El País arremete editorialmente contra la Conferencia Episcopal. No contra la Iglesia, y menos aún contra el Papa –siguen encantados con Francisco… aún–, sino contra Rouco. ¿Por qué? Por expresar la opinión de la Iglesia –que es la del Papa– sobre la Ley del Aborto -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
¿Y qué tiene eso de malo? Todo: si usted es un sindicato o un escrachador puede expresar su opinión aunque sea a palos, pero un obispo no puede hacerlo, porque entonces no son opiniones, sino presiones. Atentos al párrafo inaugural: “El presidente de la Conferencia Episcopal ha vuelto a recordarnos que esa institución no ceja en el intento de que los Gobiernos democráticos se plieguen a sus directrices, como corresponde a un poder fáctico”.
Ahora, cuando otro poder fáctico va a acariciarle la oreja a la vicepresidenta para que alivie el caos financiero de Prisa, eso no son directrices, sino… Eso que está pensando. Atención al párrafo final: “Hora es de que las fuerzas políticas den menos importancia a lo que el episcopado dice o deja de decir, y hora es también de que la Iglesia se dedique a sus asuntos”.
Sus asuntos: las misas y eso. Y respecto a los cadáveres de niños que se amontonan en los abortorios, nadie levante la voz, no vaya a ser que advirtamos la barbarie y a alguno se le arruine el negocio. Pero estos mensajes prisaicos hacen su efecto en el PP, sobre todo en la cúpula, firme en su empeño de convertir el partido en una versión castiza del Partido Demócrata norteamericano, donde quepan el progre sin ganas de bronca y el católico despistado. Y ahí estaba el mismo día Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso, avisando de que la reforma pepera de la ley iba a gustar muy poco a los obispos. “Lección básica y magistral de Derecho constitucional”, comentaba ayer, lamiendo el suelo, el ABC.
Pero lo interesante es preguntarse por qué Alfonso Alonso se siente en la necesidad de desmarcarse de cualquier sombra de influencia… cristiana. A lo mejor conviene recordar que este mismo sector, en el último congreso del PP, ya pugnó severamente por arrancar la fórmula “humanismo cristiano” de la ponencia política del partido, pero la deriva sigue siendo la misma: los sorayos quieren convertir el PP en una cosa a mitad de camino entre Obama y Tony Blair.
No se extrañen de que enseguida venga Vidal Quadras a denunciar, como hacía ayer en gaceta.es, que el PP está derivando del centro-derecha al centroizquierda. “Este desplazamiento no es la consecuencia de una revisión meditada de los fundamentos conceptuales y morales de las dos formaciones, sino de su respectiva adaptación oportunista al clima de opinión reinante en nuestro país a causa de la crisis y los dramas sociales asociados”. Bien. Ahora se trata de que Vidal Quadras y otros como él levanten la voz en el próximo sanedrín del PP y lo digan, porque, si no, todo esto se lo llevará el viento. Uno de los que podría sumarse a la corriente crítica en el seno del PP es José Miguel Serrano, profesor de Filosofía del Derecho en la Complutense y miembro reciente del Comité de Bioética de España. Serrano siempre ha tenido las ideas muy claras y las ha expuesto sin morderse la lengua.
El problema es que hay quien quiere retorcerle el discurso. ¿Ejemplos? Ayer mismo Serrano escribía en La Razón que “El Gobierno tiene la obligación de cumplir sus compromisos. ¿Con quién son esos compromisos? En primer lugar, el compromiso es con los valores que el partido que sostiene al Gobierno viene proclamando sistemáticamente desde su fundación”.
Bien. Muy preciso. Y agresivo, teniendo en cuenta el tono general del periódico de Marhuenda. Pero. ¡amigo! A la hora de sacar un sumario del artículo, o sea ese parrafillo que el editor entresaca en letra más grande para que el lector lo vea, La Razón no conserva el tono crítico original de Serrano, sino que lo lima, lo pule, le quita los colmillos, lo disfraza de ovejita y reproduce lo siguiente: “El Gobierno tiene un compromiso con los valores que su partido proclama y sostiene desde su fundación”.
¿Entendida la jugada? ¿Y dónde queda eso de “tiene la obligación”, que era lo mollar del texto de Serrano? Pues eso simplemente desaparece, no vaya a ser que alguien en La Moncloa o en Génova se sienta “agredido” al ver que le recuerdan sus compromisos y obligaciones. O sea, Marhuenda, puro Marhuenda. Claro, luego va la DGT y le suelta casi un milloncejo a Onda Cero, la cadena hermana, para publicidad. La fidelidad no cotiza, pero la sumisión se recompensa. Bienvenidos al sistema, señora, caballero.
Donde cuentan que hay un desconcierto más que notable es en 13 TV, la cadena episcopal, y volvemos a los obispos y sus alrededores. Resulta que 13 TV , sin duda por eso de la sumisión recompensada, lleva meses y meses haciendo la rosca al Gobierno Rajoy hasta extremos marhuendianos. Pero aquí que el otro día, como informó LA GACETA, el cardenal Rouco aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid y Rajoy por el Vaticano –porque allí, en El Vaticano, estaba el presidente– para sacar los colores al Ejecutivo a cuenta de sus flagrantes incumplimientos en materia de política social: aborto, gaymonio, etc. Perplejidad. Estupor. ¿Qué pasa? –se preguntaban en la cadena– ¿Que ahora somos antigubernamentales? En la derecha mediática sigue habiendo cabezas donde la palabra “crítica” encaja mal. Pero que muy mal.