Luis Racionero se mantiene fiel a las esencias sentimentales de los años 60, mejor dicho, a su versión hippie/trascendente, antítesis de la otra, la versión revolucionaria/marxistoide, conformando ambas el estallido ideológico y social de aquella década que ha permanecido desafiante hasta entrado este siglo. Escribió para explicarla ‘Filosofías del underground’, que se leía entre La conspiración de Acuario de Marilyn Ferguson y Los poderes de la mente de George Goodman, y vuelve a esos orígenes con este opúsculo. Espiritualidad como superación de un racionalismo degenerado, algo que a través del movimiento New Age revivió en las postrimerías del siglo pasado y desde entonces se propone y se fomenta en sectores minoritarios y disidentes de la sociedad esperando su momento.
La breve propuesta de Racionero se articula en cuatro capítulos dispares, siendo los dos primeros una introducción un tanto superflua en torno al mil veces manido problema del miedo a la muerte, que sirve al autor para rememorar extensamente sus tomas de LSD y afirmar taxativamente que los humanos generamos un aura que él es capaz de ver a simple vista, solucionando de un plumazo un controvertido tema, el de la existencia del aura, del que nunca se ha podido encontrar pruebas. Para el autor, el cambio de valores experimentado por la generación de los sesenta se debe precisamente a la sustitución del alcohol por el ácido lisérgico.
En el capítulo segundo defiende la teoría oriental de las sucesivas reencarnaciondes del alma y el ‘karma’ que las acompaña, y se apoya en el clásico El Libro Tiberano de los Muertos -al que presta valor descriptivo, y no meramente alegórico-, para defender que existe otra vida después de la muerte, citando también el conocido ‘Vida después de la vida’, de Raymond Moody, como fuente de toda solvencia. ‘Sabido es que en la India, el Tíbet y China, los yoguis más evolucionados se mueren cuando ellos quieren’, es una de sus arriesgadas afirmaciones. Sus disquisiciones sobre ‘el arte de morir’ no dejan de ser bonitas paparruchadas que ignoran que para muchos humanos el último tramo de enfermedades, dolencias y minusvalías es un duro trago más allá de bonitas teorías. ‘El arte de morir consiste en marcharse con naturalidad, como quien se despierta o acuesta’. Ojalá dependiera de quererlo y prepararlo así. Ojalá.
Es en el capítulo tercero -‘Otra mente no racional’- donde llega su reflexión más interesante, ‘que la filosofía es más que la lógica, que la sabiduría es más que la verbalización’, y que un espiritualismo emergente y difuso debe tomar el relevo de un racionalismo gastado y opresor para que prosiga la evolución humana. Lo que buscó el ‘Underground’, lo que vislumbró la ‘New Age’, lo que ha quedado pendiente tras la interrumpción del 11-S, la emergencia del yihadismo y la crisis global. Defiende y con razón la meditación como una forma de conocimiento diferente y no inferior; defiende las prácticas milenarias para despertar una vía directa, intuitiva, de conocimiento mediante la respiración, el movimiento y otras técnicas corporales y mentales. Junto a Platón, Pantanjali. Más allá de Platón, incluso. Sus ataques al racionalismo son justos y necesarios, y para quienes conocen el tema y han practicado la búsqueda durante décadas son reafirmación en que sus esfuerzos no fueron en balde.
Escribe: ‘Hay quien se cree que el racionalismo es la manera de pensar del ser humano, que el hombre es el animal racional. Falso. La filosofía occidental ha llegado a un punto muerto porque está repitiendo las mismas preguntas que se hicieron los griegos hace veinticinco siglos y no consigue contestarlas, se está moviendo en un círculo vicioso. Está intentando pensar el pensamiento –construir palabras sobre palabras sobre palabras– ya que el pensar para nosotros no es cambiar el estado de la mente sino poner palabras a las experiencias. La mente filosófica sigue fascinada con el problema de los orígenes y naturaleza de esa propia mente y de una de sus herramientas: el lenguaje. Ahí se estrelló el positivismo lógico de la escuela de Viena y el insoportable Wittgenstein, que amargó la vejez de Bertrand Russell y amenazó a Karl Popper con el atizador de una chimenea de Cambridge’.
Cree distinguir tres fases en el uso de su capacidad mental por la especie humana: la intuitiva, la racional y lo que denomina ‘método energético’ o espiritual, que describe con conocimiento de causa, que plantea no de forma exluyente sino en coexistencia con los anteriores, y al que habría que acercarse con honestidad para ‘denunciar a los farsantes, para apoyar a los mutantes’. Propone ni más ni menos unificar la gravitación y el amor por medio de una ciencia superior que englobe la física newtoniana y la teoría de las emociones, pues ‘la atracción llamada amor entre los hombres, se llama gravitación entre planetas’. Su crítica al pensamiento como algo siempre viejo es interesante y de ella deduce que hay que parar al pensamiento -como buscan yoguis y sufíes- para captar la realidad.
El capítulo cuarto, finalmente, es una bonita reflexión y un intento de describir los parajes a los que se llega por la vía espiritual, eso emisor universal que los hindúes llaman Brahma, los chinos Chi, los cristianos Dios ‘y yo, lo llamaría la energía universal, un océano de luz blanca que está viva y cuya esencia es gozo’. Otros lo intentamos definir hace décadas como la Conex-Elec-Univ, la energía que alimenta todo lo que existe, algo que si como parece Luis Racionero fue suscriptor de aquel Boletín Ong de hermosa memoria, quizás le suene. Las últimas páginas del libro reproducen en extenso a San Juan de la Cruz en merecido tributo a quien supo explicar con palabras lo que está más allá de las palabras: ‘¿Quién desarrolla la sensibilidad espiritual?: los místicos. ¿Por qué los místicos no gustan a las iglesias?: porque consiguen el contacto directo con lo espiritual sin necesitar a los sacerdotes’.
En resumen, un ensayo ligero que no aporta novedades a un tema irresoluble: reafirmará en sus creencias a los convencidos de que está emergiendo o debe emerger un nuevo paradigma espiritual, y haría saltar chispas de indignación al resto, esa inmensa mayoría materialista, que niega toda trascendencia a nuestra existencia.
Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés, 7
Texto, 7
Edición, 8
Información complementaria, 6
Ed. LibrosdeVanguardia
Grupo Godó
ESPIRITUALIDAD PARA EL SIGLO XXI
Luis Racionero
Páginas 96 | PVP 15 €.