Empezamos la semana con un nuevo relato de la autora de cuentos para leer en la hamaca, Julia A. García. Una versión actualizada de la cigarra y la hormiga nos hará reflexionar sobre el dilema eterno. ¿Que elegirías tú? ¿Rey o mendigo?
¿REY O MENDIGO?
Mario era un joven de buena familia que se quedó sin padres y se comió la vida. Existió como si no hubiera mañana; salteando banquetes con acontecimientos varios en los que se adoraba a Baco.
Los consejos de su abogado de cabecera no evitaron que dilapidara rentas y fincas a salto de mata. Disfrutaba horrores comiendo y bebiendo como un cosaco y viajando como un príncipe. Todos reconocían que lo hacía con el estilo de Capote y el desenfreno propio de un verdadero Hemingway. Les dobló a los dos en peso, gastos y amigos.
El tiempo huyó: su pelo fue raleando, las rentas menguando y no hubo indulto social cuando sus invitaciones bajaron de los tres ceros. Por aquel entonces ya superaba los ciento cincuenta kilos en canal.
El letrado, su último amigo, perdió de vista a Mario la mañana que lo desahuciaron del Barrio de los Jerónimos. Cuando pagaron el sobrante de la subasta por el «casoplón» junto al Retiro, Mario había desaparecido por completo. Le buscó por las esquinas de Madrid pero no tuvo noticias hasta diez años después. Casualmente lo localizó esperando turno en un cubo de basura.
Se compadeció de él; Mario había perdido la dignidad pero mantenía intactos los kilos a base de engullir basura caducada de un supermercado.
Le citó en su despacho y puso en sus manos el cheque con los últimos restos del naufragio, indicándole que tendría suficiente para vivir decentemente unos cuantos años.
-¿Vivir a medias? ¡De eso nada mi querido amigo! Pasaremos juntos la última velada a lo grande – Mario parecía radiante – Más vale noche de rey que mil como mendigo.
Después de una madrugada de gloria, Mario volvió a alojarse en un cálido y céntrico cajero automático.
