda a buscarte a ti mismo.
Tampoco hay que olvidar que todos los héroes clásicos se caracterizan porque se hacen a si mismos, pues normalmente son abandonados por sus padres. En ese sentido Alexis tiene algo de héroe trágico, pero no es el más abandonado. Gloria al fin y al cabo también es una abandonada, en la medida en que no entiende a su madre, que la juzga con habilidad, y su padre la utiliza para sus espectáculos.
Una narración de sentimientos y emociones, dramática e intensa como una ópera, con un perfume muy especial, y es que no en vano es una novela que Ferrero llevaba muy dentro desde hace 20 años, cuando escribió un primer borrador.