Centenario de "Un año en el otro mundo", de Julio Camba

Las elecciones en EE. UU.

Quinta parte y última

Las elecciones en EE. UU.
Bandera a media asta tras un atentado Manuel Ríos

1916 es año de elecciones en Estados Unidos, como lo es el actual, y Camba vive la experiencia de primera mano, observador curioso y crítico: «Preparémonos a ver uno de los espectáculos más pintorescos del mundo, esto es, unas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de Norteamérica».

Una campaña electoral debe de resultar siempre dura para los candidatos y para sus equipos; hace un siglo, durísima. Cuenta el periodista que en los cuatro meses de «Grand Prix electoral» de 1896, el candidato Bryan recorrió 18.000 millas, pronunció 2.100 discursos, muchísimos de ellos desde un tren; en las semanas finales hablaba «35 veces por día», y más, con temperaturas extremas, desde -15º C a +45º C, lo que da idea de la fortaleza que han de observar los candidatos.

Volviendo a 1916, advierte el escritor que, hasta ese momento, los candidatos no se preocupaban de cuestiones de política internacional; mas, ese año, la situación da un giro total porque Europa se encuentra inmersa en plena Gran Guerra. Estados Unidos cuenta entonces con una población de cien millones de almas y los germano-americanos ejercen en el país una grandísima influencia en sectores de gran sensibilidad, como la prensa, la banca, la industria y el comercio; en lo que se refiere a la población, suponen un 15%, pero «… económica e intelectualmente representan mucho más».

Iglesia en la universidad de Stanford / Manuel Ríos

El Partido Republicano nomina como candidato a Hughes, «un justicia», y es elegido precisamente «Porque no se sabe lo que piensa…». Y Camba matiza el hecho: «Un silencio bien administrado, tal ha sido el secreto de Hughes. Si Hughes hubiera tenido un programa no lo hubieran votado más que los partidarios de este programa, y como no tenía programa ninguno conocido, le votaron todos aquellos que no están conformes con los programas de los otros». Don Julio espera que el candidato se exprese por fin, «Porque no se concibe que, en esta hora, que es la más crítica de su historia, los Estados Unidos se entreguen a ciegas en manos de un desconocido».

Por su parte, el Partido Demócrata nombra candidato a Wilson, presidente a la sazón. Wilson se refiere a los germano-americanos como «… un gran peligro nacional». Muchos ciudadanos consideran que todo americano ha de ser solo americano, sin el prefijo franco o germano. Sin embargo, matiza Camba: «… la lucha será más bien una lucha por los hombres [más] que por los programas».

Resulta curioso leer este párrafo que el vilanovés transcribe de un periódico local: «¡Lástima que dos hombres tan eminentes como Wilson y Hughes no puedan aparecer juntos en la tribuna! Sería un «match» sensacional, y las entradas se pagarían a precios fabulosos…». Hace un siglo, los estadounidenses ya pensaban en lo deseable que resultaría la realización de un debate entre candidatos; cien años después, a los candidatos españoles les cuesta ponerse de acuerdo respecto de si debatir y cómo hacerlo. Y los electores, en función de su ideología y de sus intereses, preocupados por el devenir de los acontecimientos. Nuestro cronista transcribe así la reflexión de un elector: «Yo conozco más de veinte buenas razones para no votar por Mr. Wilson; pero no conozco ni una sola para votar por Mr. Hughes». Y añade Camba que en sus primeros cien discursos, Hughes «… no ha dicho nada. ¿No es admirable esto de pronunciar cien discursos sin decir nada?». Un siglo después, parece que no haya cambiado la vida. Y en verdad que nada ha cambiado si nos detenemos en la siguiente observación de don Julio; el periodista se plantea como hipótesis la victoria del candidato Hughes, lo que significaría que tardaría cuatro meses en tomar posesión del cargo, lo que lleva a Camba a preguntarse: «¿por qué ha de esperarse tanto tiempo para que el nuevo presidente se ponga al frente de los destinos del país?». Ni entonces ni un siglo después encontró el ser humano el ideal político.

El cronista, además de observador fino y preciso, parece tocado por el don de la clarividencia cuando escribe hace cien años: «Los Estados Unidos comienzan a estudiar ahora una lección que Inglaterra ha aprendido ya casi por completo: la lección de que el mundo es cada vez más chico y que ningún pueblo se encuentra alejado de los otros; que los intereses propios se mezclan y se entremezclan y se enmarañan con los intereses ajenos; que no hay pueblo que pueda considerarse tranquilo mientras los otros combatan, y que la única paz posible para un pueblo es la paz del mundo. / El mundo se ha achicado, y los americanos son ciudadanos del mundo. / Y hoy América está enterada ya. Sabe que no hay aislamiento posible, ni para ella ni para nadie, y se sale de su política americana lanzándose a la política internacional». Lástima que tantos políticos domésticos y foráneos no hayan leído a Camba y no hayan interiorizado esta realidad que hoy comprende hasta un alumno de enseñanza primaria.

Wilson revalida como presidente y, a la vista de la evolución de los acontecimientos, primero romperá relaciones con Alemania y luego entrará en la Gran Guerra como actor clave.

Unas líneas para los más jóvenes (I) | De esto y de lo otro (II) | En torno al valor del dinero y a las clases sociales (III) | En torno a los récords (IV)| Las elecciones en EE. UU. (V)

Twitter: @boiro10 / Email: centenariolibrocamba [arroba] gmail.com

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