'La creación siempre va por detrás de su tiempo. Es la crítica la que nos guía. El espíritu crítico y el espíritu del mundo son la misma cosa.'
Superar el dualismo entre arte y crítica, y reivindicar esta última como parte fundamental de aquel, es la propuesta que el siempre brillante Oscar Wilde publicara a finales del siglo XIX, de vigencia absoluta en este confuso inicio del siglo XXI. No importa que haya pasado un siglo largo de su publicación en inglés ni una década de su cuidada edición bilingüe en España, porque es de esos libros que se leen cuando es su momento justo. Así nos ha pasado a nosotros y así le pasará a más de un lector de esta reseña. ‘¿Es realmente la crítica un arte creador?¿Por qué no habría de serlo? Trabaja con materiales nuevos y los pone dentro de una forma a un tiempo nueva y deleitosa’.
El Crítico como Artista es un auténtico manifiesto de la filosofía estética del brillante, original y provocador Oscar Wilde. Lo que ocurre es que en vez de elegir el formato de panfleto, las pretensiones del ensayo literario y el molde de la exposición documentada de las tesis propias, adopta la entretenida forma de un diálogo, una conversación entre dos personajes, Gilbert y Ernest: el segundo provoca y el primero se defiende malamente. Lo que se inicia como graciosas ‘boutades’ y refinado diálogo pleno de ironía entre dos intelectuales un tanto de vuelta, termina siendo una propuesta seria, tan seria que puede ser suscrita en todo o en parte, que puede iluminar a muchos colegas que ejercen este extraño oficio nuestro, y que en nuestro modesto caso nos ha ratificado en casi todo lo que pensábamos cuando nos pusimos a esta tarea va a hacer una década.
Se trata de la pieza más extensa incluida en su colección de ensayos titulada ‘Intenciones’ publicada en mayo de 1891. Es una versión ampliamente revisada de artículos que aparecieron por primera vez en los números de julio y septiembre anterior de la revista literaria The Nineteenth Century, titulado originalmente ‘La verdadera función y valor de la crítica’. Y mantiene posiciones rotundas: sólo el espíritu crítico posibilita la creación artística; la crítica es independiente del objeto que critica y no está necesariamente sujeta al mismo; la vida contemplativa es superior a la vida activa, y el crítico se inclina por la primera; la contemplación crítica se guía por el sentido estético consciente, así como por el alma, y el alma es más sabia que nosotros, es la experiencia de la raza concentrada, revelada por la imaginación; La crítica está por encima de la razón, la sinceridad y la imparcialidad; es necesariamente subjetiva; cada vez más, la necesidad de imponer una forma al caos aumenta; es la crítica más que la simpatía emocional, la ética abstracta o la remuneración jugosa lo que nos hará realmente cosmopolitas.
Algunos han deducido que este ensayo es la obra más provocadora y mordaz del dandy más ingenioso de la Literatura universal. En 1890, cuando ya goza de una brillante fama como escritor, Oscar Wilde publica la primera parte, que titula ‘La importancia de no hacer nada’. Dos meses después aparece la segunda parte ‘La importancia de discutirlo todo’. Dos ingeniosos chistes que suscribimos textual y no sólo metafóricamente. En ambas insiste en que la labor del crítico es más meritoria que la del artista. Establece que la diferencia entre periodismo y literatura radica en que «el periodismo es ilegible y la literatura no se lee» y afirma que «sólo las teorías peligrosas tienen algo de valor intelectual. Una idea que no sea peligrosa no merece llamarse idea».
‘Cuando los demás están de acuerdo conmigo siempre creo que estoy equivocado’, decía con toda razón. Veamos sin más preámbulo la conversación final:
Ernest: Me has dicho muchas cosas extrañas esta noche, Gilbert. Me has dicho que es más difícil hablar de una cosa que hacerla, y que no hacer nada en absoluto es la cosa más difícil del mundo; me has dicho que todo arte es inmoral, y que todo pensamiento es peligroso; que la crítica es más creativa que la creación, y que la crítica más elevada es aquella que revela en la obra de arte lo que el artista no había puesto en ella; que es precisamente por no puede hacer una cosa como uno puede erigirse en el mejor juez de la misma; y que el crítico verdadero es parcial, insincero e irracional. Mi querido amigo, eres un soñador.
Gilbert: Sí, soy un soñador. Pues un soñador es aquel que sólo puede encontrar su camino a la luz de la luna, y su castigo es que divisa el alba antes que el resto del mundo.
Ernest: ¿Su castigo?
Gilbert: Y su recompensa. Pero, mira, ya está aquí el alba. Descorre las cortinas y abre las ventanas de par en par. ¡Qué fresco es el aire de la mañana! Piccadilly yace a nuestros pies como una larga cinta de plata. Una tenue neblina violeta se cierne sobre el parque, y de color violeta son las sombras de las casas blancas. Es demasiado tarde para dormir. Vayamos a contemplar las rosas en Covent Garden. ¡Vamos! Me he cansado de pensar.
‘La crítica no es mala, sino necesaria’ quiere ser otra conclusión de esta inteligente propuesta, especialmente útil para artistas, creadores, trabajadores del arte y el espectáculo en sus múltiples variantes, para todos aquellos en contacto con el público y -ay- sobre todo expuestos a la crítica de los críticos profesionales. No parece casual el auge y la importancia que la crítica ha ido cobrando hasta nuestros días. La dialéctica siempre complicada entre creador y juzgador. Los grandes defectos de la crítica en el ejercicio de su oficio. Su influencia y al mismo tiempo su desprestigio.
Demos la palabra de nuevo al autor, que a lo largo del ensayo aportará juicios como estos:
«El crítico estético, constante sólo respecto al principio de belleza en todas las cosas, siempre estará buscando nuevas impresiones, consiguiendo de las distintas escuelas el secreto de su encanto, inclinándose tal vez ante altares extranjeros o sonriendo, si así se le antoja, a nuevos y extraños dioses.»
«Uno sólo puede expresar una opinión realmente imparcial sobre las cosas que no le interesan, lo cual sin duda explica porqué la opinión imparcial carece siempre de valor’.
‘Existen dos maneras de no disfrutar el arte. La primera es que a uno no le guste. La otra, que le guste racionalmente.
‘Un poco de sinceridad es una cosa peligrosa, y mucha es absolutamente fatal’
‘Es la crítica, como espero señalar yo mismo algún día, la que convierte a la mente en un instrumento sofisticado. En nuestro sistema educativo, hemos cargado la memoria con un montón de hechos inconexos, y nos hemos empeñado laboriosamente en impartir ese conocimiento tan laboriosamente adquirido. Enseñamos a la gente cómo recordar, nunca les enseñamos como desarrollarse. Nunca se nos ha ocurrido tratar de desarrollar en la mente una cualidad más sutil para la aprehensión y el discernimiento.
‘No, los sentimientos no nos harán cosmopolitas, como tampoco podía hacernos cosmopolitas el afán de enriquecimiento. Sólo cultivando el hábito de la crítica intelectual seremos capaces de superar los prejuicios raciales. Goethe –y no malinterpretarás lo que digo– era el más alemán de los alemanes. Amaba a su país –nadie lo amó más. Quería a sus compatriotas, y fue su líder. Pero cuando los férreos cascos de Napoleón pisotearon los viñedos y los trigales, sus labios guardaron silencio. «¿Cómo puede uno escribir cantos de odio si no odia?» le dijo a Eckerman, «¿y cómo podría yo, que sólo doy importancia a la cultura y a la barbarie, odiar a una nación que está entre las más cultas de la tierra y a la que debo una parte tan grande de mi propia cultura?». Esta nota, que Goethe fue el primero en hacer sonar en el mundo moderno, se convertirá a mi juicio en el punto de partida para el cosmopolitismo del futuro. La crítica aniquilará los prejuicios raciales al insistir en la unidad de la mente humana con toda la diversidad de sus formas. Si tenemos la tentación de declararle la guerra a otra nación, recordaremos que estamos intentando destruir un elemento de nuestra propia cultura, y posiblemente su elemento más importante. Mientras consideremos perversa a la guerra siempre tendrá su fascinación. Cuando nos parezca vulgar dejará de ser popular. … La crítica intelectual unirá a Europa con vínculos mucho más estrechos que los que pueden forjar el comerciante o el sentimental. Nos proporcionará la paz que nace del entendimiento.
‘Es la crítica, no reconociendo ninguna posición como definitiva y rehusando atarse a los dogmas de cualquier secta o escuela, la que crea ese sereno talante filosófico que ama a la verdad por sí misma, y que no la ama menos porque sepa que es inalcanzable.
‘El crítico de arte, como el místico, es siempre paradójico. Ser bueno, según el concepto vulgar de bondad, es obviamente muy fácil. Tan sólo requiere una cierta dosis de terror sórdido, una cierta carencia de pensamiento imaginativo y una cierta pasión abyecta por la respetabilidad de las clases medias. La estética es más elevada que la ética. Pertenece a una esfera más espiritual. Discernir la belleza de una cosa es la mayor excelencia que podemos alcanzar. Incluso el sentido del color es más importante en el desarrollo del individuo que el sentido del bien y del mal. De hecho la estética es a la ética en la esfera de la civilización consciente lo que, en la esfera del mundo externo, la selección sexual es a la selección natural. La ética, como la selección natural, hace posible la existencia. La estética, como la selección sexual, hace la vida bella y fascinante, la colma de nuevas formas y le proporciona progreso y variedad y cambio. Y cuando alcancemos la verdadera cultura que es nuestro objetivo, conseguiremos esa perfección con la que soñaron los santos, la perfección de aquellos para los que es imposible pecar, no porque renuncien como el asceta, sino porque pueden hacer todo lo que desean sin dañar al alma, y no pueden desear nada que cause daño al alma, siendo el alma una entidad tan divina que es capaz de transformar en elementos de una experiencia más rica, o de una susceptibilidad más sutil, o de un nuevo modo de pensar, actos o pasiones que en el individuo corriente resultarían vulgares, o innobles en el inculto, o viles en el rastrero. ¿Es esto peligroso? Sí, es peligroso –todas las ideas, como te he dicho, lo son.
‘La creación siempre va por detrás de su tiempo. Es la crítica la que nos guía. El espíritu crítico y el espíritu del mundo son la misma cosa.’
‘Sin la facultad crítica no existe, en absoluto, creación artística digna de ese nombre.[…] Quien no posee esa facultad crítica no puede crear arte’
‘Los griegos fueron una nación de críticos de arte y que inventaron la crítica de todo lo demás. Porque, ¿Cuál es nuestra deuda esencial con los griegos?, simplemente el espíritu crítico. […] Sin la facultad crítica no existe, en absoluto, creación artística digna de ese nombre. […] Ha habido épocas críticas que no han sido creadoras[…], pero nunca ha habido una época creadora que no haya sido crítica. Porque es la facultad crítica quien inventa formas nuevas’
Wilde propone una identidad radicalmente heterodoxa para el crítico. Su crítico no se limita a interpretar y evaluar la obra ajena. No se define por ser ecuánime, racional, sincero, -aunque deba serlo en grado sumo- sino por ser esencialmente creativo. “El futuro pertenece a la crítica”, concluye.
Además de todo ello, algunos más proclives a tomarnos demasiado en serio la vida y menos aptos para el humor liberador y la ironía evolutiva, pensamos que actualmente es en el arte donde se está debatiendo crudamente la forma de superar esta profunda crisis civilizatoria en que nos encontramos. Y que el crítico tiene la suerte de otear el centro de la tormenta, de ser el vigía entre el centeno. Como planteaba aquella minúscula propuesta denominada gRRound! en los años noventa, el rayo amarillo es el que más brilla del arco iris que se vislumbra en el horizonte.
Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés: 9
Argumento: 9
Texto: 8
Traducción: 8
Introducción: 8
Edición: 8
El critico como artista (ed.bilingüe)
Oscar Wilde
Introducción, traducción y notas, Luis Martínez Victorio
Diseño de la colección: Nieves Córcoles
Tapa blanda (reforzada): 284 páginas
Cuadernos De Langre, S.L. (2 de junio de 2002)