En tiempos como los actuales, en que se pide una renovación de la política, que sobre todo representa una renovación moral, es interesante, y quizás incluso urgente, volver a los textos del principal culpable de que ética y política se piensen por separado. Se ha dicho, y con mucha razón, que El Príncipe fue escrito por los dedos del diablo, y cabe suponer que Maquiavelo sonreiría al ver cómo nos rasgamos las vestiduras ante lo que a sus ojos no pasarían de inocentes gamberradas de adolescentes.
Entonces ¿tiene todavía este libro algo que enseñarnos sobre nuestros políticos? ¿Puede el diablo ayudarnos a entender y mejorar nuestra política? Conservando el espíritu, el estilo y la estructura del texto original, este libro utiliza ejemplos modernos para situar nuestra realidad bajo la luz de verdades antiguas y de eterna actualidad.
Como dice Gregorio Luri en su excelente prólogo «es un hecho que para hablar de política no se puede prescindir de Maquiavelo. Hay que resaltar esto, porque a nadie parece preocuparle si Trump es un político aristotélico o popperiano, pero resulta de lo más natural preguntarse si es o no maquiavélico».
¿Cómo es que no nos sorprendemos por recurrir al vocabulario de un pensador de hace quinientos años para explicarno s las singularidades del presente? Detengámonos un poco en esta cuestión.
A decir verdad, la sospecha de «maquiavelismo» ha estado mucho más asociada a Hillary Clinton que a Donald Trump.»
«Maquiavelo, pues, sigue prestándonos una ayuda inestimable para pensarnos políticamente, lo cual sugiere que hay algo en la política que va más allá del presente o que quizás los instrumentos conceptuales elaborados por el presente no son suficientes para que este se piense bien a sí mismo. Tras las elecciones, Maquiavelo ha seguido proporcionando inspiración a los articulistas, pero la mayoría de los que escribieron sobre Trump prefirieron acudir a Orwell para explicar sus primeros gestos como gobernante. Parece que 1984 está siendo un superventas en los Estados Unido s mientras escribo esto (finales de enero de 2017)»
EXTRACTOS DEL LIBRO DE FERRÁN CABALLERO
¿Cómo hay que leer a Maquiavelo?
Un gran lector de El Príncipe, Carl Schmitt, asegura que Maquiavelo no era maquiavélico porque, de haberlo sido, hubiera publicado libros piadosos y edificantes, quizás un Anti-Maquiavelo. Pero siguiendo a Schmitt, podríamos preguntarnos si la mejor manera de ser maquiavélico (es decir, de actuar astutamente y con doblez) no es aparentar serlo y que te traten como a tal.
De cuáles son las clases de gobiernos y de qué modo se adquieren
Todos los Estados, todos los gobiernos conocidos por el hombre, han sido y son o democracias o dictaduras . Los gobiernos democráticos son, o heredados, en los que el partido del gobierno se ha mantenido en él durante varias legislaturas, o nuevos. Los nuevos, o son totalmente nuevos, como lo fue el de Syriza en Grecia o el de Carmena en Madrid, o son coaliciones como el gobierno de Barcelona, del nuevo partido de Ada Colau con los viejos socialistas, o la gran coalición alemana entre el CDU de Angela Merkel y el SPD.
De qué modo se deben gobernar las nacionalidades históricas
Hay tres formas de mantener las llamadas nacionalidades históricas cuando estas, como se ha dicho, acostumbran a defender sus intereses apelando a sus antiguas leyes y libertades: la primera, arruinarlas; la segunda, colonizarlas ; la tercera, dejarlas vivir con sus propias leyes, imponiéndoles algunos tributos, favoreciendo a una oligarquía que las mantenga como aliadas y recordándoles, de vez en cuando, que, al deber el reconocimiento de su condición y sus privilegios al Estado central y a nadie más que a este Estado, no puede existir sin su concurso ni su poder, y tiene que hacer todo lo posible por mantenerlo unido y próspero. Y se mantiene con más facilidad una nación acostumbrada a llamarse libre por medio de sus propios ciudadanos que de ningún otro modo, si se la quiere conservar.
De aquellos que llegaron al gobierno mediante la mentira y el engaño
En nuestro tiempo y país, durante el gobierno de Mariano Rajoy, habiendo él como hemos visto dejado muy debilitada a la oposición socialista, hemos visto surgir casi de la nada a unas formaciones autodenominadas populares, con la ayuda de algunos medios de comunicación que aprecian más el negocio que el buen gobierno de su país, y con el favor de sus clientes, amantes de la telebasura. Y con apoyos como estos y algunos más, estas formaciones han llegado a gobernar las dos ciudades más importantes de España: Barcelona y Madrid.
Tanto Colau como Carmena como la práctica totalidad de los candidatos de Podemos basaron sus campañas en el insulto, la mentira, el engaño y la calumnia contra sus adversarios. Mintieron sobre la situación del país, de sus ciudades y ayuntamientos y acusaron falsamente e insultaron sin ruborizarse a aquellos a quienes querían echar del poder. Cuando hubieron ganado las elecciones, corrieron a exigir responsabilidad y respeto institucional a aquellos a quienes poco antes habían acusado de mafiosos, ladrones y asesinos, conocedores como eran tanto de la debilidad como de los complejos que habían imbuido en los derrotados.
Ada Colau reunió al pueblo frente al Ayuntamiento el día de su investidura, y forzó a los derrotados a cruzar la plaza entre los insultos y amenazas de la muchedumbre allí reunida. Una vez derrotada y humillada la oposición, Colau decidió ser alcaldesa y mantener en solitario y sin concesiones lo que por decisión popular se le había concedido. Y ninguneó a quienes se mantuvieron firmes en su oposición y aceptó el apoyo de los que quisieron rendirse a su autoridad esperando a cambio el indulto de las masas.
Del populismo
Hay que tener siempre al pueblo en la boca, porque quien llegase al gobierno con la única ayuda de las élites y su propaganda y financiación encontraría al gobernar más dificultades que el que lo hace con la del pueblo, porque se ve rodeado de muchos que creen ser sus iguales e incluso sus superiores; y por esta razón no les puede mandar ni dominar como quiere y quedará indefenso y a su merced.
Sobre el autor
Ferran Caballero es licenciado en Filosofía y máster en Pensamiento Contemporáneo por la Universidad de Barcelona. Actualmente ejerce como profesor de filosofía en Aula Escola Europea y de Pensamiento y Creatividad en la Universidad de La Salle de Barcelona y colabora con el diario digital TheObjective.es y con la revista El Ciervo. Recibió el Premio Ariel Mejores Blogueros Jóvenes de Ensayo 2012.