Isabel San Sebastián vuelve a la novela histórica relatando la primera peregrinación del Camino de Santiago. Alfonso II el Casto, rey de Asturias y aliado de Carlomagno, recorre en la ficción el llamado Camino Primitivo de Santiago, que aún en la actualidad sigue siendo uno de los más populares entre los peregrinos y que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Año 827. En su pequeña corte guerrera, Alfonso II el Casto recibe una extraodinaria noticia: en un bosque próximo a Iria Flavia, allá donde termina el mundo, han aparecido los restos del apóstol Santiago. ¿Es posible tal prodigio?
El rey decide acudir al lugar, a fin de aclarar el misterio.En la comitiva marchan nobles enredados en intrigas, fieros soldados, cautivos sarracenos, monjes custodios de turbios secretos… un fiel reflejo de ese tiempo turbulento, cuyo epicentro es un rey determinado a salvar su reino. Y junto a él cabalga Alana, con la esperanza de encontrar a su hijo desaparecido y el desafío de narrar, sin saberlo, la primera peregrinación jacobea de la Historia.
Existen evidencias documentales y arqueológicas sobradas para concluir que el Camino de Santiago no es fruto de una mera invención. Los hechos narrados en esta novela recrean el primero de esos viajes. El que llevó al Rey Casto, Alfonso II, desde su capital de Oviedo hasta un bosque perdido de la remota Galicia, integrada poco antes al pequeño reino cristiano asediado por las tropas de AlÁnda lus.
Tanto el contexto histórico político en el que se desarrolla la trama como varios de los personajes que aparecen en ella son reales y responden a lo que se cuenta en las crónicas de la época, sean estas cristianas o musulmanas. La ruta seguida por la comitiva es prácticamente igual al Camino Primitivo recuperado en la década de los ochenta gracias a la labor impagable de la Asociación AsturGalaica de Amigos que lleva su nombre.
Este Camino cubre una distancia de 310 km y se realiza generalmente a pie, en trece jornadas sucesivas. La novela se divide en trece capítulos que coinciden con estas etapas, que cautivan por su belleza. La guía adjunta al final de la novela permite al lector identificar los nombres actuales de los lugares descritos, localizarlos en un mapa, encontrar tesoros desconocidos, como esa mina de oro romana escondida entre montañas, y seguir las huellas de los personajes a través de los paisajes por los que transitan.
El Camino Primitivo es una ruta interior de montaña, con puertos de más de mil metros de altura y pendientes muy abruptas, que discurre de este a oeste, a través de la cordillera cantá brica, siguiendo en varios de sus tra mos antiguas calzadas romanas. En la época en que transcurre esta historia no habría otra manera de viajar por vías razonablemente transitables. En la actualidad, algunos de esos empe drados han sobrevivido a los siglos y resultan identificables entre hayedos o robledales centenarios cuya belleza sobrecoge.
Poderosos argumentos de índole histórica y estratégica nos llevan a pensar que, si Alfonso II realizó la peregrinación recogida en el archivo de la Catedral de Compostela, tuvo que hacerlo empleando los cami nos abiertos entonces y pernoctando, siempre que fuese posible, en los mo nasterios capaces de cobijarle en un Reino asolado por las aceifas sarrace nas. O sea, que el actual Camino Primitivo fue el que condujo al primer pe regrino del que tenemos noticia hasta el sepulcro del apóstol Santiago.
Desde el año 827 hasta nuestros días, peregrinos de todo el mundo han recorrido esperanzados el maravilloso Camino que conduce hasta Santiago. Todos, sin excepción, han contribuido a enriquecer el formidable acervo cultural que acumula esta vía milenaria y todos, sin excepción, han vivido al recorrerlo una experiencia inolvidable de la que habrán salido cambiados, como les sucede a los personajes que acom pañan al Rey Casto.
Como dice Alana de Coaña al finalizar su relato: «El camino que he seguido hasta aquí no solo me ha traído al finis terrae, sino a ese escondite interior donde mora el sentido ocul to de todo lo acontecido hasta ahora. Una vez alcanzada la meta, es me nester acabar».