El primer tomo de las memorias de quien fuera presidente del Gobierno entre 1996 y 2004 arranca en vísperas de las elecciones de 2004, a las que él se había comprometido a no presentarse. Y mantener ese compromiso fue, según confiesa el propio Aznar, «la decisión más difícil» que ha tomado en su vida.
Lo mantuvo, pese a que nadie en el partido quería que se fuera y un grupo de víctimas del terrorismo llegaron a decirle: «¿Qué va a ser de nosotros cuando ya no estés en el Gobierno?».
El nombramiento de su sucesor le costó un cierto alejamiento de su amigo Rodrigo Rato, que había sido vicepresidente con él. Tras anunciar que no quería ser candidato para optar a la presidencia del Gobierno, cambió de opinión. El elegido fue Rajoy, pero Rato fue nombrado, con ayuda de Aznar, director del FMI.
Aún así, Rato se distanció hasta el punto de que en su primera visita a España, ya como director general del FMI, se citó con una amplia representación del mundo político y económico español. Pero -constata Aznar- «a mí no me llamó».
Aznar sostiene que, ante aquellas elecciones:
Era evidente que la izquierda estaba dispuesta a hacer lo que fuera para impedir que el Partido Popular volviese a ganar… incluido socavar los principios del régimen constitucional.
El libro arranca así de un momento posterior, para, en una especie de flash back, retroceder en el tiempo y contar el resto de la historia en orden cronológico. Las memorias de un hombre dedicado a la vida política de su país:
La razón de ser de mi vida política ha sido la idea de España: su existencia, su continuidad, su cohesión, su fortaleza y su prestigio.
ADOLESCENTE DÍSCOLO
Hacia 1968, Aznar era «un chico de pelo largo -para la época en España, muy largo- que se pasaba el día escuchando música, pendiente de las últimas novedades discográficas, con los Beatles y los Rolling Stones entre sus grupos de cabecera». Aznar dice acerca de su adolescencia:
Pasaba muchas horas en el pasillo del colegio, que es donde nos relegaban a los díscolos… Fueron años divertidos.
Arrastraba unos años irregulares, por decirlo de alguna manera.
Y cuenta incluso un episodio de «un enfrentamiento serio con un profesor que me había valido varios moratones en la espalda y, a él, una protesta formal de mi padre». Con todo, el colegio del Pilar, donde estudió, le inculcó el sentido del deber, de la responsabilidad y la disciplina, así como «un sano espíritu de competición».
A continuación, hizo Derecho «con escaso entusiasmo» porque era la tradición familiar.
ENTRADA EN POLÍTICA
José María Aznar cuenta:
La Transición la viví como un ciudadano más, como un vecino pacífico.
Y acabó entrando en política «sin pretenderlo ni tampoco buscarlo»; fue una entrada «mucho más fortuita y gradual de lo que, a la luz de los acontecimientos posteriores, se pudiera pensar».
Pese a haber votado a UCD en el 77, entró en AP por su admiración por las condiciones de liderazgo de Fraga, y porque pensó que, una vez aprobada la Constitución, UCD se había quedado sin proyecto, sin una verdadera identidad o definición política, sin una misión; mientras que AP, «con sus defectos y su evidente necesidad de renovación, sí tenía una base popular» sobre la que se podía construir un proyecto político.
La etapa que va de 1981 a 1987 la define como de afirmación en el partido e ideológica, de confirmación de su visión del rumbo que debían tomar tanto la derecha española como España, años «en los que parecía que no cambiaba nada en el centro- derecha español y, sin embargo, estaba cambiando todo».
En Ávila, ciudad por la que aspiró al Congreso, se forjó como candidato y como hombre de partido:
Aprendí que la única manera de hacer partido es hacerlo desde abajo, visitando sitio a sitio, conociendo a la gente, hablando con ellos y dejándote ver.
Y empezó a conocer la vida interna de los partidos. En Soria, que fue la primera opción para acceder a la Cámara Baja, la gente de AP le dispensó un recibimiento gélido. En Ávila no hubo frialdad, pero tampoco entusiasmo.
Ya en el Congreso de los Diputados, se integró en «un grupo serio, claramente diferenciado de los jóvenes seguidores de Verstrynge», y presenció «los sucesivos procesos de desestabilización del partido, a los que contribuía en parte la actuación de Verstrynge», que pretendía utilizar las reuniones «para exhibir posiciones distintas de cara a la opinión pública; posiciones que le conferían protagonismo, pero que contribuían poco a la apertura y consolidación de AP».
Reconoce que, en el grupo parlamentario, «la verdad era que trabajar, sólo trabajábamos unos cuantos».
En el congreso de AP de 1982, Aznar presenta una ponencia sobre el Estado de las Autonomías en la que aparecen los principios básicos de lo que era entonces, y sigue siendo, su idea de España. La inquietud por la propia supervivencia del Estado le llevó a la convicción de que había que reordenar el proceso autonómico. Constataba entonces que se había generado una dinámica disolvente en la que los partidos nacionales se habían debilitado y se habían reforzado los poderes periféricos.
Sin embargo, afirma Aznar:
Con todos sus problemas y dificultades, el encaje de los nacionalismos catalán y vasco en España, y su relación con el Gobierno de la Nación, se contuvieron dentro de unos límites razonables hasta 2004.
RECONSTRUYENDO EL CENTRO-DERECHA
El proceso de construcción de un proyecto político ganador tuvo varios momentos decisivos: primero fue la victoria de AP en las elecciones autonómicas de Castilla y León en 1987, con Aznar como cabeza de lista. «En Castilla y León se puso en marcha la construcción de una alternativa de carácter nacional y liberal», la aplicación de un modelo liberal de eficacia, eficiencia y austeridad. Según constata el ex presidente:
Nos convertimos en un punto de referencia.
Luego hubo otros, como su conferencia en el Club Siglo XXI, de febrero del 88, y su posterior designación como candidato a la presidencia del Gobierno.
A la conferencia en el Siglo XXI, que tendría una repercusión enorme, llegaron plenamente conscientes de que iban a generar un revuelo. «La expectación era inmensa», «batimos todos los récords de asistencia». Luis del Olmo dijo entonces que «la derecha no levantará cabeza, ni le crecerá el pelo, ni tendrá posibilidad alguna de llegar al Gobierno de España, mientras no la lidere José María Aznar».
Su nombramiento como candidato a la presidencia del Gobierno de lo que ya era el Partido Popular no estuvo exento de resistencias internas:
Ejerció cierta influencia, pero en contra de mi candidatura, José Manuel Romay Beccaría, a quien años después yo nombraría ministro de Sanidad.
Más tarde, otro foco de resistencia «lo protagonizó Marcelino Oreja, a quien más adelante yo propondría como comisario de la unión Europea».
Aznar recuerda la campaña para las elecciones de 1989, en las que «el partido estaba al borde del precipicio» y un mal resultado lo hubiera llevado a pique. Tuvo menos de dos meses desde que fue nombrado candidato hasta las elecciones:
Hicimos la campaña electoral con pocos medios… nos enfrentábamos a un poder inmenso.
Tenía la sensación permanente de estar a prueba. Todo parecía una trampa diseñada para acabar conmigo.
Finalmente, sacaron dos escaños más de los que tenían y «se abrió un tiempo nuevo y esperanzador». Fraga dijo: «Nunca nadie hizo tanto en tan poco tiempo».
HACIA EL GOBIERNO, PASANDO POR UN ATENTADO
Las elecciones del 89 fueron la convalidación del nuevo PP como alternativa de gobierno, por lo que se convirtió en blanco de los ataques del PSOE. Éstos se recrudecieron en vísperas de las elecciones del 93:
Los poderes fácticos del país se unieron para cerrarnos el paso. Se trataba de una coalición política, mediática, económica e institucional de primer orden. La dirigían González y el PSOE.
Y en los «tres intensos años» siguientes «la degradación política y moral del PSOE alcanzó cotas hasta entonces insospechadas».
Con los GAL se produjo «la degradación del Estado al nivel de una banda criminal». Finalmente, llegó «la implosión del régimen que habían ido creando en beneficio propio». Fue «una hecatombe política».
En vísperas de su llegada al poder, Aznar sufrió un atentado que, en su día, calificó de «gajes del oficio»:
Nunca pedí cuentas a nadie por el atentado. Aunque siempre me sorprendió que unos terroristas hubiesen podido seguirme durante meses y que incluso hubiesen podido ensayar el atentado manualmente, con sus cables y sus explosivos en plena calle, sin que nadie se percatara de nada, opté por no abrir el más leve debate.
Era fácil suponer que ETA había llegado a la conclusión de que el acceso del Partido Popular al Gobierno iba a cambiar mucho las cosas y que, para ellos, el cambio no iba a ser precisamente a mejor.
La campaña del 96 fue «brutal, la más dura que jamás he tenido que disputar». La victoria del 96 se calificó en su día de amarga, por haberse producido con una diferencia menor de la esperada. Pero «las victorias no son nunca amargas; y ninguna derrota es dulce, aunque en el momento del fracaso uno se intente consolar», escribe Aznar.
Para poder gobernar, llegó a acuerdos con los nacionalistas, acuerdos de los que «no se derivó ninguna cesión vital para la cohesión del país».
EN LA MONCLOA: ECONOMÍA Y TERRORISMO
Según el ex presidente Aznar:
Una de las primeras cosas que hice al llegar fue poner orden en la administración de ese inmenso complejo que es la Moncloa.
Y una cosa que no hizo, pese a que le insistieran para ello, fue desclasificar los papeles del CESID, que contenían los secretos de los GAL. Porque una cosa es la regeneración y otra, la revancha. nAdemás, Aznar asumió lo que le dijo Antonio Fontán, que no podía ser que en la galería de retratos de los presidentes del gobierno uno fuera con traje de rayas.
El gran desafío de aquel primer Gobierno suyo fue la entrada en el euro, que califica de momento decisivo y «desafío de primera magnitud». El euro significaba una verdadera refundación de la Unión Europea, y era un tren al que no podíamos llegar tarde, como históricamente nos había sucedido.
Felipe González y su Gobierno habían tirado la toalla, sostiene Aznar, que, por su parte, pensaba que, no sólo había que llegar a estar entre los países del euro, sino que debía ser una oportunidad para crear en España una cultura de la estabilidad económica.

El cambio fue «espectacular», rememora. Recuerda algo que dijo en 1999, que «la indisciplina fiscal y el endeudamiento excesivo de la presente generación resultan profundamente insolidarios con las generaciones que nos han de seguir», y añade:
Creo que aquella experiencia puede ser útil en estos momentos de crisis.
La otra gran batalla fue la del terrorismo. Desde el comienzo quedó muy clara cuál iba a ser su política ante ETA: una política de firmeza, sin atajos y de aplicación del Estado de Derecho y todo el peso de la ley.
Ante la tregua de ETA, recuerda que el gobierno no hizo ningún gesto. Al contrario, cerraron los canales de comunicación que los gobiernos socialistas habían mantenido abiertos con ETA. Jaime Mayor Oreja «dio a la lucha contra ETA el impulso y la firmeza que necesitaba».
En aquella batalla, la gente del PP del País Vasco jugó un papel esencial y tuvo una actitud ejemplar. Aznar recuerda el comentario de dos concejalas tras el asesinato de un compañero por una bomba: «Vámonos a El Corte Inglés a comprarnos ropa interior; así, si nos toca, que por lo menos estemos limpias y presentables». Sin gente como aquellas concejalas y otros militantes, escribe Aznar, «la historia habría sido muy distinta y mucho peor». Y concluye:
Si de algo estoy satisfecho es de haber promovido el reconocimiento y la reparación de las víctimas del terrorismo.
EL AUTOR
José María Aznar nació en Madrid en 1953. Está casado con Ana Botella, tienen tres hijos y cuatro nietos. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense e inspector de Finanzas del Estado desde 1975. Fue Professor (Distinguished Scholar) de la Universidad de Georgetown desde 2004 hasta 2011.
Abogado en ejercicio. Es presidente ejecutivo de Faes (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales); miembro del Board of Directors de News Corporation; Distinguished Fellow del School of Advanced International Studies (SAIS) de la Johns Hopkins University; miembro del International Advisory Board de Barrick Gold Corporation; presidente de la Friends of Israel Initiative; presidente del Consejo Asesor de Global Adaptation Institute y miembro del Comité Asesor Internacional del Consejo Atlántico de Estados Unidos. Es presidente honorario del Partido Popular.
José María Aznar comenzó su carrera política en 1979. Fue presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla y León de 1987 a 1989. En 1989 fue elegido candidato a presidente del Gobierno para las elecciones generales de 1989. Al año siguiente fue elegido presidente del partido. Entre 1989 y 1996 fue jefe de la oposición.
Presidente del Gobierno desde 1996, tras el triunfo electoral del Partido Popular. Con la nueva victoria de 2000, esta vez por mayoría absoluta, volvió a ser elegido. Ocupó este cargo hasta las elecciones de 2004, a las que, voluntariamente, renunció a presentarse. Durante su mandato como presidente del Gobierno lideró un importante proceso de reformas económicas y sociales.
Una de las preocupaciones más importantes de José María Aznar es la lucha contra el terrorismo. Es un firme partidario de la relación atlántica y del compromiso de la Unión Europea con las libertades y con las reformas económicas.
Ha escrito varios libros y ha sido investido doctor honoris causa en catorce ocasiones por universidades como la Università Cattolica del Sacro Cuore, de Milán; la Sophia University, de Tokio; la Bar Ilan University, de Israel; y la Florida International University, de Miami.
JOSÉ MARÍA AZNAR, ‘MEMORIAS I’ (PLANETA)